Capitulo 7

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Altagracia continua retorciéndose sus ojos nunca separándose de los azulados, ella podía sentir el dolor e la ira. El la tenía acorralada entre sus brazos e pecho, la voz de Isabela en sus oídos no se registraba. Altagracia solo tenía su atención en esos ojos color cielo en ese agarre que de seguro dejaría una marca en su piel blanca. –Suéltame, me lastimas- Dice Altagracia entre dientes mientras León continuaba ensañándose con su brazo.

-Cuando me contestes como conseguiste esta cadena y me pidas una disculpa por tu comportamiento tan irritante- su rostro rojo por el gran enojo que sentía, León no deja que su mirada se aparte de los ojos verdes endurecidos pero con un brillo diferente al de esa mañana. Sus movimientos comenzaron a volverse más rudos sus labios se movían pero no pronunciaban palabra, los ojos verdes comenzaron a humedecerse por el dolor que león le estaba causando en el brazo.

Ángel no reconocía a su padre él nunca se había comportado de esa manera ante una mujer, él siempre se había caracterizado por su respeto e caballerosidad. No podía creer que su papa estuviera causándole un dolor, una humillación tan grande a su maestra. Ángel podía ver la piel del brazo de su maestra tomando un tono cada vez más rojo, su cabeza comienza a nublarse. Sus pequeñas manos toman la forma de puños que se encuentran con el cuerpo de león. Este no suelta su agarre, Isabela también trataba con todas sus fuerzas separar el cuerpo de su tía de León. Ángel deja escapar unas lágrimas al ver los ojos llorosos de la única persona que solo lo ha ayudado a sentirse feliz. -¡SUELTALA YA!- Ángel deja salir en esas palabras todo el dolor oprimido en lo más hondo de su alma.

León vuelve de su transe al escuchar esa voz anhelada que por mucho tiempo deseo en oírla nuevamente, su cuerpo se tensa al notar como a lastimado a la mujer rubia. Sus ojos Azules buscan en los ojos verdes algún gesto de odio, de ira pero solo encuentra lágrimas de dolor y humillación. El hermoso rostro tenso, y unos labios color rosa listo para destilar veneno. –Perdóname- León lentamente la deja ir, mientras que masajea un poco la piel ya marcada con la forma de su mano. –Deja que la a que la revisen, por favor- Altagracia arrebata su brazo del alcance de León. Ella se agacha enfrente de Ángel le seca las lágrimas al niño –Gracias por salvarme de este monstruo- ella besa su frente dejando más lagrimas caer. Se levanta toma la mano de su asustada sobrina –No lo quiero volver a ver en mi vida, si vuelvo a verlo por aquí es hombre muerto.- dice Altagracia alejándose rápidamente.

Ángel mira a su padre con vergüenza en sus ojos, sus piernas toman control de su cuerpo y comienzan a correr. Sus oídos escuchan la voz de su padre pero no se detiene al igual que las lágrimas de sus ojos. El solo quería que Altagracia saliera de esas ropas sucias e pegajosas. Que se sintiera bonita tal como su madre se sentía al utilizar ese conjunto. Su mente se llenó de recuerdos de su madre con sus ojos dulces tales como los de Altagracia, esos abrazos y esos besos en la frente todos los días. Su padre lo alcanza tomándolo por sus pequeños hombros y hace que su mirada se encuentre con la de él. – ¡Ángel! Por favor perdóname no sé qué me ha sucedido. ¡Es que no te percataste que tenía la cadena de tu mama! ¿Cómo es posible eso? Tu y yo diseñamos esa cadena no hay ninguna igual, A menos que- León comienza a recordar, esa mañana ella no llevaba ese conjunto, el recordaba una camiseta verde olivo con una grande mancha de café. –Tú le diste la cadena- León ve como Ángel baja su cabeza sintiéndose culpable de todo lo que había pasado. León toma a su hijo en brazos sintiéndose como un imbécil por herir a una mujer a la cual probablemente le había regresado las esperanzas a su hijo.

Isabela acariciaba el brazo de su tía buscando una reacción, una palabra o algo que le diera la esperanza que su tía estaba bien. Su tía solo conducía, su mirada perdida sus pensamientos no dejaban que ella regresara en sí. Altagracia solo podía recordar esos ojos azules que la miraban con odio, que la tocaron con tanta agresividad, que la llevo a esa noche donde cinco chicos le arrebataron la inocencia. Altagracia sentía la caricia de su sobrina que por momentos la hacía volver en sí, pero el recuerdo no la dejaba respirar aire fresco. Al llegar al apartamento Isabela de un salto sale del coche para ayudar a su tía con sus cosas, Altagracia le da una pequeña sonrisa. Isabela busca las llaves de la puerta en el bolso entregándoselas a su tía, al abrir la puerta Regina se asoma desde la cocina con su impecable sonrisa, su cabello corto perfectamente arreglado y en sus manos sujetaba un pañuelo. Isabela abraza a su mama buscando ese lugar cálido que ella le brinda. Regina posa su mirada en su hermana e instantáneamente su sonrisa desaparece -¿Altagracia?- Regina se acerca un poco a ella y Altagracia retrocede impidiendo que la toque.

Una segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora