Capitulo 30

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La semana ha comenzado, Ángel se apresura arreglándose para ir a la escuela junto a Altagracia. Él ya se estaba acostumbrando a vivir en ese lugar tan lujoso. En ese fin de semana el había sentido como su padre también se acostumbraba cada vez más a estar en esas paredes que gritaban lujo e dinero. Notaba el usualmente serio agente contreras como se derretía al ver a su maestra sonreír, podía notar cada caricia, cada beso, cada suspiro e cada mirada que su padre le regalaba a la mujer rubia. Ángel deja que sus ojos se encuentren con su reflejo al ver que estaba listo deja que sus pies correteen a el lugar donde el olor a desayuno abundaba.

Altagracia terminaba de arreglarse con la ayuda de su tía. Ella verificaba mensajes en su teléfono móvil. Algunos de su hermana, otros de su sobrina, preguntas de Daniel sobre la empresa e algunos de su tío matamoros dejándole saber que la camioneta estaba lista para partir. Magdalena termina de abrocharle los tacones. Deja que su sobrina se ponga de pie. Ella era bellísima, sus ojos verdes resaltaban con su maquillaje color coral. Sus cabellos usualmente ondulados estaban completamente lisos e en las puntas tomaban forma de risos. Su cuerpo estaba adornado por un vestido rojo pasión que abrazaba sus curvas de una manera perfecta. En su cuello collares color azul e blanco abundaban dándole un toque más llamativo a su atuendo junto con unos tacones color plateado.

-te vez preciosa mi niña- dice magdalena con una sonrisa. -esos tacones parecen costar más que mi pago mensual.- magdalena al notar la expresión que Altagracia le regala comienza a reír.

-ahora te quejas que te pago poco- resopla Altagracia tomando su bolso dejando que una sonrisa pequeña se asome a sus labios.

-no mi niña jamás- Altagracia toma su mano apretándola suavemente.

-te adoro tía lo ¿sabes?- dice Altagracia dejando que su mirada se pose en la de su tía.

-lo sé, ahora apresúrate. León ya se fue a la comisaria pero tú y Ángel llegaran tarde a la escuela.- continua su tía, esta se encamina guiando a su sobrina junto a ella.

-león se fue nuevamente sin despedirse de mí- dice Altagracia tratando de ocultar el pequeño apretón que siente en su corazón.

-dijo que tenía una emergencia en la comisaria pero si te dejo una sorpresa en el despacho.- al terminar de decir esas palabras magdalena solo puede sentir como su sobrina corre en camino hacia el despacho dejando que esos tacones finos sean puestos aprueba.

El despacho estaba tan oscuro como la noche, Altagracia abre la puerta suavemente analizando con su mirada cada rincón de la habitación. En el escritorio ve su computador encendido haciendo que el brillo de este aparato salte a la pared color café. Ella se encamina e ve como una rosa se posaba en el teclado. Sus dedos toman la rosa guiando a su nariz esos pétalos empreñados con ese aroma tan delicioso que ella tanto amaba. Una sonrisa se dibuja en sus labios carnosos e deja que sus ojos lean las líneas en el computador.

Mi amor:

El deber me llama en el día de hoy más temprano que días anteriores pero esta noche te llevare a cenar en recompensa, Espero verla lista a las 8pm. Te amo.

León.

Altagracia siente como sus adentros se van llenando con un líquido caluroso, una cascada de emociones que la hacen sentir viva. Nervios que se comienzan a despertar añorando esa caricia masculina en los lugares mi prohibidos de su ser, labios que comenzaban a arder por la falta de un beso de despedida y unas manos que añoraban abrazarse en su cuello. Un suspiro se escapa de sus labios e ella se encamina hacia la cocina al encuentro de un niño que tenía los ojos de ese hombre que ella estrellaba.

León deja que sus ojos se posen en un anuncio que cubría los caminos en la mañana. El enojo e preocupación que sentía se reflejaba en sus ojos. Los mismos ojos que leían un se busca a una mujer llamada Altagracia Aguirre e una foto de una Altagracia más joven. En la foto esta poseía una adorable sonrisa e su cabello que usualmente se dejaba caer en sus hombros estaba atrapados en una coleta. León en un momento de enojo arranca cada papel que en su camino se posaba. Él se adentra a la comisaria en sus manos unos papeles estrujados se hacían añicos con cada nuevo papel encontrado en el camino de este hombre. León se adentra en su oficina dejando que la puerta detrás de él se azote junto con el marco. Este gesto llama la atención de una Karen distraída por la lectura de los casos.

Una segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora