Capitulo 24

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La oscuridad que la abrazaba en su guarida en el fondo de su apartamento la hacía sentir pequeña. Todo el poder que esa habitación poseía cubría cada nervio de su cuerpo. Los espíritus estaban presentes, la luz de las velas se movían en una danza extraña. La danza de un espíritu que ella nunca había presenciado. Rápidamente desaparece su ropa e deja que su lencería roja se haga presente en ese santuario. Sus manos se rinden al espíritu que tanto esperaba comunicarse con ella.

Su voz libera la oración a los espíritus agradece con sus ojos cerrado los poderes que estos le había regalado e la protección que aun todavía le proveían. Sus ojos cerrados, sus labios que se movían al son de unas palabras indígenas e desconocidas para oídos ordinarios, sus piernas se mueven sin ella sentirlas e sus manos sienten como otras manos se posan en ellas. Sus ojos lentamente se abren encontrándose con dos ojos color miel. Una mujer sonriente la admira con su mirada. Un espíritu blanco e dulce, sus miradas se unen en una conversación que ni ella ni el espíritu de esa mujer podían comprender.

La mujer con dulces facciones une su frente con la de ella cerrando los ojos Altagracia sigue sus pasos. Cerrando los ojos ella fue transportada a un mundo lleno de paz, un mundo blanco e lleno de risas que brotaban de cada rincón. Altagracia deja que su mirada busque a esa mujer dulce que había visto, pero solo puede ver a una niña a lo lejos junto a una mujer de cabello negro. Los pies de Altagracia siguen un camino desconocido en el cual se encontraría con esa niña. Al encontrarse cerca la niña se da una vuelta rápida e una sonrisa adorna su rostro.

-Mama- dice una Mónica sonriente

Altagracia deja que unas lágrimas adornen su angelical rostro, se arrodilla e deja que la niña se balancee  contra su cuerpo. -Mónica- deja que su voz se escape de sus labios.

-te e extrañado mama- Mónica aprieta su agarre en el cuerpo de Altagracia.

-no más que yo a ti- sus manos acariciaban el cabello castaño de la niña que le había hecho madre por primera vez.

-Pronto volverá a ti- la voz de una mujer desconocida interrumpe el encuentro de madre e hija.

Mónica suelta la mano de su madre dejando que sus pequeñas piernas corrieran  a los brazos de esa mujer. Altagracia se acerca con esperanzas de recuperar a su hija, pero solo presencia como su hija se hacía polvo, un polvo que se adentraba en sus entrañas. Su cuerpo se deja caer, sus rodillas toman el peso de ese cuerpo que solo podía caer. La mujer se acerca e con un dedo hace que altagracia pose su mirada en ella. Era una mujer hermosa, ojos color miel, cabello negro como la noche e una sonrisa dulce. -Fátima- suspira altagracia son sus brazos sujeta su abdomen que la agobiaba por el dolor de ese polvo que se adueñaba de su cuerpo.

-tu cuidaste de mi hijo, lo amas, ahora tu tendrás que llevártelo contigo a donde vayas. Protegerlo como yo lo hacía con tu hija.- dice Fátima acariciando la frente que con cada azotada de dolor creaba una gota nueva de sudor.

-mi hija- altagracia no podía articular palabra el dolor que sentía era fuera de lo que ella alguna vez pudo sentir. Sus adentros se defendían del polvo que trataba de atacarlos en cada segundo. El polvo se aventuraba dentro del cuerpo de altagracia hasta que por encontraba una guarida cálida. En ese momento un grito de altagracia se hace escuchar en la casa. Su cuerpo no podía soportar la invasión que Fátima e Mónica le habían echo.

-protege a mi hijo, llévatelo contigo- fue las últimas palabras que la rubia pudo procesar en sus oídos. Sus ojos se cierran tratando de evitar ese dolor muscular que la invadía con fuerza. Sus ojos se abren e solo la sombra borrosa de Fátima. Agachada con sus manos en su abdomen e una oración desconocida en sus labios, su rostro angelical le sonríe a la mujer rubia. -Ya el dolor pasara, pero dejara una marca- sus manos acariciaban la frente de altagracia guiándola a recostarse en el círculo que los espíritus crearon para ella. Sus ojos pesados se dejan caer, e la respiración agitada por el dolor se sincroniza.

Una segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora