Capitulo 11

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El auto de león olía a colonia de hombre náutica, esa esencia invadió los sentidos de Altagracia mientras tomaba asiento en el lado de pasajero. León se acomoda en el lado del conductor después de demostrarle a Altagracia que él era todo un cabañero. Mientras Altagracia buscaba el cinturón de seguridad león ase que su cuerpo completamente acorrale el de Altagracia sus narices tocándose, él podía sentir esa respiración suave en sus labios e sus ojos se posan en los labios color cereza. -deja que te ayude con el cinturón-  el nota como una lengua juguetona se asoma por esos labios seductores humedeciéndolos, haciendo que ese color cereza tome una apariencia húmeda e llamativa.

-Gracias Agente contreras- él sonríe sin dejar de acorralar a Altagracia, su perfume de rosas le invadía los sentidos de una manera desconocida.

-Estoy adecuadamente asegurada con el cinturón no necesito su pecho gracias- dice Altagracia mientras que con una mano toca el musculoso pecho de león alejándolo de el de ella. Aunque en su interior sentía que necesitaba ese pecho rosando al de ella.

La risa de león era suave e ruda, ella no pudo evitar reírse junto a él. – ¿A dónde iremos agente, a la comandancia, al reclusorio o al motel?- dice Altagracia dejando que su mirada volviera a posarse en el cuerpo de león.

-Por mucho que esas opciones sean tan tentativas y más contigo Altagracia, no es a donde te voy a llevar. Recuerdas que te estoy tratando de convencer que soy un caballero- dice león conduciendo el auto adentrándose a las afueras de la ciudad.

-no estoy acostumbrada a los caballeros agente contreras- dice Altagracia desviando su mirada hacia el paisaje.

-león por favor, también pienso que tienes un mal carácter- dice León con una sonrisa.

-No me importa lo que pienses agente contreras, mi carácter no es de la incumbencia de nadie- dice Altagracia mientras le envía un mensaje a su hermana con su ubicación. Ella no confiaba en los hombre por mas santos que parezcan jamás volvería a confiar en ninguno.

Tiempo pasaba la música de la radio ya no se escuchaba e cada vez que León trataba de tener una conversación con ella era como si conversara con una pared. Ella solo contestaba con una actitud altiva e autoritaria, nunca dejaba que él tuviera la última palabra. En algún momento del viaje ve como la mirada esmeralda que tanto lo intrigaba estaba perdida, tenía un brillo desconocido entre el iris su rostro tenso e sus dedos jugueteaban con la cadera dorada de su bolso. Su mano involuntariamente se posa en las de ella, los ojos esmeralda se encuentran con el rostro enfocado en el camino de León su cuerpo rígido por el desconocido camino que estaban tomando permite que esa mano masculina le brinde la seguridad. Después de unos minutos el auto se detiene e esa mano que le había controlado los nervios desapareció de golpe, el cuerpo de León salto del auto e corrió al lado del pasajero ayudándola a salir junto a él.

-cuidado hay piedras por aquí- dice León sujetando su delicada mano, ella trato de soltar la mano masculina su mano la tomo con fuerza dejado en claro que no la dejaría soltarle.

El camino era estrecho los arboles hacían que el lugar se viera mágico e único, León la guiaba por el camino mientras que su mirada altiva exploraba cada rincón oscurecido por la maldad. Sus pasos eran sincronizados habían piedras por todas partes, el lugar en otro momento le brindaría paz. No ahora que se encontraba con un hombre desconocido para ella, su mente comienza a mostrarle las consecuencias de haber aceptado esa salida. Imágenes de 5 chicos e una niña con melena negra como la noche recostada en el suelo ahogada por las lágrimas e gritos de dolor. Su mirada se nubla por el recuerdo, no podía seguir, tenía que salir del alcance de León, él era un hombre que la podía herir tanto como lo habían hecho aquella noche de carnaval. León comenzó a notar que los pasos de la mujer cada vez se volvían más controlados e lentos, posa su mirada en la de ella. Notando como la mirada se había vuelto nublosa como si su alma no estuviera hay. Él había visto esos mismos síntomas en diferentes mujeres, él no podía permitir que ella se sintiera en peligro aquí en un lugar tan sagrado para él. Su mano aprieta suavemente la delicada mano de su compañera, la mirada nublosa desaparece inmediatamente posa su mirada en la de León. El amar azulado que el poseía en su mirada estaba en calma, sus miradas conectadas podían pasar horas así, una conexión fuera de las palabras. Él le brindaba toda la paz que en ese momento ella necesitaba para que sus pies pudieran continuar el camino hacia su destino.

Una segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora