capitulo 13

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Las noches en la ciudad de México eran agitadas, todos los días podías ver familias de turistas visitando los locales de alimentos e regalitos para familias cuando llegaran. León se regocijaba al conducir e ver todas esas familias llenas de alegría y amor. Pensaba en cómo podría ayudar a Altagracia, él quería su confianza, que entregara a él sin miedo que él le haga daño. Su mente inmediatamente piensa en como su hijo se había ganado la confianza de esta mujer altiva que tanto le gustaba. Una risa escapo de sus labios al pensar que debía pedirle consejos a su hijo de 10 años como conquistar el corazón de Altagracia. Al llegar a su hogar ve en el sofá a una Karen invadida por el sueño, él sonríe al ver que su compañera se haya tomado tantas molestias para ayudarlo. El busca una cobija e la cubre, no tenía el corazón de dejarla irse a su casa tan tarde en la noche después que había cuidado de su hijo. Él se encamina a la habitación de ángel donde por sorpresa estaba despierto mirando el cielo estrellado por su ventana.

-¿Qué haces despierto mi champ?- león se acerca a su hijo con su mano despeina esos rizos rubios.

-estaba esperándote para que me cuentes como te fue con Alta- Ángel lo mira con sus ojos azules y una sonrisa que adornaba su pálido rostro.

-me fue bien supongo champ- león baja la cabeza con un suspiro toma asiento en la cama de su hijo.

-tenle paciencia papa, ella es muy reservada, cuando ya te entregue su confianza será mucho más fácil. Además tú no empezaste muy bien con ella- dice su hijo tomando asiento junto a su padre.

-cómo es que la conoces tanto, llevas solo 3 días en la escuela.- pregunta león con una curiosidad infinita.

-mañana es la fiesta para el maestro, los padres están invitados a acompañar a los estudiantes en el primer periodo. Hay tendrás tu respuesta.- Ángel besa la mejilla de su padre, León ayuda a Ángel a prepararse para irse a descansar

-buenas noches champ- León apenas a punto de cerrar la puerta pregunta – ¿Ángel que le  regalaremos a Altagracia mañana? – León espera con ansias la respuesta de su hijo.

-Ella siempre me dice que una sonrisa sincera es todo lo que ella necesitaba- Ángel sonríe mirando a su padre.

León pensativo entre cierra la puerta de su hijo dirigiéndose hacia su cuarto. Mirando a su alrededor descubre que la presencia de su difunta esposa ya no le afectaba como antes. Antes al llegar a su hogar era como sentir el martirio de su soledad. El saber que ya no llegaría a sentir las manos de la mujer que amaba con toda su alma, que no vería esos ojos chocolatosos que le alumbraban el día. En esta habitación el tiempo no había pasado, era como si en cualquier momento su esposa iba a volver, pero la triste realidad le golpeo de frente. Ella nunca volverá, si hijo aunque la recordaban todos los días, ya se acostumbraba a no tenerla, León deja caer su cuerpo en la cama buscando de cualquier manera de olvidar a esos besos que sin pensarlo lo habían devuelto a la realidad.

Altagracia peina su ondulada cabellera con delicadeza, en sus oídos resonaban las palabras de su amigo lucio. No dudaba de sus espíritus, sabía que ellos la guiaban día con día a llevar a cabo sus planes, aunque no fueran tan limpios ellos nunca la abandonaban. Sus ojos encontraron la reflexión nuevamente de esa mujer de ojos verdosos, por alguna razón se veía más conocida. Sus ojos no estaban nublados por la tristeza, si no por preocupación. Su cuerpo adornado con un traje de satín color blanco ya calmado después de un día tan ajetreado decide encaminarse a su cama, sus piernas blancas se adentraron en sus sabanas color hueso e su cabeza reposaba en la almohada donde en pocos minutos sus ojos le pesaban, de un momento a otro Altagracia podía jurar que antes dejarse aventurar en la tierra de los sueños, pudo ver a su madre acercarse acariciando su rubia cabellera con una bella sonrisa.

Una segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora