Capitulo 26

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Una noche larga e sombría abrazaba la ciudad de México, estrellas iluminaban los caminos más oscuros. Los susurros de almas atormentadas por el pasado, presente y futuro se podían escuchar. Sentía como en la brisa fría de la noche los gritos silenciados por el miedo se hacían resonar con más fuerza. Sus ojos azulados postrados en esa mujer adolorida que yacía en su habitación. Comienza a sentir como una voz invade sus oídos, sus pies se alejan poco apoco del cuarto rosado iluminado por una lámpara. Se adentra en ese pasillo oscuro que tal como la noche ahogaba gritos y llantos de auxilio.

El camino a esa habitación sombría e llena de rencor se le hizo eterno. El no entendía el por qué sentía como su cuerpo estaba siendo empujado a imponer su presencia en ese lugar que Altagracia siempre ha mantenido como un secreto. Una mano se posa en la manecilla color broce él hace que la manecilla gire cuando una voz hace que en la oscuridad sus miedos se hagan realidad.

-no entres- dice una voz rota e femenina.

León deja que sus ojos se posen en Altagracia. Acercándose a ella la envuelve en sus brazos asegurándose que esas temblorosas piernas no le fallen al dar un paso más. -¿qué más me escondes Altagracia?-

-Mónica- dice Altagracia sintiendo una nueva oleada de dolor invadir su cuerpo, sus manos se enredan en la camisa blanca de león aferrándose en el. Él era su fuerza necesitaba que él estuviera a su lado.

-¿Quién es Mónica Altagracia? ¡Dime!- león une su mirada con la mirada borrosa de ella.

-es mi hija- el cuerpo de Altagracia colapsa en sus brazos, sus ojos cerrados, una frente sudorosa e un abdomen adolorido. León la toma en sus brazos e puede notar una mancha color violeta verdoso se asomándose en una de sus voluptuosas caderas.

León la lleva hasta su habitación, acomoda su cuerpo sobre las sabanas color huesos. Sus dedos la desvisten suavemente cuando sus ojos azulados se posan en la parte baja de su cuerpo. El cuerpo que el veneraba estaba cubierto por moretones que a simple vista parecían latir de dolor. Dedos acarician cada una obteniendo gemidos de dolor de unos labios rosas carnosos.

-¿qué diablos te hicieron?- león la cubre con su cuerpo la acerca a el suyo, sentía como ella temblaba del frio e el dolor. Sus oídos procesaban incoherencias que ella decía al dormir. Sus manos acariciaban la espalda sudorosa de la mujer rubia. Su mente no dejaba de analizar toda esa información que había descubierto en ese día.

Recuerda todos sus encuentros con Altagracia, esos momentos donde él se preguntaba por qué ella se alejaba cuando el solo quería estar cerca. La mirada triste e llena de miedo cuando él la había humillado en público. Su cuerpo tenso e sus negaciones a los sentimientos que los dos comenzaban a sentir. Su amor incondicional a todos sus estudiantes en especial con Ángel. Todavía no podía entender muchas cosas pero los puntos ya comenzaban a crear una imagen en su cabeza. Ojos que comenzaban a sentirse cansados, una mente que suplicaba no pensar más e un hombre que deseaba reunirse con su mujer en el mundo de los sueños. Dos cuerpos que se acoplaban perfectamente y manos que sujetaban esperanzas de un mañana.

El sol se adueña de los adentros del apartamento haciendo que los colores rosados se tornen un color más amarillento. Las cortinas volaban al sentir la brisa calurosa de la mañana. La luz comienza a danzar sobre el rostro de Altagracia, esta esconde su rostro con los brazos musculosos de león, deja que un gruñido se haga presente al no poder volverse a dormir. Levanta su cuerpo semi-desnudo lentamente. Su mente fue invadida completamente con imagines de lo sucedido aquella noche. Llevando una mano a su frente esperando que con este gesto su mente se detuviera. Una mano se posa en sus labios sintiendo como un líquido acido se comienza a hacer presente en su garganta. Corriendo desecha el contenido en el inodoro, sus ojos dejan que unas lágrimas se escapen de su iris.

Una segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora