«Madrugada de locos»
Julia
Un momento de silencio absoluto reina la habitación y mi mano aún no suelta la suya, los latidos de mi corazón van a una velocidad inhumana y su mirada hace que mi cuerpo tiemble.
—No me iré — Susurro, tomando asiento en el suelo, sin soltar su mano, lo dejo durmiendo en el sofá.
Paso algunas horas tomado su mano y comienzo a sentir como los efectos de los cafés comienza a abandonar mi cuerpo, por lo que mis ojos se entrecierran del cansancio. Intento acomodar mi cabeza en la mejor posición posible, pero de igual manera me siento más que incomoda. Observo a Thomas y me encuentro con que está en el quinto sueño, así que tomo fuerzas para ponerme de pie, su mano nuevamente detiene mis pasos.
—Dijiste que no te ibas a ir — Murmura con los ojos cerrados —No eres buena cumpliendo promesa.
Mi rostro con rapidez arde y tengo la sospecha que está más rojo que un tomate, siento como mi jefe aprieta aún más fuerte mi mano con la intención de no soltarme. Se incorpora en el sofá aun sin soltar mi mano, hace que nuestras manos se entrelacen entre sí y no quita su mirada de mi rostro.
—¿Por qué quieres irte? — Interroga casi murmurando —Soy un imbécil, ¿no es así?
—No es eso, señor — Respondo rápido.
—¿Señor? — Arquea una ceja ante su pregunta —Te dije explícitamente que me dijeras Thomas.
—Ha tomado demasiado y debería descansar en su casa, aquí no es nada cómodo — Intento que mis palabras lo convenzan.
Me mira por unos cuantos segundos y me hace sentir más que incomoda a lo que intento mirar hacia otro lado para que nuestras miradas no se conecten. Suelta un suspiro como de cansancio y como puede se pone de pie, me veo obligada a ayudarlo para que no tropiece con sus propios pies.
Saca las llaves de su auto del bolsillo de su pantalón y me mira para luego sonreírme, intenta dar algunos pasos, pero es evidente que necesita mi ayuda y corro a su auxilio. Hago que su brazo pase por mi cuello y sostengo su mano con fuerza.
—¿A dónde quiere ir? — Pregunto mientras nos dirigimos a la cafetería.
—A mi casa, como tú dijiste — Contesta entre balbuceos —Te hago caso Julia.
—Usted no puede manejar — Le advierto seria —Ágata puede caminar, no me quiero imaginar cómo será pisando el acelerador.
Nuevamente, fija su mirada en mí y luego sonríe de lado, su rostro queda a centímetros del mío y temo por lo que pueda suceder.
—Tú manejas — Decide entregándome las llaves.
🌷
Como puedo lo llevo hasta su auto, lo dejo en el lugar del copiloto y antes de entrar al auto respiro hondo unos cuantos segundos. Mi primer auto había sido lo poco que mis padres habían podido pagar y tuve que venderlo para seguir sobreviviendo a la universidad. En cambio, este era un auto de lujo y la idea de estropearlo me da dolor de cabeza.
Subo al auto y Thomas parece morirse de la risa, ya que no hago más que encenderlo con mucho cuidado, pero no tardo en entrar en confianza con el vehículo. Comienza a conducir hasta que llego a la conclusión de que no tengo ni idea de donde vive mi jefe.
—¿Dónde vives? — Pregunto e intento no quitar mi vista del camino, pero en cuanto lo hago observo que Thomas duerme profundamente —Olvídalo, lo descubriré yo.
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Amar No Es Para Gordas ©
RomanceEl amor siempre fue algo a lo que me he negado, no tenia pensado de hecho no estaba en mis posibilidades amar a alguien. Siento que el amor debe ser mutuo y si ni siquiera yo puedo amarme a mi misma ¿Como podria amar a otra persona? Acostumbrada a...