Capítulo 8: Locuras en casa de Vegetta.

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Narra Nieves

Al principio todo estuvo normal, se separaron para hablar, todo parecía muy tranquilo, pero con el pasar de los minutos se fue volviendo un caos.
  Rubius se alejo para ir a hablar con sus compañeros, mientras yo me quedé en la silla callada, mirando mis manos como si fuera lo más interesante del mundo.

— Eres Nieves, ¿No? — asentí— Soy Akira,un gusto conocerte. — habló con una expresión tranquila.

— Gracias. — respondí tímidamente.

— No te pongas nerviosa, te presentaré a las chicas. — me agarró de la mano para guiarme al grupo de chicas que estaba en la cocina.

— ¡Kristina devuélveme mi sable! — grito una chica bastante baja de piel morena tratando de alcanzar una especie de palo de luz.

— Vamos no está tan alto estírate un poco. — dijo para luego sentir que la pequeña le golpeó un seno haciendo que suelte el sable. — ¡Estás loca enana! — la miro enojada y cubriendo sus partes.

— No, solo hago justicia.

  Akira carraspeó ligeramente para que todas le tomaran atención y seguidamente voltearon hacia mi.

— Ella es Nieves acaba de llegar hoy. — Me presentó corriéndose un poco para que pudieran verme, ya que me había escondido detrás suya.

— Hola. — Solté con la voz muy baja.

— Wow, eres tan chiquita y adorable. Soy Lana, mi compañero es Luzu. — dijo sonriendo.— Y ella es Mónica, vive con Auron, somos vecinas.
— La chica Mónica solo rodó los ojos.

— Un gusto. — sonreí.

— Nieves ¿te gustan las galletas? Pensamos con Lana hacer algunas.

— Dulce, ¿No crees que ya comió demaciados dulces cuando estuvo encerrada? — preguntó la chica de vestido negro alzando las cejas.

— Jamás son demaciados dulces  Kristi. — dijo la chica.

— Yo digo mejor algo de carne, es muy tarde como para desayunar ahora. — opinó la pequeña a lo cual la mayoria asintió.— Por cierto, soy Alexa. —le sonreí

— Bien, ocupemos los hornos de aqui.— apenas terminó de decir eso se escuchó una fuerte explosión.

— ¡Me cago en todo! ¡Willy! — se escuchó la voz de Vegetta gritar y junto a ella un par de risas.

— Lo que se va a armar aquí. — dijo Kristina mientras tenía una pequeña sonrisa.

— Si, pero no creo que se comparé con el primer día. Que suerte que no estuviste ahí.— mencionó Dulce mientras sacaba unas bandejas para comenzar a hacer la comida junto con Lana.

—¿Porque? — Pude escuchar como Mónica suspiró ante mi pregunta.

— Fue un desastre, fuimos de aquí para ya cómo muñecos de trapo. — dijo Kristina.

— Y sin faltar los lamentables coqueteos de Vegetta. — rió Dulce.

— De echo a mí me protegio mucho. No me dejó salir de su casa. — Akira habló con su característica voz calmada a lo que nosotras reímos.

— Seguramente te quería para él solo. — mencionó Dulce con una voz pícara.

— No. — dijo firmemente la pelinegra. — es que somos sus exclavas, estamos atrapadas aquí con ellos y lo estaremos hasta que nos maten. — Fue la primera vez que escuché la voz de Mónica.

— ¡Mónica! — gritó Lana — Eso no lo sabemos, solo hemos estado unos días aquí.

— ¿Encerio creen que nos dejarán salir? Akira tu misma lo dijiste, te dejo encerrada en una habitación. — Kristina dijo un poco alterada.

— No es exactamente así. — le respondió.

— Además no es tan malo, tiene acceso a todos sus cofres. Al menos Vegetta no tiene un monstruo mitad-gallina mitad-lagarto. Esa cosa ya me atacó unas cinco veces.

— Eh eh eh, con mi Jimmy no te metas. — Entró derrepente el chico de casco, junto con los demás.

— Entonces peleemos niño. — dijo Alexa para sacar su espada.

— Aquí nadie va a pelear, Alexa guarda eso, y Alex ¡Que te pongas ropa te dije! — grito Vegetta entrando a la sala.

— ¿Porque? Digo, no soy el único que anda mostrando su cuerpo. — miró a Vegetta pícaro.

  Mientras ellos peleaban me acerqué discretamente a Rubius y le susurré.

— Podemos irnos. — le miré con ojos suplicantes, y este asintió.

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 Uis... Tuve unos problemas para publicar ayer, perdón la demora.

Adiós Amores.

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