Capítulo 12: Barcelona.

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—¿Vi? —escucho y me despierto de golpe.

Mierda, ¿qué demonios acabo de soñar? Mi corazón está a mil por segundo, estoy bañada en sudor, cuando me centro en la realidad, Franco me mira de manera preocupado y curioso, pude notar que tiene una de sus manos en mi rodilla y yo aparto su mano mientras frunzo el ceño.

—¿Qué se supone que hacías con tu mano ahí? —pregunro totalmente a la defensiva y él ríe.

—¿Por quién me tomas, tía? No soy tan enfermo como piensas. —bromea. —Te desperté porque estás jadeando, también sudando y te movías muchos.

¡Por Dios! ¡Qué vergüenza!

—Ah... Sí, es que fue un sueño muy feo. —menciono y me pongo en pie, haciéndome una cola alta. —¿No tienes calor? —pregunto y me empiezo a abanicar con una revista que está en la mesa de la sala.

—El aire acondicionado está encendido en 20 grados, ¿tú que? ¿Estás loca? —dice y luego forma una sonrisa en sus labios. —O cachonda.

Yo lo miro con ganas de asesinarlo y le tiro un almohadón.

—Tú, Neandertal... ¡Me respetas! —menciono enojada. —No voy a tolerar que otro más me falte al respeto. —agrego mientras me giro.

—¿Qué? —pregunto y yo me volteo.

—¿Qué? —digo mirándolo, no pensé que me escuchara.

Él se levanta del sillón preocupado.

—¿Quién te faltó al respeto?

Yo no digo nada, me da pena.

—Venga, Vi, dime. —insiste Franco y yo suspiro.

Yo le cuento lo que Samuel me dijo solo porque Damián me vino a dejar acá al edificio. Cuando termino, él niega mientras bufa.

—Samu es un capullo. —dice Franco y yo pongo una mano en mi cadera.

—"Capullo" le queda corto. —comento rodando mis ojos y él asiente.

—Vi, no sé si soy yo pero esta mañana estabas cariñosa conmigo y ahora ni te sientas conmigo en el sofá. —me dice Franco mirándome a los ojos.

—Franco... —murmuro y él se pone en pie mirándome con la cabeza un poco inclinada, sus manos estaban en sus bolsillos y camina hacia mí unos paso, hasta quedar a una distancia corta pero no demasiada.

—Por lo que sea que estés pasando, no lo puedes ocultar, Ana Victoria. —me dice en un susurro y yo bufo.

—Estoy atrapada en una jaula, puedo salir, pero si lo hago lo único que voy a ocasionar es caos. —le digo mirándolo.

—¿Por qué no me dices? Vi, vivimos hace seis meses juntos, nos conocemos mucho en pocos meses que hemos estado conviviendo, no voy a decir nada. —me insiste y yo suspiro.

—No puedo, prometí guardar el secreto y ya rompí la promesa. —digo y miro al suelo. —¿Sabías que si yo prometo algo es porque de verdad puedo cumplirlo? Y ahorita estoy tan decepcionada de mí. —hablo con un estúpido nudo en la garganta.

Sí, sí, díganme dramaqueen y todo lo que quieran, pero, pónganse en mis zapatos, saber lo que sé y no poder ayudarle a Damián es una de las peores sensaciones que he tenido en mi vida.

—Hey... Hey, tranquila. —dice Franco tomándome de mis hombros y me abraza. —Una persona nunca se puede decepcionar de sí mismo, a veces nosotros somos el único apoyo al que podemos recurrir. —dice y se separa un poco de mí. —Pero este no es tu caso, yo puedo ser tu apoyo, siempre que quieras y aceptes. —me dice con una sonrisa, yo abrazo a Franco y suspiro, no quiero que me vea llorar, no me gusta.

Perdida en España. #1 (¡Completa!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora