—Él no me da buena espina. —la voz de mi madre a mi lado me saca totalmente de mis pensamientos.
—¿Qué? —pregunto mirándola, ella trae una bata de dormir y una taza con té en su mano.
Ya es de noche, muy de noche, yo no puedo dormir a pesar que bailé, reí y tomé en la fiesta de mi madre, entonces me hice un té de tilo y fui a tomármelo al corredor de la casa de mi madre, mi casa, ella llegó ahí.
—¿Puedo sentarme? —pregunta mi madre y yo me rio.
—Claro, mamá. —le digo y me hago a un lado, estamos sentadas en una banca de madera.
—Me dijiste que no me ibas a mentir más, Ana Victoria. —me advierte y toma un sorbo de su té, yo sé muy bien de lo que está hablando, yo solo veo el té que hay en mi taza.
—Primero... ¿Por qué no te da buena espina? Mamá, has visto como es de bueno conmigo, se lleva bien con Aurora, con Rodrigo, con Violeta. —le digo cambiando un poco el tema y ella asiente.
—Sé que es buen hombre, se le nota, pero hay algo en su mirada que no logro descifrar, él te ama, eso está más que claro, pero hay algo que oculta y lo tiene bien enterrado. —comenta ella en un susurro y yo suspiro.
—Mamá. —digo mirándola y ella también me mira. —Con que me ame tiene que ser suficiente, ¿no crees?
—Hija, te lo digo solo para que estés prevenida, las personas somos cajas de sorpresas, aunque se vea hermosa puede que la sorpresa no sea tan agradable. —me dice seria y yo la miro.
—¿Qué me estás dando a entender? —cruzo mis brazos.
–No estoy diciendo que con él fuera así, bueno eso espero. —esto último lo susurro y yo la miro asombrada.
—Mamá, a veces las sorpresas no son tan agradables y no es porque sea fea, si no porque a veces es muy cruda. —digo y tomo de mi té, ella me mira y suspira.
—Mamá siento que estas juzgando sin saber.
—Y yo siento que nosotras las mamás nunca nos equivocamos. —agrega y yo suspiro.
—Ay ma...
–Dime, Vi, yo sé que hay algo más. –dice mi madre, ella fue quien me trajo a este mundo y conoce cada detalle de mí, es gracioso porque en serio no entiendo cómo hacen las madres pero siempre saben que escondemos algo.
—Tiene 36 años. —le confieso y ella me mira con una ceja arriba, está asombrada.
—Ya decía yo... Se ve muy joven, pero hay ciertos aspectos que con los años no se pueden ocultar, me impresiona porque su manera de vestir, muchas actitudes y manera de ser es como las de un chico de veintiocho años, pero si lo amas, no te lo puedo prohibir, ya tienes veinticuatro años. —me dice ella con una sonrisa mientras me pone una de sus manos en mi cara y yo le sonrío. —Además, él no es malo, tus primos y tu hermana ya lo están aceptando. —agrega ella con gracia y ambas reímos.
—Bueno, vamos a dormir ya mamá... Son las dos y media de la madrugada. —mumuro riendo y cada una se fue para su habitación.
Yo me acuesto al lado de Franco y él está profundamente dormido, la pequeña lámpara de mi habitación hace que lo pueda ver, lo observo mientras recuerdo lo que dijo mi madre, ¿qué me puede estar ocultando? Luego sacudo mi cabeza, no voy a dejar que mi madre me meta cuentos.
Lo miro con determinación y en cinco años seguía siendo el mismo, sus labios, sus ojos, sus hoyuelos. Mierda, estoy tan enamorada de él, en serio nunca pensé que iba a enamorarme tanto de alguien y de nuevo, pero Franco era simplemente él y eso me hacía quererlo mucho, cuando una persona es única enamora más que cuando trata de ser como todos.
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Perdida en España. #1 (¡Completa!)
Teen FictionTan perdida en España como él en mi mente, pero hasta la burbuja de la fantasía más linda la estalla la cruel aguja de la realidad. Aquí es cuando me queda muy claro que todas esas películas de princesas y cuentos de hadas se equivocan cuando habla...