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Por la mañana, luego de varias horas de incomodo silencio y una noche de casi insomnio donde el nuevo compañero de Hans se anduvo retorciendo en la cama para arriba y para abajo, Hans estaba de mal humor. 

Cuando por el rubio se reconcilió con el sueño a eso de los 10 de la noche (Eso quiso pensar el Aleman, porque de reloj escaseaba) cerró los ojos y se dejó llevar por el mar de los sueños. Y en el primer sueño se vio así mismo en un bosque, sentado en un tocón de madera frente una mesita ridículamente pequeña con un juego de té en miniatura que parecía sacado de una tienda de juguetes; salvo que eran de porcelana pura y blanca. Un duendecillo le servía el Té. 

"Debes sentirte muy solitario allá abajo mi amigo" dijo el duende.

"No del todo, tengo un libro qué leer al mes, un patio para ejercitar el músculo y un compañero de celda nuevo cada tanto" 

En sus sueños la gente hablaba siempre en Alemán, y por ser su idioma materno lo hablaba a la perfección.

"Sin embargo, deberías relacionarte con otros de tu especie. No estaría mal" Propuso el duende del sueño.

"¿Relacionarme? Estoy en la cárcel. El hoyo. La prisión. El hueco de la desesperación. La gente aquí no es de corazón noble. Y los pocos buenos o inocentes no duran a menos que se hagan malos"

"¿Tú ya te has hecho malo?" 

"No puedes ser malo si te privas de hacer maldades. De eso se trata. Puedo pensar en clavar un tenedor de plástico a la gente que me mira mal o mirarlos el doble de feo y evitarme el problema. Cuando uno es grandote como yo puede intimidar"

"Bendito el estofado de res de tu abuela que te hizo alto como rascacielos. ¿recuerdas como eras de niño?"

"¡HA! ¿Qué si me acuerdo? Casi no, gracias al señor. Era enclenque y todos mis amigos eran enormes en comparación conmigo. Me tardé bastante de despegar. Aunque cuando te haces grande te debes acostumbrar al tamaño. Lo único que puedo recordar de pequeño era, definitivamente, lo rápido y ágil que era. Recuerdo que mis amigos jugábamos junto al río a las espadas de madera. Ellos intentaban darme, primero con cuidado, después con todas sus fuerzas. Se irritaban por mis estocadas de esgrimas veloces, que dejaban moretones y querían darme con todo aunque fuese una vez. Eran juegos rudos aquellos, juegos rudos y sin supervisión de adultos. En mi pueblucho eramos pobres. Las niñas jugaban con huesos, los niños con palos. ¡y ay de ti si eras niño y medio afeminado! Porque todos los demás te perseguían y te golpeaban. Pero nunca atrapaban a Hans; porque yo era el rayo del callejón. Ellos podían intentar pillarme pero yo les llegaba por detrás con el bastón del abuelo y les daba en la cabeza uno a uno. Inclusive di envestida con la punta de goma en sus apestosos culos de mastodonte. Ellos se sonrojaban de ira y me perseguían con sus pies torpes. Y yo canturreaba una mofa muy divertida siempre que hacía eso... era... cual eral?

"¡Oh! yo la recuerdo" dijo el duende "Les decía mientras corrían tras de ti: Eres mariquita, eso se pega. Eres Mariquita, eso se pega"

"¡HA! Qué tiempos aquellos. Cuantos culos gordos toqué aquél veranos con el bastón del abuelo". 

"Debes volver a buscar el bastón del abuelo, Hans"

El hombretón bebió el té de un único sorbo y dijo:

"Ya no soy un niño, no necesito el bastón. Además, aunque lo busque está en Alemania"

"Se acercan tiempos interesantes, Hans. Debes volver a ser el rayo del callejón y defenderte de los niños grandes"

"¿De qué hablas?"

ENTRE BARROTESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora