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Durante la noche Hans no pudo pegar el ojo. La constante sensación de incomodidad lo abrumaba.

Jamás tuvo miedo de las sombras ni la oscuridad. Uno no se siente solo en prisión, sabe que hay un montón de reos al rededor. Aún así, en medio la penumbra, en la noche eterna, en la única celda 006 del pasillo, el único hueco que conservaba aspecto carcelario, Hans se recostó en soledad. 

El peluche le servia como almohada y el chándal lo mantenía abrigado del frío.
Podía escuchar el chasquido de madera en celdas contiguas, a otros presos cambiar de posición en cama. Y podía escuchar también un grillo, allí en la oscuridad, enloqueciendo a quien pudiera oír.

En medio de la noche intentó pensar en cosas. En la señorita Almodoba y en sus estrategias de quebranto psicológico. Sin embargo nada se le ocurría. No era capaz de llegar a una conclusión lógica.  Y estaba tan cansado... y tenía tanta hambre... ¿hacia cuántas horas no comía? La litera de la celda 006 original le daba nostalgia. Al menos el cuerpo grande y abultado estaba acostumbrado a ella. Aquí, a pesar de tener mucho espacio y pesar mucho menos, el colchón de repente se le antojaba peludo, incómodo y delgado. Las barras de metal bajo la espuma se sentía duras hoy más que nunca. La preocupación era real. La incertidumbre era real. El miedo era real. Miedo. ¿Miedo de qué? Sintió miedo apenas entró en aquel recinto. ¿Por qué? ¿Era miedo a ser un conejillo de Indias? ¿Miedo a la muerte? ¿Miedo a la señorita Almodoba quizás?
No durmió bien en toda la noche. Y en la madrugada, cuando logró pegar el ojo tuvo un sueño espantoso. 

Donde todo a su alrededor era negro sobre negro, y lo único visible era la figura camuflada de Almodoba acercándose una sonriente. Se acercaba más, y más... y más. Sus pasos eran perfectamente audibles. Intentó darse la vuelta pero a donde quiera que se giraba ella aparecía, como si fuera parte permanente de su campo visual. Y mientras ella venía, una voz lejana y alterada se oía a lo lejos. "HIJO NO" los pasos eran más audibles "No la veas" su rostro se distinguía. "No la veas a los ojos" la sonrisa se enganchaba "No la veas a los ojos" su dientes eran de bestia: Afilados y en punta "no la veas" y un rastro de sangre coagulada entre diente y diente "a los ojos" y sus grandes ojos amarillo eran...

—Mi muchacho ¡arriba que es hora de comer! —escuchó cantarinamente a Almodoba. Y al abrir los párpados la vio acariciandole la mejilla, mirándolo con esas pupilas dilatadas—. Ya debes levantarte dormilón. Ufú.

Hans se sacudió con espanto y se movió rápidamente al borde de la cama. Casi se cae y la sangre se sacudió en su cuerpo tan repentinamente que se mareó y empezó a ver destellos en medio de una visión borrosa. Almodoba lo sostuvo por hombros para que no se cayera, y cuando sus rostros se cruzaron, ella, complacida desde arriba. Él, espantado y mareado desde abajo. Hans sintió que podría vomitar si algo hubiera tenido en el estomago. Cerró los ojos con fuerza e intentó respirar profundamente, mas sintió que sus pulmones no cogían el aire suficiente.

—Pequeño Outsider. Qué agitado estás... y qué grandes son estas ojeras, ufú. ¿No pudiste dormir bien anoche? 

Hans sacudió la cabeza de un lado a otro sin poder abrir los párpados. No quería ver.

—¿Por qué no me miras? ¿Estás cansado todavía, ufú?

JA... Ja. Hans cansado —dijo con voz temblorosa, sentía que los hombros le hormigueaban. Allí donde ella tocaba—. A Hans le molesta la luz. Problema de la vista... retinas ser débiles.

ENTRE BARROTESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora