Harry estaba agazapado en la cama, con la mirada fija en un simple agujerito en la pared. Este día traía una camiseta verde lima, con un dibujo impreso de Scooby Doo en el pecho. Él siempre odió ese programa en su juventud, pero recientemente vio un par de capítulos en la sala de juegos; no era el programa clásico, más bien era una reimaginación del concepto con los mismos personajes y una animación actual. Uno pensaría que los programas para niños son bobos, pero este tenía personajes redondos y verdaderos misterios que duraban; nada de misterios episódicos de una sola vez. Descubrió el remake por casualidad cuando redactaba su testamento la semana pasada.
"A mi amada prima Pachita... le dejo todas las posesiones materiales que me quedan... O sea, absolutamente ninguna, porque ella me robó la herencia de la familia. Espero te pudras en el infierno Panchita. Mi última voluntad es que me quemen y te arrojen mis cenizas a la cara. Tal vez así con suerte mi carne chamuscada te deje ciega; bruja"
Fue verdaderamente rápido escribirlo.
De pronto se encontró con que la pantalla estaba transmitiendo una nueva versión del perrito en caricatura que tanto odiaba... y no pudo parar de verlo. Todos los días transmitían un capítulo nuevo y él religiosamente se sentaba en la sala de juegos a mirar el show. Pero al quinto día no lo transmitieron porque era fin de semana. Por ello, en su afán, fue hasta Almodoba y le preguntó si podía conseguir le serie entera en Internet o algo así. Ella lo miró fríamente con centelleantes ojos por un instante, de pronto sonrió y se puso en cuchillas frente a él para quedar frente a frente.
—Veo que estás muy decidido. Ufú. ¿Qué te parece esto? Juguemos un juegos.
—¿Un juego?
—Juguemos a los detectives —dijo ella—. Esta mañana puse un Pie de limón a enfriar en la mesa de la cocina. Fui a buscarlos platos y los cubiertos para poner la mesa pero, al volver el Pie se había esfumado. Encuentra al responsable y te verás todos los capítulos de tu programa favorito.
—¿Es en serio? —preguntó él, sintiendo que le estaban tomando el pelo.
—Muy en serio —aseguró ella.
—¿Dónde está la trampa?
—¿Alguna vez te he engañado? —desafió ella.
—No lo sé. Quizá engañas muy bien —pensó él.
—¡Ju, ju, ju! Picarón. Ahí me has atrapado, ufú. Pero te garantizo que cumplo mi palabra siempre.
—Trato hecho pues.
Harry buscó por todo el módulo C el dichoso pie. En la basura, en los baños, en la sala de juegos. Interrogó personas para que sus testimonios arrojaran luz sobre el asunto, pero nadie vio nada, era muy temprano en la mañana cuando el incidente ocurrió. La mayoría de los reclusos es despertado con el sonido de la campana matutina, pero las puertas se abren solo cuando suena. Todos en sus celdas se levantaban con sueños y se toman su tiempo para ir a desayunar, porque Nana nunca tiene lista la mesa apenas suena el timbre, sino que cocina antes que suene y empieza a ponerla momentos después del sonido, a sabiendas de que nos tardaremos. De modo que... la persona responsable del pie tuvo que haber sido una que acostumbrara despertar temprano, que no durmiera mucho y que, además, también fuera lo suficientemente glotón para apoderarse de un pie de limón. La única persona que cumplía los requisitos de glotenería extremos por ahí era Iván El Gorilla. Y lo hubiera interrogado a él también de no ser porque que ambos compartían celda y, para la hora del robo, Iván aun dormitaba en cama. El pobre tartamudo tenía el sueño.
Así pues que no tenía pistas, pero las piezas cayeron en su lugar a la hora de las duchas. Mientras todo dios buscaba aprovechar el agua caliente, Harry se metió sigilosamente en las celdas de los más glotones después de Iván, era el último lugar que faltaba por buscar, lógico, a nadie le gusta que urgen en sus cosas.
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ENTRE BARROTES
General FictionHans vive tranquilamente sus días de confinamiento en la celda 006, la celda maldita, según dicen algunos reos. Todos los compañeros de Hans están muertos ahora. La vida es sencilla, hasta que llega a la celda 006 un niño rubio y errático, completam...