Pete El Loco escribía sus ultima memorias en un cuaderno amarillento con hojas sueltas y tapa blanca desgastada; de portaba tenía un cachorro de raza fina, una raza cuyo nombre desconocía, como mucho sabía que era un perro tamaño taza de té, de esos que la gente cochinamente rica mete en esos bolsos tan minúsculos. Pensar que los recuerdos de su vida estuvieran escritos en una presentación tan corriente le daba desasosiego, toda su existencia parecía tan mundana al leerla en un cuaderno... Pero nunca al escribirla. Al Escribirla era como revivirlo todo otra vez, quizá con pistas nuevas o con eventos que no estaban ahí antes, la mente es engañosa. Eso aprendió de escribir. Tristemente la letra con que escribía mejora al tiempo que los errores ortográficos aumentaban. Los recuerdos dejaban de ser fiables. Para colmo, sucedió lo que temía; si se devolvía a las primeras páginas del diario no recordaba en lo absoluto que los eventos relatados ocurrieran, ni tan siquiera que el acto mismo de escribir aquello fuese ocurrido. El olvido lo había alcanzado, este era el final del viaje.
Añoraba, vergonzosamente eso sí; un banquito de madera y una soga. Así aceleraría las cosas en lugar de afrontar el destino incierto que tenía por delante. Sería pronto un vegetal, o un chico sin memoria. Le asustaba vivir después de que la última remembranza dijera adiós, la última noción de la realidad era la importante, ya que al perderla no sabría donde estaba parado.
Dos opciones posibles llegaban a su mente cuando releía las páginas intermedias de su manuscrito. La primera conclusión que sacaba sobre su destino es que sería caótico, perdería la noción de su alrededor y luego su cerebro se pudriría hasta no ser otra cosa que un vegetal, igual que su tío Martin, o su otro tío Frank, su tía Margo; como su abuelo por parte de madre, o como su bisabuelo... o como su abuela por parte de padre. Todos con demencia senil. Todos perdiendo el ancla, metidos en un mundo de miedo en cada esquina. De sombras que se mueven por el rabillo del ojo, de recuerdos que vienen y te hacen creer que estás allá en el pasado lejano. La otra opción, la menos triste, es que pierda sus recuerdos pero no la mente. Podría seguir pensando sin saber quién era. Sería triste, porque sería un hombre sin recuerdos en el cuerpo de un niño... y al final del día solo sería eso, un niño. No más pasado, no más dolor. ¿Hasta qué punto se puede olvidar? ¿En qué momento deja de ser tan triste?
"Querido Diario, Adiós para Siempre.
Con cariño: Peter Von Yord. Hijo Markus y Riana Von Yord. Último miembro de la gran dinastía Von Yord, prontamente extinta. Jamás debí haberme cambiado el nombre a Peter Reyes, hoy más que nunca necesito recordar quién era. Y a ti... que lees mis memorias. Siento decepcionarte; no te diré donde enterré los 10 millones de euros y las joyas. No las necesito a donde voy pero, están mejor enterradas, igual que yo"
—Me llevaré la fortuna a la tumba para que nadie pueda usarla —se dijo así mismo cerrando el diario.
Se levantó, escondió su manuscrito bajo la almohada y acto seguido estiró la mano izquierda, la tenía encambrada después de escribir tanto. Salió de la celda y pasó por la sala de juegos con destino al comedor, siempre había una jarra de agua fría con hielos en la mesa grande, a veces también unas mandarinas para quien quisiera. Sin embargo, fue detenido repentinamente por una voz que lo llamó desde el último mesón de la sala. Al llegar allí Pete El Loco se encuentró con el mudo Harry Mendez.
—Pete, oye ¿estás desocupado? —preguntó Harry monótonamente.
—Harry Potter, digo, Harry Mendez. ¿Qué cuentas? ¿Ya encontraste Hogwards? —Saludo El Loco con soltura.
—¿Qué es Hogwards? —preguntó Mendez sin mucho animo.
—No importa, sino sabes lo que es no vale la pena mostrarte. Pero en inglaterra es algo muy popular.
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ENTRE BARROTES
Ficción GeneralHans vive tranquilamente sus días de confinamiento en la celda 006, la celda maldita, según dicen algunos reos. Todos los compañeros de Hans están muertos ahora. La vida es sencilla, hasta que llega a la celda 006 un niño rubio y errático, completam...