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Escoltaron a los reos al interior del edificio. Más de uno intentó escapar pegando lacarrera. La nueva juventud de algunos les llenó de confianza para intentarlo. No llegaron muy lejos indudablemente. Los guardias tenía pistolas aturdidoras y cachiporras. Fue un espectáculo penoso y mal ejecutado. Hans supuso que ser joven también podía significar ser un tanto idiota u, tal vez, apresurado. Claro que todos querían escapar. ¿Reducción de condena por ser un conejillo de indias? Incluso él, la persona con más deseos seguir las reglas para no ser fichado como un problemático, entendía que esta era una situación inhumana aún sin vivirla. El concepto por si mismo era aterrador y apestaba a gato encerrado.

En el interior del edificio había un gran vestíbulo principal en la plata baja, también pintado de vomitivo amarillo pastel y adornado con dibujos animados de los años 90. Olía a pintura y a escuela primaria. Qué combinación tan asquerosa. 

Una guardia con voluminosas tetas y cara de perro dio un paso al frente a la aglomeración de jóvenes delincuente rejuvenecidos. Observó el tumulto de extremo a extremo, como analizando. Sostuvo una libreta de la cual colgaba un bolígrafo negro y empezó a decir:

—Serán divididos en tres grupos. El grupo A. Que se formará enfila india a la derecha. El B que se formará en el centro y el C. Que se formará a la izquierda. Los iré llamando uno a uno por nombre y darán un paso adelante. Después tomarán su lugar en la fila. ¿Entendido?

Nadie respondió. A los guardias uno nunca sabe si responderle o no. Después de todo, cada cosa que digas parece ofender sus débiles egos. Cuando vistes de naranja, no tardas en darte cuenta que hay tres tipos de guardias. El primero es que gato asustado; que te tiene miedo, mucho miedo. Te tiene tanto miedo que no duda en darte una paliza para olvidar que tiene miedo y de paso, te trata como basura. Después tienes al segundo tipo, que por tener el uniforme azul te ve como alguien inferior y te trata como alguien inferior. Y por creerse el mejor, te golpea como la escoria que eres. Pero más suave que el gato asustado. Y después tienes a los nobles. Son unos guardias que se encargan de tratarte con respeto hasta donde se puede y no te golpean por placer o miedo... Son un mito, no existen. Hans nunca ha conocido uno de esos... pero sería muy bonito que existieran ¿verdad? No, ser guardia de prisión no es un trabajo para cualquiera. Esa mujer de tetas grandes, seguro que es del segundo grupo.

—Fernandez Hugo y Fernandez Carlos —los dos personajes dieron un paso adelante-. Ambos, grupo A. Tello Manuel. Tú al grupo C. O'niel Jake. Grupo A.

Y así fueron pasando la lista de nombres y todos terminaron agrupados en tres grupos. Pero no fue hasta este punto que Hans se dio cuanta que Anthony no se veía por ninguna parte.  Ni en la fila A, ni la B, ni en la C. ¿En qué momento había desaparecido? ¿Fue el último en salir del bus? Estaba tan distraído atento a lo que ocurría en este lugar tan siniestro que no se percató de su ausencia. Con la mano jodida, Anthony debía estarla pasándolo mal. Hans empezaba a creer —a su pesar— que jamás volvería a verlo. 

"Los que duermen en la 006 están malditos" Escuchó decir una vez a Pete El Loco en el patio. ¿Qué había sido de Pete? Había desaparecido por alguna razón.  ¿Hacía cuanto?  Hans empezaba a creer que tenía un caso prematura de demencia senil. De repente no recordaba tan bien como antes.

—Grupo A, sigan al guardia Orozco. Grupo B, siganme a mí. Y Grupo C, sigan al guardia Gutierrez.

Fueron separados por tres caminos distintos. Tal parece que fue por tamaños. El grupo A estaba hecho de los altos y los que aparentaban más edad. Los del B aparentaba estar formados por chicos un poco más jóvenes que el A y, como podrás adivinar, el C era al grupo de los más "jovenes". Hans estaba entre ellos. Y otra preocupación rodó por su cabeza. "Si califican a Anthony por su tamaño tiene posibilidades de quedar en el grupo B y no en el C conmigo. En grupos distintos no creo poder protegerlo".  Para estos momentos Hans no se cuestionaba por qué le importaba tanto Anthony. Así era y ya. No deseaba sopesarlo porque, de hacerlo, empezaría a pesar que quien estaba maldito era él y no la celda 006.

ENTRE BARROTESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora