Al salir de la habitación de remedios sin encontrar ningun archivo que hablara sobre la droga que les habían metido en el bus, Hans se sintió decepcionado. Perdió bastante tiempo sacándole información a ese gandul de Gutiérrez.No estaba orgulloso de lo que había hecho pero lo volvería a hacer de todas formas. Después de todo, ellos les hacían cosas peores a los reclusos.
Hans se detuvo en seco al encontrar la figura negra y alta de Almodoba frente el armario de medicamentos, esperando.
—¡Nana! —se sorprendió Hans, pegándose a la pared, no podía bajar la guardia— ¿Qué haces aquí?
—¿Tú qué crees que hago aquí? Ufú.
—No será para castigarme... — se aventuró decir con un nudo en la garganta.
—Eso luego... —explicó— Sin embargo, Me has despertado del apetito desde hace rato.
—¿El apetito?
—Así es ¡Ju, ju!
Los dientes de Nana volvían a ser afilados como dientes de piraña. Un hilo de baba se deslizó por la comisura de sus labios cuando abrió la puerta y encontró a Gutiérrez inmovilizado sin poder hablar ni moverse. Como si hubiera olvidado cómo se controlaban los músculos de su cuerpo. Al ver a Almodoba entrar lentamente, el miedo se reflejó en su cara. Espasmos involuntarios sacudían a la víctima, que parecía ser un insecto atrapado en la red más sofisticada del mundo, retorciéndose ante presencia de una viuda negra dispuesta a chuparse la vitalidad de su ser.
—Nana, ¿qué vas a hacerle? —preguntó Hans.
—Voy a encargarme él... —dijo acariciándole con ternura el pechoa Germán Gutiérrez, para acto seguido meter los dedos hondo en su abdomen cual si la carne que lo componía estuviera hecha de mantequilla—. Estuve toda la semana deseando una oportunidad para probar esta carne...
Hans trastabilló y cayó de sentó en el suelo frío y duro. ¡era real! Lo estaba matando. ¡Se lo iba a comer! Era Real... ¡era real!
—Nana... saca tu mano de su pecho... Nana me asustas mucho. —Le dijo Hans, a modo de súplica.
—Mi querido Hans —replicó ella mientras pasaba una larga lengua reptilana sobre el rostro inexpresivo de Gutiérrez—. Me has demostrado que eres muy... muy interesante. Aunque has montado berrinche allá arriba... vienes y me dejas el almuerzo listo. Gracias. Ufú. Ahora sé un buen niño y cumple con la apuesta. Debes encontrar a Jefe ¿recuerdas? Es el que dirige la anarquía del primer piso. Seguro no tendrás problema en encargarte de él. Eo fin justifica los medios ¿no! Ufú.
La puerta se cerró sola. No sin que Hans viera... o creyera ver, a Almodoba sacarle el corazón de cuajo al guardia y darle un mordisco que chorreó sangre en demasía.
Hans caminó por el pasillo, mareado. Tenía ganas de vomitar. Se desmayaría... pero se obligó a sí mismo a continuar. Todo ese espectáculo que montó para sacarle la información a Gutiérrez funcionó. No, por supuesto que no iba a matarlo. Pero de saber que acabaría muerto al final, quizá solo lo hubiera noqueado en lugar de interrogarlo. Aunque una certeza consoladora vivía dentro de la mente del alemán: ella ya le tenía el ojo puesto. Ella ya lo quería para merendar. Con la ayuda de Hans hizo o no, de todas formas su destino estaba marcado. Al menos eso fue lo que pensó para desembarazarse de la culpa.
Si había algo bueno de estar olvidando cosas era que definitivamente quería olvidar eso que acababa de ver. Lo quería, pero no debía. Ya que era la confirmación del horror. Estaba viviendo junto a un monstruo que quería comérselo. Almodoba era la bruja del bosque y los engordaba para zampárselos. Pero... no sé los comía, los cuidaba. ¿Por que? ¿Acaso prefería hacerlo al final? ¿Acaso ella te devora cuando pierdes tus recuerdos? Dios, necesitaba salir de allí cuanto antes.
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ENTRE BARROTES
General FictionHans vive tranquilamente sus días de confinamiento en la celda 006, la celda maldita, según dicen algunos reos. Todos los compañeros de Hans están muertos ahora. La vida es sencilla, hasta que llega a la celda 006 un niño rubio y errático, completam...