Hans despierta con una alarma. La noche anterior Almodoba había anunciado la instalación de un pequeña campana en el pasillo de las celdas. Sonaría una vez por las mañanas, indicando la hora del desayuno y, por ende, la hora a la debían estar todos despiertos. También sonaría otra vez por la tarde, hora del almuerzo. Finalmente las celdas se cerrarían automáticamente a las 7:30. Por lo que, quien no estuviera en cama a esa hora, a no ser que Almodoba lo consintiera, se quedaría deambulando por los pasillos y tendría un castigo al día siguiente. Nadie sabía cuál era el castigo, no estaban de ánimos para romper las reglas en un entorno que hasta el momento era agradable. No hay rastro de peleas desde que todos los reclusos están en el módulo C. Y Almodoba le caía tan bien a algunos y asustaba tanto a otros que era mejor no ponerla de mal humor. Hans sabía bien de lo que era capaz esa mujer cuando se refería a castigo. Sin embargo, tenía el presentimiento que el uso de la fuerza era la punta del icebergs. Alguien como ella seguro gozaba de un Arsenal de tortura tirando entre lo medieval y clásico del siglo pasado.Al incorporarse, Hans escuchó gimoteos procedentes de la orilla de su cama. Incorporándose encontró a Sabino sentado y llorando a su lado.
Por el cálido tacto que sentía en el pecho y un vago recuerdo antes de caer dormido, se dio cuenta que Sabino se durmió abrazandolo toda la noche. Ayer por la tarde tomó una siesta y él lo abrazó mientras dormía. Al despertar para cenar y volver a la celda, le dijo que no lo volviera a hacer. Estaba claro que aprovechó el momento en que Hans volvió a caer como roca para abrazarlo.
—Oye, Kind ¿qué tienes? —preguntó Hans, acercándose—. Kind. Di algo.
Sabino gemía y moqueaba. Temblaba su labio inferior y su boca no transmitía ninguna explicación. Habría que adivinarla.
—¿Tuviste pesadilla anoche? —preguntó el alemán.
El niño lo negó con la cabeza.
—Tienes hambre entonces —declaró.
Otra negativa.
—¿Tienes miedo de algo?
Otra negativa, seguida de un gemido gritado.
—Estás enojado o frustrado por algo —adivinó.
Sabino respiró hondo. Se limpió las lágrimas y asintió débilmente.
Hans tenía una corazonada. No quería llegar a esos extremos pero sería una forma rápida averiguarlo.
Se ubicó detrás de su espalda; estiró una mano y estrujó la parte delantera del abultado pañal. Estaba empapado. Había vuelto a mojarse mientras dormía.
—Tonto... —se lamentó el rubio consternado—. Anthony muy tonto.
Se empezó a dar manotazos en la cabeza lleno de frustración. Odiaba ser así. Despreciaba sentirse como un retrasado. Estaba enojado consigo mismo.
—Sssshhh. Nicht —le dijo Hans, abrazando a su compañero para consolarlo. abandonando la idea de que Anthony era un hombre maduro. No podía permitir que se derrumbara, si él se derrumbaba los dos estarían fuera de juego. Porque Hans aun o se daba cuanta, pero había olvidado su número de seguridad social y puede que otras cosas sin importancia—. Anthony no debe decir eso.
—Anthony tonto. Inútil —insistió.
—Sshhh. No es cierto. No.
—Ja! Anthony tonto. Muy tonto —Se lamentó.
—Nicht. Anthony muy listo —replicó Hans—. Anthony ser chico listo e importante. No eres tonto por mojar durante la noche.
—Pero...
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ENTRE BARROTES
Fiksi UmumHans vive tranquilamente sus días de confinamiento en la celda 006, la celda maldita, según dicen algunos reos. Todos los compañeros de Hans están muertos ahora. La vida es sencilla, hasta que llega a la celda 006 un niño rubio y errático, completam...