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Fueron escoltados a otro gran salón. El grupo recién llegado el día anterior no entendía de que iba al asunto. Los que llegaron antes, trasladados de otras cárceles, ya iban a lo suyo y se buscaban qué hacer.

En la habitación había juegos de mesa. Un par de ajedrez, un Parchís, un monopolio, el juego de la Oca y mazos de cartas. Un mazo de póker y el otro de tarot.

Había mesas esparcidas por el lugar y mucha silla para sentarse. 

Había un puf azul y un televisor en la pared que transmitía dibujos animados.

Había una maceta con una plata que crece a la sombra también.  Y un par de ventanas con barrotes, obviamente.

Hans se subió a un banquito de madera,  aferró sus manos a los barrotes y contempló el paisaje. Allá afuera había pájaros que cantaban, una carreta desierta. Pasto amarillento que se marchitaba por alguna razón, posiblemente por productos químicos. El sol le daba en la cara tras los barrotes y una brisa rodaba su frente casi imperceptiblemente. Estaba en una prisión nueva, pero el exterior se sentía al otro lado de la pared. Estaba allí, tentándolo.

Se dio la vuelta para seguir explorando el panorama, percatándose así que Anthony no se movía de la entrada, confundido. Hans fue hasta él y lo tomó de la mano para que no se separara.
Aún no podia decir su nombre completo. su mente muy alejada, mas sus ojos estaban viendo a alrededor con duda.

—Ven por aquí, Kind. No te pierdas.

En todas direcciones los chicos pasaban el rato en partidas de juegos y con otros cachivaches por ahí. 

Tenían una mesa con chicos que se entregaron al hobby de escribir cosas en libretas usando crayones. Posiblemente eran diarios. Cerca de allí existía un círculo de individuos  sentado en el suelo con las piernas cruzadas. Se dedicaban a cerrar los ojos y respirar. El guía iba dando indicaciones y los otros respiraban más profundo, menos profundo, relataban los músculos e imaginaban lo que el guía describía. Era un círculo de meditación.

Al igual que todos los recién trasladados, Hans y Sabino no tuvieron idea de qué hacer. El lugar parecía una especie de sala de recreación. Al mirar en todas direcciones no pudo encontrar a la señorita Almodoba por ningún sitio. Momento perfecto para buscar una salida. Sin embargo, tenía demasiados testigos allí. Un lugar no muy fiable para fugarse.

—Puede que haya salida aquí.

Seguido de por Sabino, cogió un banquito y miró por cada ventana de la habitación. Tanteando los barrotes en  busca de uno flojo. Estaba recién soldados, por lo que era normal pensar que no había ninguno falseado. Sin embargo no eran demasiado gruesos. Pensó que si tuviera una segueta en 8 horas podría abrir una abertura para sacar el cuerpo. Ya no era tan gordo y alto después de todo. El cuerpo pequeño le beneficiaba. Aunque la caída de tres piso no tanto. No tenía cómo  bajar. Salvo quizá amarrando 5 sabanas de cada extremo y haciendo un buen nudo a los barrotes remanentes. Eso para llegar al patio. ¿Y el muro qué? Era imposible pasar por encima, estaba alto y electrificado. Y aunque lograra apagar la electricidad por un rato, ¿cómo subiría hasta allí? ¿Cómo cortaría el alambre sin unas pinzas? ¿Por abajo sería mejor? Puede ser. ¿Pero por cuanto tiempo te vigilaban aquí? ¿Había cámaras de seguridad en el edificio? Hans vio cámaras en la entrada, en el vestíbulo principal y en los pasillos que llevan a este. Pero en los lugares que corresponden al modulo C no encontró ninguna. O estaban ocultas o simplemente no se molestaron en invertir en este piso.

—¿Por qué no haber cámaras en módulo C? ¿Acaso no necesitar vigilarnos también?

Hans hizo la pregunta al aire, Pero Sabino frunció el ceño, como si intentara analizar esa pregunta. Aunque Hans no tenía idea si podía entender las palabras si quiera. Una lástima. Hans puso sus manos en los hombros del chico y le dijo:

ENTRE BARROTESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora