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Almodoba acababa de volver de los baños. Había preparado todo para que los chicos se dieran una ducha. Dentro de unos minutos anunciaría que las regaderas estabas abiertas. Entre tanto se paseó por las mesas, prestando atención a las partidas, a los chicos; a las cosas que hacían. Habló con un par que estaban discutiendo y les advirtió que los golpes no estaba  permitidos, y que el lenguaje debía ser más apropiado para caballeritos como ellos.

Afuera, tras las ventanas, el sol  brillaba  intenso. Aunque a ella le gustaría mejor un día de  lluvia, para sacar su paraguas y cantar "i'm singing in the rain"


Pasó junto una mesa de jugadores de ajedrez y le susurró al piezas blancas "Torre a torre a reina b6" y siguió su inspección. Los que tenían problemas ya se adaptaban. Los peligrosos empezaban a neutralizar su conducta agresiva y los suicidas empezaban buscar cosas qué hacer. Los recién llegados estaban adaptándose rápido a su nuevo orden de cosas. Sin embargo, uno que otro...


—Disculpe, ¡Disculpe! Emm  ¿Nana?


Ella se giró instintivamente sobre sus talones, con una gran sonrisa al percibir la solicitud de atención. Ahí encontró la pequeño Hans, con su amiguito. El par de ojitos esquivos.


—¿Sucede algo Hans? —contestó ella inclinándose a su altura.


—Sí, sucede que... bueno... ¡mirar usted misma! 


Entonces llevó a su amiguito delante de Almodoba a modo de escudo humano y puso pies en polvorosa. El pequeño Anthony tenía los ojos rojos, cara de pucheritos y una mancha oscura en los pantalones.


—Nana —balbuceó con voz quebrada—. Nana, Anthony muy tonto. 


Y lloró a moco tendido frente a ella. Limpiándose las lágrimas con las muñecas. Almodoba lo atrapó firmemente entre sus brazos.


—Oh, ssshh... pequeño. Ssshh. No digas esas cosas, ufú. No digas eso.


—Anthony... tonto —repitió el infante avergonzado.


Enterró la cabeza en su hombro y lo impregnó de saliva, lágrimas y moco. Ella olfateó el olor a consternación y se le antojó delicioso. Anthony era una pequeña fuente de confusión y remordimiento escondido que embriagaba los sentidos. Estaba necesitado de atención y cuidados hoy más que nunca.


—Mi pobre niño. Claro que no. Estás mareado nada más. No te preocupes. Fue un accidente.


—Cama, Anthony mojado... cama —lloriqueó con más énfasis. la forma inconecta de extresar sus pensamientos era entre enternecedora y lastimera.


Entonces ella empezaba a comprender. Aunque no lo suficiente. Se apartó un ligeramente para limpiarle las lágrimas y los mocos con una servilleta. Vio en esos portales verdes desesperación, amenazas, rencores y también camas mojadas. Anthony apartó la mirada al suelo, avergonzado. Ya entendía mejor.


—Creo que ya sé qué nos hace falta. Ven conmigo.


—¿Anthony? —preguntó el chico con intriga.

—¡Sí! Exactamente. Va a ser muy divertido. Lo prometo —aseguró ella.


Lo tomó en sus brazos. Estaba algo alto para el módulo C; Pero su mente era un laberinto lleno de callejones sin salida por el momento. Aunque parece ser que estaba demoliendo las barreras de una a una.

 
—Pronto podrás pensar mejor si tienes suerte, pequeño. Esos hombres malos te querían para cosas feas. Pero Nana está aquí para protegerte ¿entiendes? Quédate con Nana y nada malo te pasará. Se un buen niño para Nana —le susurró al oído. 

ENTRE BARROTESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora