Los pasillos estaban tranquilos. El turno acaba de empezar y tenía pinta de ser como todos los días: desértico. Las cámaras de seguridad eran tan escasas en el mudolo B que eran casi inexistentes, al menos en lo que corresponde al pasillo. La mayoría de las inversiones en seguridad se hicieron en el módulo A. En el módulo B, que era muy estrecho, no se necesitaba tanta seguridad. Al fin y cabo estaba lleno de reos sedados.
El trabajo de guardia tenía buena paga. Venías, te paseaba de aquí para allá en el pasillo vigilando que todo estuviera en orden, y la mayoría del tiempo era así, para que a fin de mes te den un jugoso cheque. Sin embargo no era fácil ser contratado por lugares como estos. Había que tener tripas para mirar a otro lado cuando los reclusos pataleaban y se retorcían para que no les pusieran una inyección. Era doloroso verlos al principio. Pero si te mentalizabas, como Gutiérrez había hecho, te liberabas del remordimiento. Al final del día esos eran criminales, se merecían lo que les pasaba. Era por el bien de la ciencia... posiblemente. Los científicos del lugar tampoco eran muy parlanchines que digamos. Normalmente se encerraban en el laboratorio del subsuelo a desarrollar quien sabe qué cosas y a investir quién sabe qué locuras. ¿La cura para el virus que torturaba a medio mundo? Posiblemente no. Llevaba días de guardia por aquí y no veía indicios de que los estuvieran analizando para eso. De hecho, los científicos estaban más interesados en meterles cosas que en tomarles muestras. No es que Gutierrez fuera un experto, desde luego que no. Pero todo aquello se le antojaba muy extraño.
"Han mutado", dijo un tipo una vez "Sus organismos son distintos. Su sangre es distinta. Pueden sobrevivir a cosas que niños normales no pueden" y con razón, por que no eran niños en absoluto, eran vejestorios con trajes de cuero nuevos "Sus cuerpos se recuperan el doble de rápido que el de un humano promedio. Son capaces de sobrevivir incluso a sobredosis más elevadas de medicamentos que los adultos".
A Gutiérrez le daban asco. No sólo habían rejuvenecido, sino que esos monstruos ahora eran como cucarachas, resistentes a todo. Los científicos estaban interesados en ver cuál era su límite y los sometían a todo tipos de pruebas horribles. Tan horribles que no sobrevivían. Los del módulo B eran los más desgraciados porque estaban en constante experimentación, no eran muchos tampoco. Iban escaseando. Ser recluso y sufrir los efectos del virus de la juventud no era bueno en esta época. Para nada.
El policía daba gracias de que las paredes del edificio fueran a prueba de sonido para no escuchar los gritos. Era un milagro que él, como la mayoría fuera de esos 79% de la población del país que era portador del virus sin sufrir los efectos. Todos los que trabajaban aquí eran portadores asintomáticos. Por lo que se ve, si el virus no se ha activado durante las primeras 72 horas es que no se va a activar nunca. Al menos eso es lo que se sabe. Quizá haya otro gatillo del que desconocen los medio. Todo lo que sabía el guardia era que no había un botón mágico para revertir el efecto. Envejecer es la respuesta, supuso el guardia, si es que eso era posible con los nuevos super chicos.
Gutiérrez caminó por el pasillo silbando, cuando de pronto escuchó algo. Era... un murmullo.
Se aproximó al murmullo y entonces escuchó que algo grande se arrastraba por ahí. Por alguna parte.Miró en todas direcciones buscando al causante. Estaba tentado a llamar refuerzos, pero eran muy pocos guardias en el lugar. Ni había mucho qué controlar tampoco, salvo en el módulo A. Actualmente estaba en anarquía total y los reos tomaron control del piso. La mayoría de sus compañeros estaban lidiando con los adolescentes rebeldes y peligrosos. Además, no quería arriesgarse a dar un falso positivo en medio de una situación caótica. Así que estaba por su cuenta, Gutiérrez y su cachiporra, como siempre.
Escuchó el sonido de nuevo, In crescendo. Demasiado confuso. Caminando por los pasillos no encontraba nada aparte de puertas cerradas. No existía forma de que estuviera algo arrastrándose en las habitación, todos los reos estaban dormidos a esta hora. Y la posibilidad de que un intruso hubiera entrado era nula. El único medio de entrada y salida era el elevador. El sistema era seguro y perfecto. Sin huecos. Demasiado perfecto en realidad. Gutiérrez a veces pensaba que si había un corte de luz repentino todos se quedarían atrapados donde estaban... pero para eso estaba la energía de reversa. ¿Pero y si algo pasaba con esa energía también?
Cuando uno es guardia de pasillo y le duelen las piernas, tiene que pensar cosas para distraerse. En un lugar sumido en la calamidad, normalmente no se piensa en unicornios.
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ENTRE BARROTES
General FictionHans vive tranquilamente sus días de confinamiento en la celda 006, la celda maldita, según dicen algunos reos. Todos los compañeros de Hans están muertos ahora. La vida es sencilla, hasta que llega a la celda 006 un niño rubio y errático, completam...