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—Veo, Veo... con mi ojito pizpireto —cantó ella, con un ritmo apagado y fúnebre—. Un niño escurridizo y travieso.

—Eehh... —el corazón del alemán estaba apunto de desgarrarse por la agitación. Había escapado del electro shock por los pelos para entrar en la boca del lobo nuevamente. No sabía exactamente si su esfuerzo por escapar del primer lobo no lo empujó sin querer al de uno mucho peor—. Hans puede explicar... No ser lo que parece.

Ella se acuchilló para examinar detenidamente la tarjeta de acceso que le colgaba del cuello al travieso muchacho. Él estaba esperando que abriera la boca y mostrará un sin fin de pequeños dientes afilados para arrancarle cabeza de un mordisco. Estaba de rodillas ante su posible ruina.

—¿La explicación es que entraste a mi habitación y robaste mi tarjeta de acceso para pasearte por ahí?

—Emmm... Ja? Puede ser.

No sé le ocurría nada. Al menos esa explicación no delataba el conducto de aire que descubrió. Sin embargo, no podía amortiguar la gravedad de sus actos. Había escapado del módulo de C.

—Hans ¿por qué harías eso? Sabes que lo hombres de allá afuera quieren hacerte cosas feas —Interrogó Minerva.

Ja, pero...

Ellas acarició una de las mejillas sudorosas y empolvadas del alemán con los nudillos, suavemente.

—Además, ¿no te parece lindo este módulo? Tienes comida deliciosa, pronto una cama dónde dormir, muy calentita y cómoda; como todo un rey. Un compañero que depende de ti. Muchos amiguitos y juguetes y una Nana que te cuida. Aunque... claro, no llevas aquí tanto tiempo para darte cuenta de eso, ufú.

Hans no sabía qué decir, estaba aterrado.

—¿Tienes idea de lo que pasa a los chicos como tú en otros módulos? ¿Lo que los niños soportan?

Hans negó lentamente con la cabeza.

—Les  hacen cosas malas. Hans. Les inyectan con agujas cosas raras. Los hacen beber químicos peligrosos. Los amarran y los someten a electro shockes... ¿te gustaría que te sometieran a electro shokes, Hans? ¿Te gustaría que te dieran el tratamiento del siglo pasado para la homosexualidad y la demencia? Porque es un acto de demencia lo que hiciste. A lo mejor hay que curarte.

Hans bajó la cabeza de golpe. Mirando sus propias manos plateadas en el suelo. Había olvidado por un segundo no mirarla nunca directamente a los ojos.

—Lo siento. Yo... no sabía. Y no hice nada malo, lo juro. Estaba... buscando información.

—¿CUÁL información? —Presionó ella con curiosidad.

—Sobre Anthony —Confesó Hans—. A Hans preocuparle Anthony. Hans querer saber si se pondrá bueno o será para siempre lo que tiene.

"Y para encontrar una salida. Eso también es importante" pensó Hans con los ojos fijos al suelo.

—¿Solo buscabas información? ¿Es todo? ¿Seguro?

—Pues... —Hans se levantó, temblando. Extrajo el maní y los dulces de sus bolsillos y se los mostró a Almodoba—. Hans gustarle mucho las chuches. Mutter de Hans darle dulces a veces... Ja... A veces Hans extraña su Mutter.

Almodoba tomó las golosinas de las manos del chico y las miró con cuidado.  Después se las guardó en el bolsillo de los faldones. Quedaron confiscadas.

—Si quieres dulces pídemelos a mí.  Toda lo que se come allá afuera, en especial dulces, están envenenados con algo. No te has comida nada de esto ¿o si?

ENTRE BARROTESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora