20 | El amor es un riesgo

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Bienvenida a mi templo — dijo dando una vuelta sobre sí mismo con los brazos abiertos.

— ¿Una bolera? Creía que te iba más el baloncesto — me burlé.

— No es una simple bolera — río ante de comentario — y sí, me va más el baloncesto, pero este lugar me lo enseñó mi tío, y me contó que fue donde se conocieron mis padres — dijo entrando hasta una de boleras vacías

— Parece importante para ti — dije mirando alrededor.

— Lo es — sonrió — y eres la primera persona que traigo — frunció el ceño.

— Sí claro — reí — no me lo creo.

— ¿A quien iba a traer? ¿A mis amigos para que se burlen de mi? Ni de coña — negó repetidas veces con la cabeza — y de chicas mejor no hablemos.

— Bueno, en ese caso, un honor tener el privilegio de ser la primera — se formó en mi cara una pequeña sonrisa.

— ¿Sabes jugar? — preguntó cambiando de tema.

— He jugado varias veces, pero no se me da muy bien — sonreí mientras él cogía una las bolas y la hacia rodar hasta hacer pleno

— Así se hace — dijo, y lo miré con ambas cejas levantadas.

— Veo que se te da bien.

— Desde que conozco este lugar, he venido muchas veces — dijo tirando otra — me desahoga — explicó — prueba tú.

Le hice casi y cogí una de las bolas, la lancé pero está se desvió hacia uno de los carriles.

— Hay que perfeccionar esa tirada — se río — mira tienes que poner tus rodillas flexionadas con el pié izquierdo en el punto central de la pista y los hombros relajados — una vez puse mi cuerpo como me indicó se colocó detrás de mí y agarró la bola por detrás de mi brazo.
La lancé con su ayuda y tiré todos los bolos.

— He hecho un pleno — dije ilusionada chocando la mano que había levantado.

— Tira otra vez, está vez sola — guiñó el ojo.

Lo hice y repetí el tiro, está vez cayeron algunos más, una vez que le coges el truco, es fácil, pensé.

— Has aprendido rápido — dijo sonriendo — eso es gracias al profesor tan bueno que tienes — dijo haciendo que rodara los ojos.

(...)

Durante la noche estuve dándole vueltas a la cabeza sobre lo de mi padre, y definitivamente mañana iría a verlo, hacía tres meses que no lo veía, ni sabía nada de él, y necesitaba un abrazo suyo.

Me levanté y después de desayunar, ducharme, vestirme, coger la carta, y avisar a mi madre de que no comería en casa, salí de casa rumbo a la dirección que había en la carta. Tras unos siete minutos andando llegué al lugar. Era una casa, bastante amplia y con unas vistas bonitas, entré al jardín, y me puse frente a la puerta, después de dar un gran suspiro llamé.

— Ya voy — escuché gritar a mi padre que enseguida abrió la puerta, se quedó boquiabierto cuando me vió, intentó articular palabra pero no le salió nada y después de varios minutos de asimilación, me rodeó con sus brazos y yo hice lo mismo hundiendo mi cabeza en su pecho — Abby cariño — dijo aún abrazándome — has venido — noté la emoción en su voz.

— Te he echado de menos papá — dije cuando nos separamos.

— Y yo a ti cariño, no sabes cuánto — dijo acariciando mi mejilla _ entra que te enseño la casa — dijo.

Abby ®️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora