9. Cono de la vergüenza

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JUEGOS EN UN DÍA NUBLADO

Chat Noir vio como la trampilla que dividía el piso inferior con la habitación de Marinette se abrió y la chica aparecía con las cajas de diversos juegos. Algo con lo que distraerse en ese extraño día nublado.

—De acuerdo, ya que mi padre me castigó con todos los videojuegos que hay en esta casa por mal perdedor—. Habló la azabache. —Jugaremos algo clásico.

—Me parece buena idea—. Concordó Chat.

—De algunos que tenemos, encontré: Monopolio, ajedrez, serpientes y escaleras, twister, barajas y charadas.

—Probemos primero twister.

—Me parece bien.

—Pero...—. Habló Chat, y Marinette notó algo de picardía oculta en esa simple palabra, por lo que volteó a verlo interrogantes. —Quien caiga primero, deberá ponerse esto.

Y el ojiverde reveló lo que había estado ocultando detrás de él todo este tiempo: Un gran cono blanco que tenía la palabra "vergüenza" escrita en él en letras grandes y rojas; el objeto tenía el tamaño perfecto para colocarselo en la cabeza.

—Además de que el perdedor debe sacarse una foto con el cono y después subirla a Internet—. Finalizó el chico.

—¿Y si el perdedor resultas ser tú?—. Lo retó Marinette.

—Eso lo veremos, pequeña azabache—. Sentenció Chat Noir.

La Dupain-Cheng dejó las cajas en su escritorio y sacó la caja del twister. Abrió la tapa y sacó el tapete arrugado y lo dejó sobre el suelo completamente extendido y después puso la ruleta a un lado.

—¿Quién empieza?—. Preguntó ella.

—¿Piedra, papel o tijera? El que pierda, será quien empiece.

—Bien...

—¡Piedra, papel o tijera!—. Exclamaron ambos, sacando él papel y ella piedra, ganando el héroe.

—¡Gané! Las damas primero, Princesa.

—Aquí voy...—. Dijo ella y le dio vuelta a la flecha de la ruleta, indicando está al detenerse la acción que debía realizar. —Mano izquierda en rojo.

Lo hizo fácilmente y después fue el turno del héroe felino.

—Pie derecho en verde.

Y así fueron jugando por un largo rato, llegando a estar en posiciones que amenazaron su victoria pero lograron recomponerse y evitar aquello, pero como habían quedado ahora los amenazaba muy fuertemente.

—¿¡Cómo terminamos así!?—. Se cuestionó ella.

Del alguna manera, Chat Noir terminó sobre ella y sus rostros estaban muy cerca del de su contrario. Un movimiento en falso y podrían caer ambos incluso.

—Chat Noir, intenta estirar tu mano para ver si alcanzas girar la ruleta—. Le indicó su amiga al héroe.

Éste intentó hacer lo que le dijeron pero casi se resbala en el intento.

—No puedo, intenta tú.

La chica intentó alcanzar la ruleta, pero no llegaba.

—No la alcanzo—. Se quejó ella, ¿Por qué tenía brazos tan cortos?

—¿Por qué no te rindes y ya, Princesa?

—¿Y dejarte ganar y hacer el ridículo en internet? ¡Jamás, me rehuso a perder!

—Bueno pues yo tampoco pienso ceder—. Aclaró el héroe.

—¿Y qué sugieres para salir de esto si no podemos llegar a la ruleta?

—¿Quedarnos así para siempre?

—¡Marinette!—. Oyeron gritar al padre de la chica haciendo que ambos se asustaran y por ende, cayendo en el proceso debido a la sorpresa.

El cuerpo del chico impactó con el de la chica y sus frentes se golpearon fuertemente, pero sus rostros quedaron muy cerca y juraban que probablemente sus labios de rozaron.

—Tu madre me obligó a quitarte el castigo y...—. El hombre paró de hablar cuando vio cómo estaban su hija y su invitado. —Ambos cayeron, es un empate.

Mencionó el hombre antes de irse, dejando a Marinette y Chat Noir boquiabiertos ¿¡Qué clase de padre en semejante situación hacía eso!?

Pero... era verdad, ambos cayeron así que se trataba de empate. Al volver a verse el uno al otro se sonrojaron de manera cósmica sintiendo la mayor vergüenza con tan solo mirarse por todo lo ocurrido.

Ni un cono de la vergüenza, demostraría lo que elloa sentían en aquél momento.

El Caballero Negro y su PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora