17. Balcón

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CUÉNTAME UN SECRETO

Aquella noche era una de las tantas en las que Marinette y Chat Noir se la pasaban en el balcón de ella, observando las estrellas, conversando de su día o simplemente disfrutando de la compañía del otro.

En esa noche para divertirse un poco contando cosas que casi nadie sabía de ellos (teniendo, claro, Chat Noir cuidado con no dejar libre información que pueda revelar su identidad) y alguno que otro pequeño secreto.

—Cuando era pequeño—. Empezó a relatar Chat Noir, el cual tenía su cabeza recostada sobre el regazo de Marinette mientras miraba boca arriba a la chica que estaba sentada. —Tenía una extraña fascinación con las palomas, a pesar de mis alergias.

—Que bueno que dejaste eso, o habría también un "Chico Pichón"—. Bromeó Marinette. —Bueno, cuando era niña, pensaba que si tocaba la mano de una persona muerta la mía se iba a deteriorar hasta quedar hecha nada.

—¿Enserio?

—Así pensaba que ocurría la muerte antes—. Se sinceró la chica.

El héroe se quedó pensando un segundo, pensado qué decir ahora.

—Aún con la experiencia siempre tengo miedo de caer cuando doy saltos largos al transformarme.

—La razón por la que odio las películas de terror es porque con una mínima escena de miedo que vea, siempre tengo pesadillas de lo que vea esa misma noche.

—Me gustan las telenovelas.

Tras lo dicho por el héroe, hubo un pequeño silencio.

—Es mentira, ¿Cierto?—. Cuestionó Marinette intentando no reír.

—Podría cantarte el tema musical de "La Esclava Blanca", aquí y ahora.

—¡No hace falta!—. Exclamó Marinette, esta vez no logrando retener la risa.

Que Chat Noir vea telenovelas, era algo que no podía imaginar, pero si hacía el intento su risa solo aumentaba. Mientras tanto, el héroe solo podía sentir su vergüenza aumentar se abrazó al estómago de la chica para ocultar su vergüenza, pero allí fue cuando la chica empezó a sentir la de ella, parando de reír abruptamente.

—Bueno, ya, lo siento—. Se disculpó ella. —Si te sirve de consuelo, usé pañales hasta los cinco años, tenía miedo de ir al bañó y terminar como Nemo.

Ahora fue el turno de Chat de reír a carcajada fuerte, y aunque Marinette también empezaba a avergonzarse de lo que dijo sabía que lo tenía merecido.

Una vez que el ojiverde paró de reír, miró a la chica que lo acompañaba esa noche la cual lo veía avergonzada pero había un brillo en su mirada que si era sincero con él mismo, lo estaba haciendo delirar.

Si tan sólo no fuera tan cobarde—. Se lamentó en sus pensamientos el rubio.

Mientras, la azabache tenía pensamientos similares.

Si se lo digo, las cosas no volverán a ser las mismas, pero es cada vez más difícil ocultarlo.

Tras otro silencio, la chica volvió a hablar para no perder el ritmo de la conversación.

—¿Alguna otra extraña cosa que contar?—. Preguntó, y su contrario sacó a relucir una mirada curiosa.

—Ya contamos cosas que seguro casi nadie sabe de nosotros, ¿Por qué no algún secreto? El más profundo que tengamos—. Propuso el héroe, sim darse cuenta de a dónde lo iban a dejar sus palabras.

El Caballero Negro y su PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora