10. ¿Puedo pedir prestado tu Miraculous?

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CAMBIOS OTRA VEZ

Tratando de no hacerse notar mucho, la chica iba acercando sus dedos al anillo negro aprovechando la distracción del chico con la película que veían, o que al menos él veía ahora. Pero cuando puso apenas la punta de sus dedos sobre el anillo el dueño del mismo aprisionó su mano sobre la de él y la miró acusatoriamente.

—Me puedes explicar ¿Por qué todos estos días me has tratado de quitar mi Miraculous?—. Preguntó serio el chico. —Literalmente desde que descubrimos nuestras identidades estás obsesionada con sacarme el anillo.

—No es lo que piensas—. Trató de excusarse ella, pero estaba muy nerviosa. —Pu-puedo explicarlo A-A-Adrien...

—¿Y bien? ¿Qué sucede?

—Sucede que...

Pero antes de que Marinette diera respuesta alguna, se abalanzó sobre el héroe y él no pudo sostener su equilibrio por lo que cayó al suelo y su amiga cayó sobre él, pero ella empezó a forcejear con él por el anillo.

—¡Dame el Miraculous, Adrien!—. Dijo la azabache.

—Ni creas que te lo daré así—. Dijo el rubio.

El ojiverde logró sacarse a la ojiazul de encima y antes de que ella pudiera apresarlo otra vez, él la hizo caer boca abajo y apresó sus manos detrás de su espalda para inmovilizarla.

—¡Déjame ir!—. Exclamó ella. —¡Exijo un abogado, dónde está el juez!

—Como heroína sabes que todo lo que digas será usado en tu contra, pero yendo al grano, lo preguntaré amablemente: ¿Por qué quieres mi Miraculous?

—¡Porque quiero ser Lady Noir otra vez!

Todo quedó en silencio por unos segundos.

—¿Qué?

—Quiero el Miraculous porque quiero aunque sea por un día más ser Lady Noir.

—¿Y trataste de quitarme mi Miraculous todo este tiempo y armaste este berrinche solo por eso?

—Esto... ¿Sí?

El rubio suspiró profundo, Plagg tenía razón cuando dijo que Marinette actuaría muy raro a partir de ahora.

—Te lo daré prestado por un día, si lo pides por favor.

La Dupain-Cheng bufó.

—¿Puedo pedir prestado tu Miraculous, Chat Noir?

—La palabra mágica.

—Por favor.

—Esta bien, te lo prestaré—. Dijo él y ella sonrió, lo había logrado. —Pero no hoy porque te portaste mal.

Y sin más, Chat Noir liberó a Marinette pero corrió hasta la ventana antes de salir muy rápido.

—¡Adrien Agreste! ¡No huyas, cobarde!

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Este relato estará unido con el de pasado mañana «Día 12. Intercambio de kwamis», donde por fin veremos a Lady Noir.

PD: Aquí ellos ya conocen sus identidades pero no son pareja.

El Caballero Negro y su PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora