La castaña lo voltea a mirar con sus labios fruncidos, confundida y molesta.
-¿Quién es ella?-
El pelinegro suspira, girando su cabeza para ver, a lo lejos, la chica que reía y saltaba por todo el lugar.
-Ella es Dagger...la que lo cambió todo-
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Hades quedó apoyado en una de las paredes de piedra, viéndose fijamente junto a Timothée, quien poco a poco empezó a formar una tonta sonrisa.
-Tú...eres lo más hermoso, Hades, tú lo eres-susurra viéndolo con amor-. Creo que mi corazón empezó a latir verdaderamente el día que nos conocimos-dijo acercándose más, con una sonrisa-, con esa estúpida máquina de refresco...-
Unas horas más, y ya volverían al "tranquilo" pueblo de Hawkins. Pero esas horas aún no habían pasado, y por eso, la noche en Italia continuaba, sumida en un profundo silencio.
A estas horas, ya todos dormían. Los de el piso de abajo se habían acomodado perfectamente, mientras que los de arriba por igual habían dividido bien las camas y los espacios.
Timothée y Hades estaban solos en aquella habitación, la cual anteriormente le pertenecía a la madre del italiano, acurrucados entre ellos y dormidos plácidamente.
En el cuarto de al lado, entre las dos camas que habían, Lucas, Max y Mike dormían en una, mientras que Will y El en la otra, los cinco soñando profundamente, para que a la mañana siguiente nisiquiera recordaran esos sueños.
Pero, si, faltaba alguien entre todas esas camas. Faltaba alguien al lado de Mike, y a pesar de este estar dormido, sentía aquella ausencia en su asueñado corazón.
Camila no estaba en la habitación, bueno, al menos no precisamente. En esta alcoba había una puerta, y esta puerta, llevaba a un baño. Ahí estaba ella.
La bañera estaba seca por completo, el agua que había caído en ella mientras Mitchell Whistle se bañaba ya se había secado. En el, ahora limpio, piso de madera, se encontraban varias prendas.
Una blusa roja, unos pantalones oscuros y unas sucias botas negras. Y, en el medio de todo esto, estaba aquella rubia que normalmente estaba feliz, pero esta no era una de esas ocasiones.
La luz del baño estaba apagada, y ella veía fijamente a la bombilla. Su cuerpo estaba casi desnudo, solo cubierto por su blanca ropa interior, la cual se había puesto con delicadeza, y en su poco robusto pecho, descansaba esta brillante y hermosa cadena de oro, enganchada en su cuello a la perfección.
Es la madrugada del viernes 20 de Diciembre del año 1986. Faltaban dos días para su cumpleaños número 17.
Ella parpadeó, y eso ocasionó que otro par de lágrimas. Estaba llorando, en silencio, pero por adentro gritaba, es que no quería despertar a sus amigos.
No había que verla con mucha atención para notar que su garganta se ahogaba con los propios gritos que estaba conteniendo, desesperada. Sus rojos ojos volvieron a parpadear, todavía mirando al techo.
Parpadeando, llorando, mirando, y...Recordando.
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