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El turno por fin había llegado a su final después de doce horas, estaba firmando los papeles para darle el alta a su último paciente, un niño de diez años que se había caído de un árbol mientras jugaba con su hermano y al que solo tuvo que colocarle un yeso en su brazo antes de mandarlo de regreso a casa. Se sobresaltó un poco cuando unas manos aparecieron por detrás y la abrazaron por la cintura. Un característico perfume invadió su nariz y sonrió, era su novio Calum. Celeste, se giró para quedar frente a él y le dio un rápido beso en los labios.

-¿Ya terminaste tu turno? – Preguntó él mientras guardaba sus manos en los bolsillos de su bata blanca –

-Así es – Le contestó la chica mientras dejaba la tabla con los papeles con la enfermera que estaba detrás del mesón - ¿Puedes llevar estos papeles a la sala 301? El chico ya está con sus padres listo para irse – Le habló con suavidad, como siempre lo hacía con las enfermeras que llevaban largo tiempo trabajando en el hospital – Gracias, Em – Le agradeció antes de volver su atención a su novio – Me voy a dar un largo baño de tina – Le susurró, su novio se mordió los labios – Una lástima que no estarás – Comenzó a caminar hacia la sala de descanso donde todos tenían sus pertenencias - ¡Nos vemos Cal! – Le hizo una seña con la mano –

Calum era su novio desde hace cuatro años, lo había conocido el primer día de su residencia en "Emory Teaching Hospital" en Los Ángeles. Él ya llevaba un tiempo como residente cuando Celeste llegó, empezaron una agradable amistad hasta que floreció un romance que al principio mantuvieron en secreto para que no afectara la percepción de los médicos que eran sus profesores hasta que Calum decidió trabajar en el sector de Cirugía mientras que ella, prefirió Urgencias. Algo que a Celeste le gustaba ya que era algo con la que podía salvar vidas.

Se cambió su uniforme por su ropa regular, se colgó su bolso al hombro y antes de salir se despidió de sus compañeros que aún estaban pululando en la sala ya sea conversando o tomando de ese mal café que la pequeña cafetera se esforzaba en preparar.

Calum estaba esperándola fuera de la sala, apoyado en la pared, al verla sonrió y Celeste le devolvió la sonrisa y le dio un beso antes que él se ofreciera acompañarla a su auto que estaba en el estacionamiento. Ambos caminaron hacia la salida.

-¿Cuándo los horarios podrán coincidir? Ya ni recuerdo como es dormir contigo – Le dijo él antes de que Celeste abriera la puerta de su auto –

-No lo sé pero es mejor así, yo descanso mejor – Bromeó la chica antes de acercarse a él y darle un beso, beso que se empezó a intensificar. Calum la aprisionó contra el auto mientras sus grandes manos estaban en su cadera. De pronto unos pitidos rompieron el ambiente, Calum gruño y tomó su localizador, aparato que utilizaban cuando eran requeridos por sus pacientes –

-Mierda – Murmuró entre dientes al revisar – Tengo que irme, te amo – Se despidió de ella para correr de regreso al hospital – Celeste, intuyó que uno de sus pacientes necesitaba ayuda de manera urgente.

Suspiró y abrió la puerta de su auto pronto se vio en ruta hacia la casa que compartía con Calum. A los minutos, estacionó su Jeep en la entrada de autos, estaba cansada y lo único que quería era poder darse un baño de tina con una copa de ese vino que tanto le gustaba y tomaba siempre que terminaba sus turnos largos en el hospital. Camino hacía la puerta mientras buscaba las llaves en su bolso, cuando las encontró abrió la puerta y prendió las luces. Pronto escuchó como unas pequeñas patitas corrieran aceleradamente hacia la puerta, era Duke el perro que habían adoptado apenas Celeste empezó a vivir con Calum, dejó caer su bolso a un costado de la puerta, se sacó las zapatillas sin ni siquiera molestarse en desabrocharlas y se sentó en el suelo para acariciar mejor al pequeño perro quien al parecer estaba emocionado de verla y ya que no paraba de mover su loca frenéticamente luego de varios minutos de langueteos de parte del perro y caricias de la chica, Celeste se levantó y camino hacia la cocina con Duke siguiéndola La casa no era tan grande pero se sentía gigante cuando estaba sola y que era la gran mayoría del tiempo ya que casi nunca los horarios coincidían. Arrastró sus pies hacia la cocina donde sacó una copa del mueble y la botella de vino de otro, se sirvió un poco. Dejo la botella en la mesa de la cocina, tomó un sorbo, saboreándolo por unos minutos, soltó un largo suspiro lleno de alivio.

WHO DO YOU LOVE? BOOK 1 // 5SOSWhere stories live. Discover now