18.- Banana

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Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

Palabras: 1711.


18.- Banana

Se había quedado en casa de Marinette hasta mucho más tarde de lo que había esperado. Le costaba separarse de ella, Marinette era Marinette, con o sin memoria y le hacía sentir en casa. Tal vez también porque estaba un poco celoso de Luka, Marinette había estado hablando sobre él largo rato con fascinación.

Su casa estaba en silencio, Tikki dormía sobre su almohada y Plagg se lanzó sobre un pedazo de camembert en cuando fue liberado de la transformación. Adrien se detuvo un instante frente a su escritorio y miró sus dos listas. Dos de los puntos podía intentar abordarlos sin abandonar el de recuperar a Marinette. Hizo una marca junto al octavo punto de las cosas a afrontar "no tengo acceso a mis ahorros hasta dentro de tres años" y otra junto al cuarto de las cosas que quería hacer "ser autónomo y no necesitar ayuda de mi familia para salir adelante". Buscaría un empleo a media jornada. Eso le permitiría tener algo de dinero en sus bolsillos sin depender de su padre o de los Graham de Vanily, a la vez que le mantendría distraído y centrado en algo que no fuese el caos en el que se había convertido su vida.

—Duerme, chico, estás cansado.

—Tú también debes dormir, Plagg —susurró Adrien rascando tras la oreja a su kwami haciéndolo soltar un suave ronroneo—. Últimamente te estoy haciendo trabajar demasiado.

—Si eso te ayuda no me importa.

Adrien adoraba las pequeñas muestras de afecto que Plagg le regalaba de manera abierta y directa de vez en cuando. Se sentía identificado con él, ambos se ocultaban tras una fachada, él tras la imagen de perfección que había construido para agradar a su padre, Plagg tras la de ser duro e insensible al que nada le importa. Sin embargo, ninguno de los dos era como mostraba su fachada.

—Plagg ¿qué pasó entre Fong y tú?

—Nada —respondió seco el kwami.

—Nunca te he visto temer a nada ni a nadie.

—Hazte amigo de los humanos —farfulló Plagg con aquel tono que empleaba cuando buscaba huir divagando—, será divertido. Los humanos son geniales. ¿Sabes lo que es genial? El queso.

Adrien le sonrió, el kwami suspiró.

—Ojalá pudiera vivir en un mundo lleno de queso.

—Siento que no exista ese mundo, Plagg.

—Fue mi portador —susurró tan flojo que Adrien apenas le oyó—. Eres el kwami rebelde, yo te domaré, me dijo.

—Lo siento.

—Me quitó la voz durante meses —explicó—. No me dejaba comer lo que quisiera. Es el peor portador que he tenido, nunca me trató bien.

»Tú me gustas, eres bueno conmigo.

—Aún tiene poder sobre ti —murmuró Adrien recordando que había convertido su voz en burbujas verdes.

—Ahora es el dueño de la caja de los prodigios y de todos nosotros. Me gustaba Marinette, ella es justa.

Por supuesto, era lógico, la pequeña pieza encajó en su lugar. Plagg no estaba aguantando que le usase durante tantas horas seguidas sólo porque lo necesitaba, lo estaba haciendo también por Marinette. Seguramente había sabido que ella sería la guardiana elegida por Fu antes de que se produjese el cambio y había estado encantado con la idea.

Marichat en mayoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora