Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.
Palabras: 1017.
24.- ConfesiónDespués de comer Marinette y él habían jugado un rato a los videojuegos en el sofá, él aporreaba los botones mientras ella, con movimientos tranquilos y precisos, manejaba a su personaje y barría el suelo con él. Marinette era increíble con los videojuegos, pero no era eso lo que le había llamado la atención. Al mirarla había visto relucir el orbe oscuro y algo turbio que brillaba en su oreja derecha. Adrien no había podido evitar invadir su espacio personal sorprendido y al tocar el pendiente se dio cuenta de lo que era. El prodigio de la creación seguía en su poder.
Cuando Tom y Sabine regresaron, se disculpó y salió apresurando con rumbo hacia su casa, dejándolos a todos algo desconcertados.
La mansión estaba llena de gente, Adrien estaba seguro de no haber visto su casa tan llena nunca, ni siquiera el día del funeral de su madre. Le agobiaba, pero suponía que no podía quejarse por más que fuera su casa.
Subió a su cuarto ignorando a los guardianes que ocupaban el lugar y se encerró. Tikki fue hasta a él.
—Marinette está bien —pronunció con tono seco sorprendiendo a la kwami.
—¿Te encuentras bien, Adrien?Adrien disintió, los ojos entrecerrados. La kwami se apartó de él ligeramente inquieta.
—Tikki ¿qué me estás ocultando?—¿Por qué crees que te oculto algo?
—Marinette ya no es Ladybug y tú estás aquí.
Plagg salió del interior de su camisa y soltó un suspiro exasperado.
—¿Has tardado mucho en darte cuenta de eso, Adrien?
—Plagg, cállate —protestó Tikki.
El móvil sonó, Adrien mantuvo aquella expresión que Plagg había bautizado años atrás como "cara de Agreste" porque, aunque era una persona noble, tenía genes en común con su padre y también aquella expresión inflexible que ya había usado contra Lila cuando la chantajeó para que Marinette pudiera volver al instituto. A Plagg no le gustaba aquella cara, prefería al bobo cursi de siempre suspirando por los rincones con una sonrisa tonta en los labios.
El sonido de su móvil se alzó desde el bolsillo trasero de su pantalón, se dispuso a ignorarlo hasta obtener respuestas. La llamada se cortó, pero a los pocos segundos volvió a sonar.
—¿Diga? —contestó finalmente ante la insistencia de su locutor.
—¡Adrien! —La expresión del muchacho se transformó al instante perdiendo la dureza.
—Hola, Kagami.
Plagg reconfortó a Tikki esperando que aquella llamada le cambiara el humor.
—Acabo de enterarme —musitó la japonesa al otro lado de la línea— ¿estás bien?
—Sí, estoy bien —mintió, no quería alargarse con aquella conversación—. ¿Cómo te va por Tokyô?
—¿Es que eres idiota? No puedes engañarme con es falso tono de indiferencia, te conozco Adrien.
—Kagami, te agradezco la preocupación, pero este no es un buen momento.
—Marinette —soltó ella, Adrien sintió como si acabase de darle una bofetada con la mano bien abierta—. ¿Estás con ella?