Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.
Palabras: 1413.
23.- SonrojoAdrien soltó el enésimo suspiro de la mañana mientras esparcía harina sobre el tablero de madera. No podía sacarse de la cabeza la conversación en la azotea, le había roto el corazón a Marinette, aunque había tratado de contarle la verdad sin llegar a decírsela. Seguramente no le habría entendido y, realmente, no podía culparla, era todo tan complicado y confuso. Dejó la masa fresca sobre la madera y tomó el rodillo.
—No lo estás haciendo bien.
Adrien se sobresaltó, creía que estaba solo. Tom había salido un momento para ir al banco y Sabine estaba arriba con una amiga.
—¿Cómo dices? —logró articular.
Marinette movió la masa colocándola con los ángulos rectos frente a él.
—Antes de empezar tienes que asegurarte de que esté bien alineada, el largo siempre en vertical —explicó tomando otra de las láminas de masa que su padre había dejado preparadas—, siempre has que tener ángulos rectos. Cuando los tienes, la doblas hacia a ti un tercio y después lo repites con la parte más cercana a ti.
—Se nota que tienes experiencia, Marinette.
—Adrien, quería disculparme por lo del otro día, he sido una idiota. Me he comportado como una cría.
Él le sonrió e imitó sus movimientos al manipular la masa.
—Yo tampoco me he comportado muy bien, ¿lo dejamos en un empate? —sugirió.
—Empate entonces —aceptó divertida.
Se maravilló al ver su destreza con el rodillo, la facilidad con la que la masa se extendía sin engancharse en la madera o el rodillo. Parecía incluso más fácil que cuando lo hacía Tom.
La campanita tintineó, Adrien miró a la clienta que acababa de entrar y después a Marinette que movió la cabeza afirmando para que fuese a atenderla mientras ella se encargaba de la masa de hojaldre.
La mujer le miró con desconfianza, Adrien le sonrió con amabilidad mientras embolsaba lo que iba pidiéndole. Tecleó los códigos en la caja registradora y le cantó el precio. La mujer se crispó, el rostro encendido y el cuerpo inclinado hacia adelante.
—Me estás intentando cobrar de más.
—Por supuesto que no, ¿cómo iba a...?
—¿Qué otra cosa se podría esperar del hijo horrible del monstruo de París?
Marinette vio como Adrien apretaba los puños con fuerza tratando de contener el estallido de rabia que trepaba por su garganta. Dejó la masa a un lado.
—Señora Ferret, es el mismo precio de la semana pasada —dijo Marinette colocándose junto a él—. Los precios no han subido y la caja no miente.
La mujer pareció percatarse de golpe de su presencia allí, transformó la mueca cruel de su rostro en una sonrisa afable hacia Marinette.
—Me habré equivocado entonces.
—Eso me ha parecido —soltó Marinette con una sonrisa fingiendo cordialidad—. Entonces ¿desea algo más?
—No, está bien así —musitó tendiéndole el dinero dócil como un cachorrito y tomando su compra—. Hasta mañana.