🧠 Кошка 🧠

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Feliz 9 y 10 de Mayo

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Habían ido a parar a una pequeña granja en un enorme campo de maíces. Ese seria un lugar seguro, estaba muy apartado de la ciudad. Había tomado bastante tiempo llegar hasta allá. México descubrió que por el peso de su enorme barriga de cinco recientes meses de embarazo sus alas ya no podían soportar su peso, estaba vulnerable ante los zombis.

Justo ahora todos estaban recolectando el maíz del campo. Rusia y Alemania cortaban los tallos mientras Chile y México juntaban las mazorcas. Argentina cuidaba de los niños y vigilaba que no se fueran lejos del campo. La pérdida de España les había afectado enormemente. Era el país más viejo, por ende, el que tenía más experiencia. Lo habían perdido y ahora debían valerse por sí mismos.

Ya llevaban ahí bastante tiempo, casi un mes. Los niños eran quienes alegraban sus días. Amaban a esos chamaquitos, como les decía la tía México. Rusia actuaba muy sobreprotector con su esposa, pues temía que algo le fuera a pasar a ella y a su hijo. También se había vuelto muy cercano a sus sobrinos, era como un hermano mayor para ellos. A Chile y Argentina les parecía adorable, así que lo dejaban acercarse y lo observaban.

Aquel día era una tarde soleada, bastante calurosa. Rusia y los niños estaban paseando por los enormes campos de maíz, en busca de cierto intruso que se había estado comiendo la cosecha. Ambos sujetaban juguetes con los que podrían golpear al animalito que se había estado alimentando con su comida. Rusia llevaba su revólver.

Tío Russ, ¿va a matarlo? —preguntó Kaysa con cierta tristeza al ver el arma que cargaba Rusia.

Нет... Sólo lo voy a hacer dormir. No te preocupes, девочка—le sonrió a su sobrina—. A ver, enseñame cómo le vas a pegar.

Se agachó ligeramente y Kaysa lo empezó a golpear con un bate de madera que había estado cargando. Karl se unió y golpeó a Rusia con una espátula que había robado de la cocina. El ruso se cubría como podía, eran más fuertes de lo que pensó. Los niños reían.

¿Somos verdaderos eslavos, Rusia? —le preguntó Karl.

Да! Да! Ahora dejen de golpearme, o van a quedarse sin tío —los niños se detuvieron dejando que se levantara—. Ah, bien. Son unos fuertes soldaditos. Ahora vamos por ese ladrón.

Siguieron caminando hasta que escucharon algo mordisqueando maíces. Todos guardaron silencio y Rusia comenzó a acercarse hacia donde provenían los sonidos. Los niños lo imitaban lo mejor que podían. Encontraron a un gato comiéndose una mazorca. El ruso le apuntó con su arma.

Perdoname por esto, pequeño... —y le quitó el seguro a su arma.

Karl corrió hacia el felino alzando la espátula en su mano corriendo tras él mientras gritaba. Aquello lo asustó y el gato salió corriendo rápidamente maullando temeroso. Rusia bajó el arma y Kaysa comenzó a celebrar. Parecía haberse asustado tanto que no volvería en mucho tiempo, así que se levantó y se acercó a Karl.

Bien hecho, мальчик —le puso su Ushanka en la cabeza al pequeño niño—. La próxima va a ser el turno de Kaysa, ¿de acuerdo?

—¡Si, señor!

Pero escucharon otro maullido, uno más débil y agudo que el de aquel gato que habían espantado. Venía de detrás de una cubeta. Rusia se acercó y la levantó, encontrando a un gatito negro con patitas blancas.

Oh, блять —se maldijo.

¿Qué chuchas es Blyat?

—No sé, pero suena flash —Karl aclaro su garganta para hacer que su voz sonará grave, como la de Rusia—. Oh, Blyat.

—Blyat, Blyat, Blyat...

—No, no, no. Sh —Rusia se dio cuenta de que la había cagado—. No digan eso. No está bien.

—¿Por qué no, tío Russ? ¿Qué significa? —Kaysa comenzó a golpear una piedra con su bate.

Se los diré cuando sean grandes. Ahora, no digan eso frente a sus padres —Rusia volteo a ver al gatito—. Acabamos de espantar a su madre gato.

—¿Nos lo podemos quedar? —ambos niños comenzaron a brincar.

Kaysa le jalaba de los pantalones a Rusia y Karl le jaloneaba la mano. El ruso negaba con la cabeza, no era su padre y no sabía si Chile y Argentina los iban a dejar tener un gato.

(...)

¿Por qué chuchas tenemos un gato ahora? —Chile estaba regañando a Rusia mientras los niños jugaban con el gatito.

Извини, pensé que les iba a gustar —decía con la cabeza baja, como un niño regañado.

No lo digo por ellos, lo digo por México —Rusia la miró extrañado—. Los gatos tienen Toxoplasmosis, y puede afectar a México y tu bebé. Puede hacer que nazca sin vida, Rusia. Necesito que te deshagas de ese gato cuanto antes.

—¿No podemos desparacitarlo?

—¡No! ¡Estamos en un maldito Apocalipsis, conchetumare! ¿Planeas hacerlo tú? —Rusia guardo silencio—. Llevateo de aquí, ahora mismo.

—Pero ese gato no tiene mamá...

—Sin excusas, Rusia.

—Chile, por favor —tomó su mano para detenerla, y se acercó a ella susurrando para no ser escuchado—. Kaysa tampoco tenía madre, y a pesar de que España no quería, tu la adoptaste.

—No compares a mi hija con un gato, ¿me escuchaste? —y furiosa, se libero del agarré del más alto—. Ahora llevatelo.

Chile se fue muy enojada. Rusia también estaba enojado, el sólo quería darle un regalo a sus sobrinos. Pero no había pensado en las consecuencias. El gatito dormía sobre la Ushanka del ruso, que estaba sobre un sofá. Observó al pequeño gato con tristeza, tendría que dejarlo sólo, así como él lo había estado luego de la muerte de su padre.

Yo no tengo problemas con quedarmelo, cariño —Rusia volteo sorprendido, era México—. Es adorable.

Me alegra que pienses igual que yo, pero Chile tiene razón. Es peligroso.

—Bueno, no parece tener más de una semana de vida, lo más probable es que todavía beba leche de la madre —México se acercó un poco—. Así que no pudo haberse infectado, sobre todo porque la madre come maíz, y no carne. Nos lo tenemos que quedar, sólo está noche.

—Ugh, bien, pero no te vas a acercar a él —México asintió.

Rusia se lavó las manos muy bien y se acercó a su esposa. Se agachó a la altura de su vientre y puso una mano sobre este. México la movió un poco hacia la derecha, justo donde podía sentirse.

Son sus primeras patadas, Rusia —México sonrió feliz.

Me haces el hombre más feliz en la tierra, mi amor —dejó su mano donde estaba hasta que las patadas se detuvieron—. Debe estar cansado, y tú también.

—Yo no estoy cansada.

—Tu mirada me dice lo contrario. Vamos a dormir, cariño.

Rusia se levantó y beso sus labios. Tomó su mano y la llevó al dormitorio a descansar, el calor de aquella tarde los había dejado exhaustos.

Арocalipsis [RusMex] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora