» 𝐃𝐡𝐚̀-𝐝𝐞𝐮𝐠

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Unos labios hicieron un camino de besos desde detrás de su oreja hasta su brazo, con pequeñas risas y suspiros de entre medio por parte de Elsa. Quizás era el simple hecho de que la princesa se encontraba a su lado y abrazándola de la cintura. Ambas estando en la habitación de la platinada, disfrutando la presencia de la otra tras tener que pedirle a Kai y Gerda que cubrieran a Anna, hablándole a sus padres y diciendo haberse ido antes del festival.

Pequeñas mentiras, pero todo para estar más tiempo con la chica de cabellos platinados y ojos azules. Se levantó para besar su cuello, logrando escucharla reírse y ocultar su rostro en la almohada.

– Buenos días.– susurro Anna.

– Buenos días...

– Escucha, adoro todo esto... Pero debo irme ahora mismo.– confesó la princesa.

– No.

Elsa se quejo, levantándose y para sentarse sobre la pelirroja que se apoyó sobre sus codos al verla hacer un puchero.

– Quédate un poco más, ¿Si? – pidió, peinando el pelirrojo cabello de Anna hacia atrás.

– El desayuno es las ocho treinta, mis padres se darán cuenta si no estoy.– razonó la princesa.

Miller dejo pequeños besos sobre sus labios, las manos de Anna se aferraron a su cintura tras lograr sentarse de manera que su espalda estuviera contra la cabecera. Sus labios se movían sin prisa, ninguna quería dar un nuevo paso en esos momentos. Se disfrutan con pequeños gestos. Elsa suspiro contra sus labios, rozando su nariz con la de Anna y sonriendo sin poder evitarlo.

La puerta de la habitación se abrió y Bulda entró con cuidado. Cruzándose de brazos y esperando a que ambas se dieran cuenta de su presencia, lo cual no tardó en suceder. Al tiempo en que Elsa ocultaba su rostro en el cuello de Anna, esta se tensó al ver a la mujer observándolas con completa diversión en los ojos.

– Elsa.– llamó Andersen, logrando separarla y hacerla mirar en su misma dirección.

– ¡Mamá!

– Suerte que ambas están vestidas.– bromeó Bulda saliendo de la habitación.– Alteza, ¿Va a quedarse a desayunar?

Anna sonrió, sintiendo los dedos de Elsa enredarse en su cabellera. Quería quedarse, poder tener un desayuno normal sin tener que responder preguntar de sus padres o hablar de temas respecto al reino. Pero debía regresar, sino levantaría más sospechas y metería en mayores problemas a Gerda y Kai por haberla cubrido en su ausencia. Con pesar, Anna logró hacer que Elsa se recostara a su lado, viendo su puchero que borró con un casto beso.

– Me encantaría, pero debo regresar.– confesó la heredera con una sonrisa, levantándose de la cama.– Aunque... prometo venir y ayudar a recoger todas las cosas del festival.

Esa simple promesa hizo que Elsa sonriera. La pelirroja logró sujetarla cuando la ojizarca la abrazó.

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Degustaba el krumkake que Olina, la cocinera principal, había preparado. Pero Anna sabía que había algo detrás de todo eso porque pocas veces se le permitía comer aquel dulce en el desayuno y era durante sus cumpleaños o eventos importantes. También cuando sus padres debían darle alguna noticia. Quizás por eso Elena se veía tan feliz.

Su ceja se levantó, observando a sus padres intercambiar miradas y pocas palabras al verla. ¿Elsa le habrá dejado alguna marca cuando besaba su cuello? Llevo su mano hasta ese lugar, deseando no tener ningún chupeton o marca de dientes a causa de Elsa.

– Anna.– llamó el rey.– ¿Ocurre algo?

– ¿Tengo algo en el cuello? – balbuceó la princesa con temor de una afirmación por parte de sus padres.

– Déjame ver.– pidió Iduna levantándose para verla. Anna quito su mano y dejó que su madre revisara su cuello.– Nada, está limpio. ¿Te molesta?

La pelirroja sonrió, negando para verla volver a sentarse en su lugar. Vio por el rabillo del ojo a Elena moviendo la cuchara dentro de su taza de té, ¿Por qué estaba tan distraída y sonriente? Entrecerró los ojos, notando algo que no había visto antes.

– ¿Y ese anillo? – preguntó la heredera.

La princesa de Gondolin observó su dedo anular, sonriente y enseñándole el anillo a la heredera. Anna se levantó para verlo mejor. Un anillo de plata con un perfecto diamante brillante de color azul. Parpadeo un poco, volteando a ver sus padres.

– ¿Por qué está llevando...?

– Estamos comprometidas.– interrumpió la azabache con una sonrisa.

El corazón de Anna se detuvo, su respiración había quedado atrapada en su garganta. Su mente comenzó a trabajar a mil por hora ante esa noticia que no era de su gusto. Miró a sus padres, ambos parecían esperar su respuesta.

– ¿Y no pensaron decirme algo? –masculló Anna con el ceño fruncido, apoyándose en la mesa.– Se supone que yo iba a decidir cuando y con quien me casaría, no ustedes.

Agnarr se aclaró la voz, apoyando sus manos sobre la mesa. Observó a su hija, cómo está tenía el ceño fruncido y aquella misma mirada que él portaba al estar molesto.

– Perdiste tú oportunidad al desaparecer por todo un día, faltar a tus lecciones y hacer que el personal te cubra, sin mencionar que no estuviste hoy en tu habitación sino que llegaste por la puerta de servicio que está en la cocina.– habló Agnarr.– No quiero explicación porque me ha quedado claro, así que vas a casarte con la princesa Elena y los dos reinos se volverán, no solo aliados, sino que también socios comerciales. Elena se volverá tu reina consorte cuando tú accedas al trono.

– ¿Y la descendencia? – preguntó Anna.

– Se hablará en el acuerdo que haremos con el Rey de Gondolin.– contestó Iduna.

Anna rio de forma sarcástica, golpeando la mesa con su mano y dejando el comedor. Estaba furiosa, realmente sus padres habían caído demasiado bajo cuando la comprometieron con aquella princesa de Gondolin sin decirle algo al respecto, ni siquiera una charla para que ella pudiera dar su opinión. Por eso el krumkake, por eso las miradas y sonrisas por parte de todos.

Revisó su teléfono cuando escuchó el ringtone, viendo el nombre de la platinada. Se detuvo en el pasillo, observando la pantalla hasta que la llamada se perdió. No quería hablar ahora, ¿Qué le diría? Tenía demasiadas cosas en la cabeza. Hace un par de horas estaba con Elsa en brazos y sintiendo sus labios contra los propios. Aquello que la había hecho despertar de buen humor se esfumó con la noticia de su compromiso.

Su teléfono vibró, anunciando la llegada de varios mensajes.

"Hey. ¿Todo bien?"
"¿Estás ocupada?"
"Solo quería avisarte que iremos en la tarde al Valle para recoger todo. ¿Vendrás?"
"¿Anna?"

Anna suspiro, guardando su teléfono en el bolsillo. Rascó su nuca mientras entraba en su habitación, dando un portazo.

Ahora estaba comprometida con alguien que no era Elsa Miller.

Arenfjord ❧ ElsannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora