» 𝐃𝐡𝐚̀

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La excursión comenzó cuando todos los estudiantes estuvieron ordenados y junto a los profesores designados. Elsa ya se encontraba junto a Rapunzel, Moana y Honeymaren, sus tres mejores amigas. Vio por el rabillo del ojo como Ian se despedía de Barley y Kristoff para marcharse a su clase que compartía con Hiro, Wilbur y Miguel. Podía ver la emoción de su hermano y del peliazul, como ambos se reían y enseñaban las diferentes cartas que Barley siempre llevaba consigo.

– ¿Creen que nos crucemos a la princesa Anna durante la excursión? – preguntó ilusionada Rapunzel.

Elsa puso sus ojos en blanco, no estaba del mejor humor luego de que Kristoff la apurara para salir y no poder disfrutar de su desayuno a gusto. Gruñó mientras movía su pie con impaciencia, solo quería subirse para tomar una siesta y Honeymaren lo noto porque no tardó ni un solo segundo en reírse de su mal humor, palmeando su espalda en cuando la fila avanzó y Elsa pudo sentarse al lado de la ventana en el último asiento con sus mejores amigos y Mérida que terminó sentándose en el otro extremo al ser el lugar de cinco personas.

– Despiértame cuando lleguemos – pidió la albina a la castaña a su lado, golpeando gentilmente su hombro.– Eres buena, Nattura.

« Un bosque le daba la bienvenida, cubierto de nieve. Elsa podía sentir el frío rozando sus pies descalzos y la ropa tampoco la ayudaba. Un sencillo pantalón azul y una blusa blanca con pequeños diamantes de colores azules y morados. Su cabello estaba suelto, lo que era poco común en ella.

Reviso todo el lugar, mirando los árboles con hojas blancas y otros con sus ramas cubiertas de nieve. Se rio cuando un poco de esta cayo sobre ella, haciéndola recordar su infancia con Kristoff y las batallas de bolas de nieve que se armaban en su jardín trasero junto a Ian y Barley. Sonrió lo suficiente como para seguir caminando por aquel sendero cubierto de nieve.

Una suave brisa la empujó fuera del camino marcado, llevándola entre los árboles hasta acabar en un pequeño lago congelado. A lo lejos, dos figuras se podían ver. Ambas eran chicas. Estaban patinando o solo una de ellas lo hacía. Levantó una ceja, acercándose más para poder ver la escena mejor, siempre estando oculta entre los arbustos.

– ¡No me sueltes! – pedía una.

– ¿Acaso su alteza teme caer? – bromeó la otra.– Jamás te dejaré caer, Anna.

¿Anna? ¿Como la princesa?

– Te amo, El... »

– Psss... Miller, despierta.

La voz de Maren llegó a sus oídos, alejándola del precioso lugar cubierto de nieve y trayéndola de regreso al autobús escolar. Vio por la ventana el inmenso castillo de Arendelle y suspiro. Había sido un buen sueño que terminó rápido. Se levantó y bajo junto a la castaña, quien se encontraba discutiendo con Rapunzel de un tema que a Elsa no le interesaba en lo absoluto. Solo podía pensar una y otra y otra vez en aquella perfecta imagen de ambas chicas pasando un buen rato en el hielo, divirtiéndose como niñas.

– Muy bien, deben tomar nota de las cosas que se les diga porque luego de esto, tendrán un proyecto en parejas donde le contarán el recorrido a los más jóvenes.– explicó el profesor.

Elsa puso sus ojos en blanco cuando escuchó las quejas de los estudiantes, tan vagos que no querían hacer nada cuando tenían una excursión. Sucedió cuando fueron de visita a la reserva natural de Arendelle, conocido también como "El Valle de la Roca Viviente". Luego de ese recorrido, tuvieron que conseguir algunas especies de flores para un experimento que solo al equipo de Elsa le salió bien porque prestaron atención. Además que fue la primera vez que hacían una búsqueda del tesoro.

La visita comenzó en el salón principal, donde se realizaban algunos bailes y donde ambos tronos se encontraba. Allí también el pueblo iba para pedirle algo a los reyes o que estos solucionaran las disputas que había entre diferentes negocios o vecinos. Solo que eso era hace mucho tiempo, ahora Arendelle no tenía tantos problemas al ser un pueblo tranquilo y bastante amigable. Todos se conocían entre todos.

Siguieron por los pasillos, llegando hasta una enorme habitación repleta de pinturas demasiado valiosas como algunas esculturas. Elsa paseo la vista por el lugar, reconociendo algunas pinturas: "El columpio" de Fragonard. Siguió mirando, tomando rápidas notas en la libreta antes de seguir el recorrido. Sabía que Honeymaren se encontraba grabando todo al estar adelante, haciendo preguntas que ayudarían bastante mientras que ella tomaba nota para otras cosas. Fechas y demás.

Fueron hasta el segundo piso, deteniéndose frente a las puertas de la oficina del Rey, donde se podían escuchar algunas voces que daban a entender la situación. Una reunión. Siguieron hasta que llegaron a la biblioteca, donde se lee permitió al grupo tomar un libro y revisarlo. Cada quien fue a la sección que querían, siendo Elsa la única que se acercó hasta la gran ventana que daba hacía el patio. La albina sonrió al ver todo Arendelle, perdiéndose en la belleza de aquel pueblo. Casi sin percatarse ni ser percatada por el grupo que ya se había ido.

Elsa dio unos pasos hacia atrás, sin quitar su vista de la gran ventana hasta que sintió su espalda chocar contra algo duro seguido del seco golpe de varios libros cayendo al suelo. Rápidamente, la ojizarca se volteó para encontrar a una pelirroja de rodillas y recogiendo los libros. Cuando la vio levantarse, Elsa pudo verla mejor. Vestía unos pantalones beige, un polo mostaza oscuro, zapatos negros y un chaleco café. Su cabello era pelirrojo y estaba sujetado en una media trenza, pecas regadas en todo su rostro y unos hermosos ojos turquesas.

– Yo... lo siento... – balbuceó Elsa.

– Estabas distraída, lo entiendo.– contestó la chica, dirigiendo la vista hacia el pueblo.– La belleza de Arendelle atrapa a cualquiera. Pero, eres parte del grupo que vino por la excursión escolar, ¿Verdad?

Elsa asintió, torpemente.

– Te dejaron sola.– bromeó la pelirroja.– De seguro están viendo... uh... No lo sé, pero su última parada es el comedor donde se los despide con un pequeño banquete de cosas dulces.– explicó dejando los libros sobre un pequeño carro-porta libros antes de dirigir su mirada a la albina.– Puedo darte un tour antes de dejarte con tu grupo, solo si gustas. Será algo más privado y te llevaré a donde no puede entrar el turista, ¿Qué dices?

Elsa lo pensó un poco, volviendo a mirar a la chica que no dejaba de sonreírle como si fuera una acosadora.

– Solo si me dices tu nombre.– aclaró la ojizarca.

– Bien, pero tú me dirás el tuyo. ¿Trato?

Ambas chicas estrecharon sus manos, cerrando su pequeño trato.

– Elsa Miller.

– Es un placer, Elsa Miller.– sonrió.– Soy Anna Andersen.

Los ojos azules de Elsa se abrieron por eso.

– ¿Como la princesa? – preguntó, escuchando a Anna reír.

– En realidad, yo soy la princesa. Bienvenida a mi hogar.– habló Anna.

Arenfjord ❧ ElsannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora