» 𝐂𝐨̀𝐢𝐠

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Como siempre le ocurría, su cerebro se desconectaba cuando se trataba de la princesa. Hablando frente a frente o mediante mensajes de texto, que era la forma por la que se estaban comunicando en esos momentos. La pelirroja le enviaba mensajes para poder coordinar donde debía verla cuando saliera.

Durante las clases, la albina no dejaba de ver su teléfono. El contacto de Anna estaba frente a sus narices, con aquella foto de perfil que la había hecho dar un corto suspiro. Veía con atención los últimos mensajes de la heredera, indicándole que estaría en un auto frente a la escuela. Paso saliva de solo pensar en eso, porque su idea parecía ser completamente diferente a la que tenía Anna. Ella había planeado enseñarle el pueblo, llevarla a comer a Oaken's y seguir disfrutando de aquel pequeño tour que deseaba hacer. Arendelle era un hermoso lugar, con edificios antiguos que tenían una historia por contar.

En el receso, de diez minutos, su grupo de amigos se juntaba bajo la sombra del árbol a hablar de diversos temas. Especialmente sobre el extraño comportamiento que estaba teniendo Elsa desde que conoció y estuvo junto a la princesa. Mirando siempre la pantalla de su teléfono, sonriendo y temblando.

– ¿Jamás les sucedió que su cerebro se apaga cuando hablan con una persona? – preguntó de repente Elsa.

Todos la miraron, sobre todo Honeymaren que tenía una expresión de dolor en ella, de solo escuchar y saber a qué se podía referir la albina. Porque estaba claro que Elsa comenzaba a sentir algo hacia la princesa y eso significa que sus chances para estar con ella eran cada vez menos. Comenzaron a hablar, uno encima del otro, generando un fuerte murmullo que consiguió las miradas de otros estudiantes.

Rapunzel los hizo callar, teniendo el primer lugar para hablar sobre aquella pregunta, dar su respuesta.

– Si. Quizás. Tal vez.– se encogió de hombros mientras respondía.– Creo que cualquier estaría igual que tú si hablara con la princesa de Arendelle, ¿No?

– Yo no.– rio Moana.– Sería menos torpe y no la dejaría manejarme a su antojo.

– ¿Me maneja a su antojo? – preguntó Elsa, mirando por enésima vez la pantalla de su teléfono.– ¿Dices que soy manipulable?

– No. ¿Tal vez? – Moana se encogió en su lugar, colocándose detrás de Rapunzel, con una sonrisa.– Elsa eres sumisa, en cierto punto.

Por más que quisiera negarlo, era verdad. Elsa era sumisa con algunas personas, difícil de negarse a ciertos pedidos. Quizás por eso acepto el tour, dar su número y la pequeña cita con Anna... o le gustaba su compañía y por eso acepto todo eso.

Al finalizar el receso y terminar el día de forma rápida, Elsa se encontraba en la puerta de su escuela. Miraba a todos lados, fijándose en cada auto que pasaba a una velocidad moderada. Hasta que alguien silbó para llamar su atención, girándose y encontrando a la pelirroja apoyada en un Rolls-Royce Dawn color negro. Vestía unos jeans negros, una camiseta color blanca, converse negras y una chaqueta de jean azul. Además de llevar una gorra con el logo de los New York Yankees y lentes de sol.

"Tranquila Elsa. Solo respirar. Inhala y exhala."

Respiro profundo, acercándose hasta la princesa que le sonrió sacándose los lentes y colgándolos en el cuello de su camiseta.

– ¿Cómo estás? – preguntó quitando el seguro al auto.– Súbete y...

– En realidad... pensaba que podríamos caminar.– murmuro Elsa, encogiéndose de hombros.– Para que veas el pueblo.

Anna levantó una ceja, volviendo a poner el seguro. No le parecía malo conocer mejor el pueblo que pronto estaría bajo su cargo. Dio su mejor sonrisa, tomando la mano de la estudiante y dejando que esta la guiara hasta el centro de Arendelle. Era realmente intrigante verlo con sus propios ojos, siempre leyendo y viendo todo desde la ventana.

Arenfjord ❧ ElsannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora