» 𝐅𝐢𝐜𝐡𝐞𝐚𝐝

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El viaje de regreso fue tranquilo para Egil y terrible para Anna, se sentía como la mierda. Estaba pálida y parecía no poder comer nada porque terminaba corriendo al baño del avión para devolverlo. La poca tripulación estaba preocupada por la princesa, la idea de que se había intoxicado con algún alimento de aquel reino estaba en el primer lugar y era la única que podría responder al porqué de su estado. Al llegar a Arendelle, Gerda y Kai la ayudaron a bajar. Verificando que estuviera sin fiebre ni náuseas.

– ¿Cómo estás, mi niña? – preguntó dulcemente Gerda apoyando su mano sobre la frente de Anna.

– Siento que me acaban de atravesar con cientos de cuchillos – susurro Anna –. Quiero ver a Elsa, necesito verla.

Gerda y Kai se miraron, sabiendo que aquello ahora estaba prohibido y que la albina estaba en la mira de los reyes por el video donde supuestamente golpeaba a un chico. El hombre pasó un paño húmedo por el pecoso rostro de la heredera, escuchándola suspirar y acomodarse sobre el hombro de la mujer a su lado.

– Su alteza, no creo que pueda hacerlo, no se encuentra en condiciones – habló Kai –. Lo mejor es que descanse.

– Kai, préstame tu teléfono – pidió Anna.

El mayordomo buscó el aparato en sus bolsillos, entregándoselo a la chica que no tardó en marcar aquel número telefónico que se había aprendido de memoria. Lo acercó a su oído, esperando escuchar la única voz que lograría hacerla sentir bien.

¿Hola?

– ¿Elsa?

Si, ¿Quien es?

– Solo pasó una semana, ¿En serio te olvidaste de mi?

La risa de Elsa era música para sus oídos, alimentaba su alma y la alegraba en todos los sentidos. Anna sonrió apenas, aún sintiéndose enferma, pero con el ánimo demasiado alto por escuchar a Miller.

¡Anna! Lo siento, lo siento. No reconocí el número y tú voz suena...

– ¿Rara?

Ronca y sexy – Elsa guardó silencio unos segundos.– ... es decir... uh... Si, suena sexy. ¿Te encuentras bien?

– Un poco, algo enferma. Quizás fue algún platillo de Gondolin, no estoy acostumbrada a la comida picante – rio la pelirroja, mirando de reojo a la ama de llaves que estaba sonriéndole con dulzura –. Yo... acabo de regresar, no al castillo, pero si al reino y...

No creo que podamos vernos, Annie – la interrumpió Elsa con notable tristeza en su voz.

– ¿Por qué? ¿Sigues castigada?

Uh... algo así – susurro Elsa –. Me alegra que volvieras y me encantaría seguir hablando contigo, pero mis padres vendrán en cualquier momento y no quiero que me encuentren usando el teléfono.

– Espera, ¿Qué? Elsa, quizás podemos...

– Lo siento mucho Anna.

Andersen alejo el teléfono de su oreja, viendo como la llamada había sido terminada por la albina que no le había dado una buena explicación al respecto. Intento llamarla nuevamente, pero Miller había bloqueado el número. ¿Por qué?

Anna le regresó el teléfono a Kai y se dispuso a recargar la cabeza sobre el hombro de la ama de llaves para poder descansar en el trayecto del aeropuerto hacia el castillo.

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Sus padres la esperaban en la entrada principal del castillo junto a Mattias y otros guardias. Anna se colocó la capucha del hoodie que Gerda le puso antes de salir del auto por verla temblar. Ni siquiera se digno a dirigirles la palabra a sus progenitores, tenía un mal sabor de boca cuando pensaba que ellos podrían tener algo que ver con el repentino cambio de Elsa y su explicación de no poder verse.

– Anna, nos alegra que...

– Si, si, si. Les alegra mucho, ¿No? – murmuro la princesa – No me hablen, ¿Sí?

Con eso, Anna pasó por el medio de ambos con Gerda detrás de ella. La ama de llaves le hablaba a Olina para que preparara algo ligero para la princesa. Kai estaba hablando con Mattias, alejándose de los reyes que intentaron seguir a su hija y detenerse al verla voltear para negar. Anna no quería verlo, no quería saber nada de ellos por un largo rato.

Al llegar a su habitación, se dejó caer en la cama. Gerda la ayudaba a quitarse los tenis y arroparla tras volver a tomar su temperatura.

– Traeré el termómetro y le dire a Delia que te traiga la comida, ¿De acuerdo? – habló la ama de llaves acariciando su cabeza – ¿Algo más, alteza?

– No por ahora, pero gracias – susurro Anna.

Escuchó la puerta cerrarse, quedando en un largo silencio que Anna decidió terminar al levantarse y buscar su teléfono de la mochila. Lo desbloqueo para encontrarse con la noticia que Elsa no solo había bloqueado su número, sino que también la bloqueo de todos los sitios posibles. Eso la desconcertó demasiado, ¿Qué pudo haber sucedido para que Miller tomara esa decisión? Mejor dicho, ¿Qué pudieron haber hechos sus padres para que Elsa hiciera eso? Anna pensaba averiguarlo, pero tendría que ir despacio hasta lograr mejorar por completo y no tener la mirada de todo el personal sobre ella.

– Alteza – Era Delia, Anna reconocería aquella aguda voz en donde sea – ¿Puedo pasar? Le he traído la comida.

– Eh... ¡Un segundo! – grito Anna, apagando y guardando el teléfono para saltar a la cama y cubrirse. Mordió su labio, sintiendo un dolor en cada parte de su cuerpo y como su estómago se revolvía – ¡Adelante!

Delia tenía dos años más que Anna, pero su aspecto físico la hacía parecer de menos. Un cabello rojo, siempre atado en un ajustado moño, ojos verdes y una nariz algo... puntiaguda, Anna siempre se reía por eso y fingía que podía ser una resbaladilla.

La chica se adentró en la habitación, dejando la bandeja de plata sobre el regazo de la heredera y haciendo una corta reverencia.

– ¿Necesita algo más? – preguntó.

Anna miró el plato: sopa de guisantes junto a una pequeña porción de pastel de manzana y un vaso de limonada. Su estómago rugió y estaba segura que no significaba algo bueno.

– Gracias Delia, puede retirarse – habló Andersen.

– Como diga, alteza.

Una vez sola, Anna solo dio un corto sorbo al jugo, sintiendo el ácido sabor del limón con la poca cantidad de azúcar, realmente no era su favorito, pero Gerda siempre le había hecho aquella bebida cuando no se encontraba bien.

Terminar esa comida sería difícil, más porque debía intentar no vomitarla, pero necesitaba acabársela para salir y tratar de conseguir información con respecto a Elsa. Quizás Mattias sabía o Kai o Gerda, ellos eran sus más fieles súbditos y estaba segura que no le mentirían.

Arenfjord ❧ ElsannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora