Princesa.
Tour.
Solas.
Princesa.frente.a.ella.El cerebro de Elsa se había estropeado en cuando las palabras abandonaron los labios de la pelirroja. Aun cuando parecía presente, mentalmente estaba teniendo un incendio y todas sus emociones corrían de un lado al otro, entrando en pánico y apagando su cerebro. Congelada y haciendo el ridículo frente a la próxima reina de Arendelle.
Y Anna comenzó a asustarse al no recibir ninguna respuesta, colocando su dedo debajo de la nariz de la ojizarca para verificar que estuviera respirando, luego agitó su mano frente a la albina para sacarla de aquel caos en el que se encontraba. Elsa parpadeo un poco, teniendo que sacudir su cabeza con la intención de "acomodarse" y poder enfocar la vista en la princesa delante suyo. Anna seguía sonriendo, de lado y sin enseñar sus dientes.
– ¿Dijiste algo? – preguntó la albina con cierta timidez.
La princesa soltó una corta risa, moviendo el carro-porta libros para alejarlo lo suficiente de donde ambas estaban. Elsa se relamió sus labios, aún analizando la situación que estaba sucediendo ahora. La princesa de Arendelle, la que sería la reina el próximo año, la pelirroja que era el amor platónico de muchas chicas, Anna Andersen estaba delante de ella, ofreciéndole un tour privado y Elsa intentaba no pensar en algo sexual porque podía notar los bíceps que la pelirroja poseía y se notaban al estar sujetando el carro.
– Solo que si aceptas el tour.– aclaró Anna.
Y es que su cerebro se volvió a congelar por eso. Volviendo a pasar por el ataque de nervios y caos con fuego, personitas gritando y corriendo. Un desastre que solo Anna causó.
"Tierra trágame y escúpeme lejos de aquí... o donde está mi grupo." Pensó la albina.
Pero Anna no perdió tiempo alguno y decidió tomar su mano para sacarla de la biblioteca. Elsa se dejaba llevar, tratando de controlar todo su cuerpo. Su cabeza estaba a mil, su corazón latía como si hubiera corrido un maratón. Sus manos sudaban y rogaba que Anna no lo sintiera porque caería más bajo de lo que ya había caído. Veía los pasillos, con largas alfombras rojas, las armaduras y algunas pinturas, jarrones valiosos que se desvanecieron cuando Anna la obligó a doblar en otro pasillo.
Se encontraba frente a frente con las puertas de la oficina. El terror invadió a la adolescente en cuando vio cómo la heredera golpeaba la puerta y esperaba pacientemente alguna respuesta para dar paso. Cuando la dura voz del rey se escuchó, amortiguada por la puerta, Anna la metió dentro. Inclinando la cabeza en cuanto vio a su padre y cerrando la puerta entregándole una divertida sonrisa a la chica albina.
– Padre, ¿Estás ocupado? – interrogó Anna, acercándose al escritorio del mayor.
– ¿Necesitas algo, Anna? – preguntó el Rey, terminando por dirigir la mirada directo a la otra chica.– ¿Ella viene contigo?
Anna volteó, sonriéndole a Elsa que solo pudo tragar pesado, queriendo ocultar el sonrojo que se apoderó de su pálido rostro. Tosió exageradamente, queriendo alejar las miradas de ambos. Agnarr lo noto, volviendo a mirar a su hija que parecía estar atenta a todo gesto y movimiento que la estudiante llevara a cabo.
– Su nombre es Elsa, quería darle un pequeño tour porque su grupo la dejó sola en la biblioteca.– explicó Anna, apoyándose sobre el escritorio de su padre.– Si no es molestia.
Agnarr levantó una ceja, notando como la chica albina se había acercado tímidamente hacia un gran cuadro que tenía colgado allí.
– Es un retrato de...
– El Rey Agnarr II y su esposo, Iduna I.– lo interrumpió Elsa.– Con su pequeña hija, Elizabeth, cuyo nacimiento fue el 21 de diciembre de 1818. También conocido como el solsticio del invierto y eso causó rumores del porqué la princesa había nacido más pálida, rubia platinada y de ojos azules como glaciares.
Padre e hija veían sorprendidos a la ojizarca, la cual, al notarlo, se sonrojó de inmediato. Se llevó un mechón detrás de su oreja y miró al suelo, gesto que siempre hizo cuando estaba nerviosa.
– ¿Cómo sabes?
– Eh... uh... Mme gusta la historia de Arendelle y... uh... Aaprendo rápido, el mismo pueblo cuenta la historia.– explicó Elsa entre balbuceos.– Es decir las pinturas, los lugares, estatuas... todo cuenta una historia de cierta forma... ¡Oh! Y el otro cuadro es un mapa de Arendelle en 1840, cuando la hija mayor reinaba.
Anna cruzó sus brazos al escucharla tan emocionada hablar de la historia que ella conocía al derecho y al revés. Su padre seguía sonriéndole, fascinado por cómo hablaba la chica que su hija trajo. Hasta que Matthias entró.
– Majestad.– llamó el general.– El consejo pide una reunión urgente.
Agnarr asintió, despidiéndose de ambas jóvenes para seguir al azabache. Quedando solas, Elsa logró sacar todo el aire en sus pulmones antes de que Anna entrelazara su brazo para seguir con el recorrido. Casi hablándole de los pasadizos que conocía y llegaba a utilizar, pero regresaron a la biblioteca. Elsa levantó una ceja al verla acercarse a una vieja estatua de un caballo de piedra que estaba en la esquina de la biblioteca. Poseía delicadas estrellas de mar y conchas de piedra talladas en su melena, además de una molesta expresión en el rostro. Con eso, Elsa confirmó que tendría pesadillas.
La princesa tanteó una de las patas traseras, llevándola hacia abajo como si fuera una palanca. Hubo un chasquido seguido de un ruidoso chirrido que significaba que unos engranajes estaban girando y no eran los que estaban en la cabeza de Elsa, aquellos parecían haberse estropeado. Pero se sorprendió en cuando vio que el librero detrás de la estatua se había abierto hacia adentro. Anna sonrió, tomando su IPhone para encender la linterna.
– ¡Oh dios! – grito Elsa, al chocarse con un casco de metal expertamente forjado para crear la ilusión de una terrible mueca u dientes filosos.
La había asustado y Anna se echó a reír por eso. Buscando el interruptor que presionó para que toda la habitación se iluminara. Era un cuarto sin ventanas, lleno de estantes que iban del piso de losa hasta los techos abovedados. Los estantes tallados en las paredes de madera. Elsa se sorprendió con los extraños y maravillosos objetos que estaban allí: un brillante par de balanzas, vasos de vidrio, planos y libros. Iban en especial hacia las vigas del techo. Había libros con gruesas espinas de cuero, libros altos, otros con hojas amarillas, con hojas rosas. Libros grandes, mediados y pequeños.
– ¿Que es este lugar? – preguntó, pasando sus dedos por las tapas de los libros.
– Aquí suelo estudiar.– contestó Anna, al tiempo que tomaba un libro.– Ya sabes, para ser reina. Leyes, protocolos, historia y demás cosas. Lo haría en mi habitación, pero terminaría distrayéndome con otras cosas y estudiar en la biblioteca no es tan agradable.
– ¿No?
– Es parte del tour, así que suele haber visitas e interrumpen. Pero nadie sabe de este lugar a excepción de mi familia y... ahora tú.– sonrió la princesa.– Como sea, te llevare al comedor, de seguro tu grupo está buscándote o preguntan por ti.
Elsa asintió, siguiendo a Anna fuera de la habitación, mirando a su alrededor y sobre todo a como la princesa cerraba su cuarto secreto.
– Había un cuadro de Aren de Arendelle, el líder legendario de tiempos antiguos y que al ser tan antiguo, está la posibilidad de que él no existiera.– habló la albina.
Anna sonrió, tomando su mano mientras abandonaban la biblioteca y caminaban por los pasillos hasta poder estar en el primer piso del castillo.
– Eres muy observadora.– bromeó la heredera al trono, mirando de reojo como la albina daba una corta risa.– También lo soy.
– ¿Lo eres? ¿En serio?
Anna asintió, orgullosa de sí.
– Bien, aquí es.– explicó, deteniéndose frente a las dos puertas que daban directo al comedor del castillo.– Andando.
– ¿También vas a entrar? – preguntó Elsa al verla tomar una de las perillas.
– Siempre lo hago, suelo permitir una sesión de preguntas de diez minutos.– aclaró la princesa, abriendo la puerta y dejando que la albina pasara primero.– Por cierto... ¿Sería apresurado pedir tu número?
Si el cerebro de Elsa había dejado de funcionar cuando Anna propuso el tour privado, definitivamente ahora se estropeó por completo con esta pregunta.
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Arenfjord ❧ Elsanna
FanficElsa Miller no pensó que se chocaría con la mismísima princesa y heredera de Arendelle, Anna, y todo eso durante una pequeña excursión que su clase tenía dentro del castillo. Ahora, Elsa decide sacar a Anna de su encierro y enseñarle la belleza y ma...