» 𝐒𝐞𝐚𝐜𝐡𝐝

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Pocas veces su padre aceptaba llevarla y que estuviera presente en una reunión con el consejo, mucho menos tenía la oportunidad de hablar e intercambiar ideas. Quizás su entrenamiento y enseñanzas para ser reina el próximo año estaban comenzado a finalizar y dar los frutos necesarios. Porque Agnarr se sorprendió al ver el desempeño de Anna frente a los consejeros, como se desenvolvía al hablar dando los pros y contras de los diversos puntos que se discutían, como defendía un tema que, para ella, era verdaderamente importante y fundamental.

Al finalizar la reunión, Agnarr apoyó una mano sobre el hombro de su hija. Escuchando las felicitaciones de los demás consejeros.

– Nos impresiona el desenvolvimiento que ha tenido su alteza.– confesó Daven, uno de los consejeros.

– Desde pequeña ha sido enseñada para estar en este ambiente.– bromeó Agnarr, palmeando la espalda de Anna.

– Y dígame, majestad, ¿Ya ha encontrado a su futuro esposo? – interrogó Einar.

– Quizás la princesa desee una esposa. Ella misma podrá tomar el papel del hombre en la relación.– razonó Harold.

Anna se encontraba asimilando aquello, hablaban de su matrimonio y su padre parecía estar al tanto de todo eso, como si lo hubiera discutido con los consejeros antes de que ella lo supiera. Y eso le molesto. Pensó que podría ser ella quien decidiera con quien estaría y cuando se casaría, pero parecía ser que seguían con aquella anticuada tradición. El rey apoyó su otra mano sobre el hombro de Anna, dando un ligero apretón para poder hablar.

– El compromiso ha quedado en discusión con el rey de Gondolin. Su hija parece estar muy interesada en Anna y accedió a pasar una semana con nosotros.– confesó Agnarr.

Y eso fue un balde de agua helada para la princesa. Frunciendo el ceño, Anna retiró las manos de su padre y salió de la habitación echando humos. Murmuraba entre dientes, tratando de no soltar fuertes insultos hacia su padre por la decisión tan absurda de querer conseguirle una esposa a sus veinte años. Ni siquiera tenía puesta la corona en su cabeza.

La vibración de su teléfono la hizo detenerse, escondiéndose en la biblioteca y en su pequeño cuarto secreto para poder atender aquella llamada. Elsa Miller. La sonrisa se mostró en sus labios, aceptando la llamada y llevando el teléfono a su oído.

– Miller.

Su alteza.– rió del otro lado.

– ¿Necesitas algo? - preguntó Anna, jugando con un bolígrafo que había sobre su pequeño escritorio.

En realidad tú dijiste que podía llamarte a esta hora... solo... uhm... quería escuchar tu voz.– balbuceó la adolescente.– ¡Si! Quería escuchar tu voz y sabes como estabas. ¿Cómo estás?

– Acabó de salir de una reunión con el consejo.– contestó Anna.– También quería escucharte...

Sabía que Elsa debía de estar sonrojada por eso y eso la hizo sonreír. La heredera se apoyó en la pared de piedra que había allí, pensando si decirle o no sobre la presencia de la princesa.

¿Tienes algo que hacer el viernes? Es decir... habrá lluvia de estrellas y...

– Si.– apresuró a contestar Anna, sin pensar en algo más que ver otra vez a la platinada.

No supo por cuanto tiempo había estado hablando con Elsa, pero al salir se encontró a su madre en la biblioteca. Iduna estaba sentada en el sofá y leyendo un libro cuyo título no podía verse.

– Veo que te gusta esa habitación.– habló.

Anna trago pesado, guardando su teléfono y acercándose para estar a su lado. La cobriza jugaba con el anillo que tenía puesto en su dedo anular, no sabía si su madre estaba o no enterada sobre la vista de la princesa del otro reino o del posible compromiso que ella tendría con aquella chica que no conocía.

Arenfjord ❧ ElsannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora