Capítulo 51. "Gente loca"

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Se despertó con el sonido de la puerta principal cerrándose fuertemente escaleras abajo, el sonido fuerte despertándola, sus ojos abriéndose instantáneamente y su corazón saltando hasta su garganta con el inesperado sonido. Le tomó un momento darse cuenta de lo mucho que había dormido con Ana entre sus brazos, la cabeza de la chica menor apoyada tranquilamente contra su pecho mientras dormía. El brazo de Ana estaba aún alrededor de la piel desnuda del estómago de la rubia mientras dormía y una pierna estaba entre las suyas, estaban tumbadas bajo el calor del edredón juntas. Despacio, el recuerdo volvió a ella, el recuerdo de las hazañas suyas y de Ana justo antes de quedarse dormidas volviendo a ella al instante, el calor llegando hasta sus mejillas y al espacio entre sus piernas con ese pensamiento. Después de que Ana hubiera ayudado a que llegara a un estado de éxtasis maravilloso, pagando con efectividad a la chica más alta con el placer que le había dado de antemano, las dos habían estado tumbadas en la cama, sus cuerpos entrelazados en una montón de extremidades mientras recuperaban su respiración, el pecho de Ana dolorido tranquilizándose unos minutos después con la ayuda de los dedos delicados de Mimi que masajearon tiernamente la cicatriz que recorría el centro de su torso.Ana 

Todo lo que les tomó a las chicas para seguir donde lo habían dejado fue cuando Ana levantó sus ojos oscuros color chocolate para encontrarse con los verdes vivos de su chica, las dos conectando sus labios otra vez ansiosamente con el contacto visual, sus bocas ansiando el sabor de la otra después de haber estado tanto tiempo separadas, ambas sintiéndose aún eufóricas del placer que habían experimentado en las manos de la otra un poco antes. 

Finalmente, después de celebrar su reunión física numerosas veces en lo que ambas percibieron y pensaron como la forma que más encajaba, las chicas se habían acomodado en la cama juntas, la rubia cubriéndolas con el edredón para mantener el calor, sus cuerpos agotados y sus pechos pesando mientras luchaban por recuperar el aliento de nuevo. El dolor de pecho de Ana había vuelto después de cada ocasión, su corazón latiendo contra su pecho del esfuerzo, el dolor desapareciendo tan rápido como había seguido en sus aparición inicial mientras habían estado tumbadas juntas recuperándose de sus esfuerzos. Exhaustas, las dos se habían quedado evidentemente dormidas y Mimi rápidamente miró preocupada la mesilla de al lado de la cama, mirando la hora que marcaba las veinte y diecisiete en los llamativos números rojos en la luz oscurecida del día. "Mierda" murmuró, moviendo a Ana en un intento de despertarla, el sonido de la voz de su madre ahora audible desde escaleras abajo mientras su tono familiar se dirigía a Puturrú, quien aparentemente había aparecido de su sitio donde estaba escondido debajo de la mesa del comedor para saludarla. "Mierda," maldijo de nuevo a través de sus dientes apretados, empujando a la morena más a la fuerza cuando la chica menor siguió absolutamente dormida.

-Ana. -siseó, intentando mantener la voz baja para que así su madre no la escuchara abajo. -Joder Ana, despierta. -urgió, empujandola de nuevo, su novia estirándose durante un momento antes de acurrucarse más contra el pecho de Mimi, sus ojos aún cerrados mientras dormía. -Madre mía. -dijo rápidamente saliéndose debajo del cuerpo de Ana y del edredón, la chica menor acurrucándose más en el colchón con la ausencia de Mimi. -Joder, joder, joder. -repetía  agitada mientras recogía la ropa perdida del suelo alrededor de su cama, completamente desnuda de pies a cabeza.

-¡¿Miriam!? -escuchó a su madre llamarla desde las escaleras y separó medio muerta en su sitio mientras escuchaba los pasos de su madre que lentamente empezaban a subir hasta el rellano.

-¡Mierda! -siseó, tirando la pila de ropas a la cama al lado de Ana quien aún seguía completamente inconsciente al inminente peligro al que se enfrentaban y la ira inevitable que tendrían que soportar si su madre las encontraba juntas. 

Mimi volvió su atención a la puerta de la habitación y recordó que estaba sin cerrojo, que en su prisa por estar juntas, se habían olvidado completamente de asegurarse que estaba bien cerrada.

Guerras y TribulacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora