Capítulo 47. "Morir está sobrevalorado"

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Durante las cuatro semanas siguientes Ana y Mimi cayeron en una simple rutina asentándose finalmente en las vidas de cada una, la distancia física entre ellas aparentemente inexistente, el tiempo pasando rápidamente sin mucha dificultad. Las preocupaciones iniciales de Mimi sobre su chica volviendo a rehabilitación dejándola de nuevo fueron rápidamente reprimidas y las preocupaciones que había tenido sobre sentirse vulnerable sin su novia fueron pronto disipadas en el fino aire. Si era posible, hablaban más a menudo y más íntimamente ahora que ya no estaban juntas todo el tiempo, la ausencia de su respectiva otra chica haciendo que sus corazones se encariñaran más la una por la otra, exactamente como el viejo dicho decía. Mimi se encontró con que con Ana lejos ahora tenían más cosas de las que hablar y discutir. Sus conversaciones que antes siempre habían sido fáciles ahora saliendo sin esfuerzo y nunca se dejaban nada por decirse; el dialogo que compartían sin pausa ni siquiera para un respiro. Entre ellas hablaban de cualquier cosa y nada importaba durante sus largas y detalladas interacciones; Mimi poniendo al día a Ana con todo el cotilleo que se había perdido en la escuela y la chica menor contándole sus sesiones de terapia y su día entero, a cambio. 

Estaban constantemente en contacto mientras los días se convertían en semanas y se enviaban mensajes frecuentemente durante el día, desvergonzadamente coqueteando la una con la otra a través de mensajes SMS, Ana incluso siguiendo su promesa y mandándole a su novia una selfie semidesnuda, la imagen de su novia enviada, con el pecho desnudo, ahora quemándole permanentemente su memoria y guardada en su teléfono, donde podía admirarla cuando deseara.

 Una vez que los días de clases terminaron, Ana y Mimi tenían programadas regularmente conversaciones de Skype que normalmente duraban desde que Mimi llegaba a casa hasta que se iba a dormir, y a veces, continuaban incluso después. En más de una ocasión, Mimi se había despertado la mañana siguiente encontrando la ventana aún abierta en su portátil mientras estaba apoyado en la almohada al lado de su cabeza, Puturrú acurrucado en el edredón a su lado mientras reconocía la figura de Ana durmiendo en la pantalla, su cara escondida debajo de su enredado, fino y oscuro pelo, la chica menor habiéndose quedado dormida mientras hablaban. Cuando no estaban interactuando mediante la tecnología, estaban pasando tiempo juntas cara a cara; Ana volviendo a casa casi cada fin de semana desde el día siguiente a San Valentín y Mimi llevando al resto de las chicas a verla cada miércoles después de la escuela para hacer su habitual noche de chicas, que incluía la comida normal, películas y diversión. La única cosa nueva de sus tardes de miércoles era Puturrú, quien, el director del centro de rehabilitación había permitido amablemente que Mimi lo llevara con ella cuando la visitara, para el deleite de Ana, quien Mimi pensó, permanecería tan adorable como siempre que estaba con él. El diecisiete cumpleaños de Ana había sido y había pasado, el día relativamente tranquilo cuando el acontecimiento llegó, la joven fuera en rehabilitación habiendo recibido sus regalos departe de su novia y de sus padres en forma de Puturrú, casi un mes por adelantado. 

Los padres de Ana la habían sacado para llevarla a cenar la noche de su cumpleaños, Mimi y Aitana acompañándoles,sin embargo, dos días antes de su cumpleaños, Ana había vuelto a casa de rehabilitación para el fin de semana y había sido sorprendida al encontrarse a sus padres haciendo una barbacoa en su honor, el resto de las chicas y sus familias todos presentes para celebrarla con ella. La madre y el padre de Ana particularmente emocionales ese día, ambos difícilmente siendo capaces de creer que su hija había sobrevivido nueve meses desde el accidente para poder cumplir otro año, su felicidad con ella mientras continuaba recuperándose, ambas físicamente y emocionalmente, abrumándolas en múltiples ocasiones a lo largo de la fiesta informal. 


Ahora un jueves, un mes después, se estaba acercando una vez más el fin de semana y la rubia estaba tumbada con su estómago presionado contra el edredón de su cama, sus deberes extendidos delante de ella, un bolígrafo en su mano mientras tomaba algunas notas en un cuaderno a su derecha. Puturrú tumbado tranquilamente en la parte de atrás de sus piernas mientras escribía y ella podía sentir la lenta subida y caída de su pecho tanto como sus adormiladas extremidades moviéndose contra ella mientras él soñaba. Estaba intentando memorizar el papel del páncreas en la producción de la insulina para su clase de biología del siguiente lunes cuando vio la ventana de Skype abrirse en su portátil a su izquierda, acompañado por al ahora familiar tono de llamada del programa. Ella sonrió para sí misma mientras movía sus deberes a un lado durante un momento y se estiraba ansiosa para poner el portátil delante de ella. Aceptó la llamada de Ana rápidamente, la chica menos apareciendo en la pantalla casi al instante que lo hizo, sus pies sobresaliendo por encima de su cabeza en la pantalla mientras estaba tumbada en la cama, mirando a la cámara. 

Guerras y TribulacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora