Capítulo 2

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«¡Qué coraje e impotencia con todo lo que ha pasado hoy!»

«Al menos tuve las agallas de caminar hasta la mansión Ardlay y gritarle a Neal que era un desgraciado cobarde mientras le daba un golpe en la cara con mi pesado maletín, ¡espero que eso le enseñe a no meterse con Candice White!»...

«Y ahora ¿qué le voy a decir a Albert?... No, ¡no puedo preocuparlo!... ¡Candy, tranquilízate, todo va a estar bien! Mañana mismo vas a encontrar otro trabajo, ya lo verás, ¡tú eres una de las mejores enfermeras de Chicago!»

Candy se daba ánimos a sí misma mientras subía las escaleras de la Casa Magnolia hacia su departamento. No podía entender cómo las personas eran capaces de juzgar así a los demás, el que ella y Albert vivieran juntos no solo era parte de sus vidas privadas, sino que era algo que ellos deseaban y no estaban haciendo nada malo como para que los demás los tacharan de llevar una vida sin moral. A ella le parecía de lo más normal vivir con él si ambos eran felices así, ¿por qué los demás siempre tenían que ver el lado malo de las cosas?!

Vio a la portera haciendo la limpieza y decidió ella también hacer algo por su departamento, tenía mucho tiempo libre en sus manos y no quería darle más vueltas a sus pensamientos. Albert, como siempre, había dejado el departamento bien recogido antes de irse a trabajar, pero ella había visto muchos periódicos viejos en la sala que de seguro ya no necesitaban, aprovecharía que Gloria estaba quemando papeles para deshacerse de los suyos también y sorprender a Albert con una casa reluciente cuando regresara.

Mientras cargaba la pila de periódicos, Candy tropezó con unos cuantos diarios que salían de debajo de la cama de Albert, ¿cómo era posible que hubieran guardado tantos papeles inútiles?! ¡Todo lo que acumulaban era polvo!... y bueno, tal vez Albert los había puesto ahí por algo, pero si eran viejos estaba decidida a quemarlos también.

Sentándose sobre el piso decidió darles una rápida revisión antes de destruirlos... y de repente pudo ver en uno de ellos una cara que conocía demasiado bien y también en el siguiente, ¡y en el siguiente!

¡Diario tras diario le mostraba la cara de Terry! A veces solo, a veces con Susanna, a veces en primera plana, a veces en noticias internas, pero siempre, sin excepción, era una cara triste, eran malas noticias, noticias que hablaban acerca de su fracaso como Romeo, de su carrera que iba en caída libre... y Candy sin poder soportarlo se echó a llorar.

¿Cómo era posible que después de todo ese tiempo de separación, mientras ella se había esforzado tanto por salir adelante, Terry parecía no haber sido capaz de hacer lo mismo?!, al contrario, se había ido en picada, había perdido su sueño, había perdido su sonrisa y posiblemente hasta se estaba hundiendo de nuevo en sus vicios auto-destructivos.

Eso era demasiado doloroso para Candy; ella aún quería a Terry, siempre lo querría, no importaba cuánto tiempo pasara o si algún día se llegara a enamorar de alguien más. El amor que sintió por Anthony aún no se había ido a pesar de su partida y estaba segura de que el amor que había sentido por Terry tampoco la dejaría a pesar de su separación. Pero ella había sido capaz de salir adelante y todo ese tiempo transcurrido desde aquella noche fatídica de invierno, los había ido separando más y más, acumulando distancia y nuevas memorias entre ellos.

Pero el dolor, ese dolor que sintió cuando se separaron, ¿cómo podría sanar por completo si lo veía así?... Aún con Albert a su lado ayudándola, no podía. Quería correr a consolarlo, a gritarle si era necesario, a sacudirlo, a golpearlo si eso pudiera hacerlo entrar en razón; quería gritarle que dejara de hundirse en su dolor, que luchara por salir adelante, que luchara por su sueño de ser actor, que cuidara de Susanna, que fuera feliz como se lo habían prometido mutuamente, ¡que la hiciera feliz!...

Siempre te esperéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora