Capítulo 52

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ーWilliam, por favor tranquilízate ーdijo la tía Elroy, tratando en vano de calmarlo.

ー¿Cómo quieres que me tranquilice mientras la escucho gimiendo allá dentro y yo estoy aquí?

ーEs normal...

ー¡No tía, no es normal! ーla interrumpió William, notablemente desesperadoー. Candy no había pasado por esto antes, necesito entrar.

ーNo puedes entrar, confía en los médicos, verás que todo saldrá bien.

ー¿Cómo puedes estar así de tranquila?! ¿Y por qué diantres no puedo entrar? ¡Es mi esposa quien está ahí dentro!

ーY no hay nada que puedas hacer, así que ¿por qué no mejor vas afuera un rato?

ー¡No tía! Tú ve afuera, yo pienso entrar a ver qué está pasando.

ーNo es necesario, aquí viene el doctor...

ーSeñor Ardlay ーsaludó el doctor, al acercarse.

ーDoctor, ¿qué le pasa a mi esposa?

ーLa señora está teniendo dificultades en el parto. Ya ha transcurrido mucho tiempo desde que su fuente se rompió y el bebé aún no desciende; no sabemos si está enredado con el cordón o simplemente no está progresando.

ー¿Y qué se puede hacer doctor? Nunca antes había pasado esto y tuvo un buen embarazo.

ーTodos los partos y los embarazos son distintos, señor Ardlay. Esperaríamos más tiempo pero los latidos del corazón del bebé han estado disminuyendo y tememos que su vida pueda estar en peligro; necesitamos que usted nos autorice a realizar una cesárea.

ー¿Hay algún riesgo? ーpreguntó William, preocupado. 

ーComo cirugía mayor que es siempre hay riesgos, pero la señora no puede seguir así, puede ser peligroso no solo para la vida del bebé, sino también para la suya.

William, más desesperado que nunca, respiró hondo y se pasó las manos por su cabello ya de por sí desordenado, volteó para todos lados tratando de buscar una respuesta, una solución, alguien que le aconsejara... se veía tan vulnerable que la misma tía Elroy no pudo menos que poner su mano sobre su hombro, para tratar de infundirle algo de tranquilidad.

ー¿Ya habló con ella, doctor? Mi esposa es enfermera, sabe de técnicas quirúrgicas y...

ーYa hablamos con ella, de hecho, fue ella misma quien lo sugirió. Ella teme más que nada por la vida del bebé, pero yo tengo que hacerle a usted una pregunta de rutina, señor Ardlay: si nos viéramos en la necesidad de tener que elegir entre la vida de la madre y la del bebé, ¿a quién elige? ーle preguntó con gravedad. 

William sintió como si el piso se derrumbara debajo de sus pies, tragó en seco y parpadeó con mayor intensidad; su peor pesadilla se estaba materializando delante de sus ojos.

Cada uno de los embarazos de Candy habían sido para él agridulces. Por un lado lo habían hecho totalmente feliz, se había emocionado y sentido bendecido con el regalo de amor y vida que crecía dentro del vientre de su amada esposa. Y por otro lado lo habían hecho sentir nervioso y vulnerable, luchando de continuo con pensamientos que bombardeaban su cabeza, pensamientos que siempre le recordaban lo que le había pasado a su madre y a tantas otras mujeres de su familia que habían muerto tan a destiempo.

Los tres embarazos habían sido casi perfectos y sin complicaciones, Candy siempre se sentía llena de vida y ánimos, y aún en sus últimas semanas cuando el descanso se volvía más difícil, había sido capaz de disfrutar cada minuto antes del parto. El verla radiante y con esas maravillosas y nuevas curvas en su cuerpo, solo había incrementado su deseo y lo había hecho disfrutar vez tras vez los meses de gestación a su lado. Pero inevitablemente, cada vez que el día de parto llegaba, toda la antigua vulnerabilidad regresaba, sus temores y angustias le nublaban el cerebro, sus miedos lo hacían estremecerse, y aún así, como el hombre fuerte que era, se había siempre forzado a sí mismo a pensar positivo y a esperar lo mejor, y así había sucedido. Tanto con el nacimiento de Priscy su primogénita, como con el de Will su heredero... pero ahora...

Siempre te esperéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora