Capítulo 14 "El mismo niño"

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Mis piernas se movieron con sigilo y rápidamente dejé al duque atrás. Me desplazaba entre los pueblerinos como si conociera el lugar, no, me movía como si un hilo de sangre me estirará hacia algún lugar, habría que averiguar a donde me llevaba. Mi sangre latía cada vez con más frecuencia y ardía en mi interior consumiéndome y quemándome poco a poco. Era un sentimiento desgarrador. Sin poder evitarlo choqué con alguien que cayó al suelo por el golpe. Mis pies se pararon y ahí, frente a frente con él, noté como mi sangre latía por última vez con fuerza mientras el hilo que nos unía iba desvaneciéndose.

El niño sentado en el suelo tenía una especie de poncho cosido con varias ropas viejas que envolvía todo su cuerpo, dejando ver solo de sus tobillos hacia abajo. Sus ojos grises me miraron atemorizados por la duda, una mirada similar a la que yo seguramente tenía. Sus mofletes estaban escondidos hacia dentro y los huesos de los pómulos en su rostro resaltaban indicándome que no tenía una buena alimentación. Su pelo negro sucio como la noche tapaba su cara como si la ocultase. Bajé la mirada para ver la única piel que mostraba el niño aparte de su rostro, desde los tobillos hasta sus pies descalzos estaba lleno de cicatrices y heridas. Tendría seguramente más o menos diez años.

—Y-yo. —Tartamudeé sin saber que hacer o decir. Ni siquiera sabía bien que acaba de ocurrir—. ¿Estás bien? —Le extendí la mano esperando a que la aceptará, sus ojos me miraban con confusión y lo que parecía ser también miedo. Pero en vez de eso se levantó con poco equilibrio y se marchó corriendo, la gente que nos había rodeado murmuraba entre sí y me miraban con desdén.

"Que niño más maleducado", pensé avergonzada en la situación que estaba. Aun así, mientras observaba como el duque se acercaba seguía pensando en él y lo que había ocurrido. "¿Qué fue ese sentimiento? Parecía que mi propia sangre iba a derretir mis venas ".

—Señorita Tormo —murmuró apenas en un golpe de voz intentando recuperar la respiración. Había ido corriendo hacia ella—. ¿Qué le ha pasado? —La gente empezó a dispersarse hasta que ya quedamos solos.

—No lo sé. Por un momento sentí como mi sangre palpitaba y ardía. —Intenté explicar—. Noté como si una especie de hilo me atrajera a ese niño.

—¿Niño? —musitó—. ¿Él que acaba de pasar corriendo? —Asentí.

Los dos nos quedamos en silencio mientras nos mirábamos pensativos.

—¿Y si él es uno de ellos?

—¿Cómo? —No sabía que pensar. La verdad es que no podía creer que un niño como él fuera uno de los soldados benditos—. Que va, solo es un niño.

—Igualmente debemos de asegurarnos —recalcó Carlos.

—Parecía un niño normal—. "Bueno, dentro de la normalidad que es en la Edad Media".

—No debemos de confiarnos cuando aún no sabemos nada seguro y encima teniendo en cuenta lo que acaba de pasar —apuntó el duque—. Por ello vamos a la biblioteca real, para poder averiguar algo más.

Carlos se acercó a mí quedando cara a cara y sin previo aviso puso su mano en mi frente.

—Parece que se ha calmado. Antes ardía muchísimo señorita. —Avergonzada alejé su mano y lo alejé un poco de mí.

—Estoy bien, estoy bien —repetí.

—Señorita, se ha vuelto a poner roja. —Intentó poner su mano otra vez pero lo aparté con un pequeño manotazo.

—¡Que te he dicho que estoy bien!

—Qué mujer más vulgar —suspiró separándose de mí—. Creo que deberíamos quedarnos y averiguar un poco sobre el niño. —Asentí, aunque ya sabía que lo íbamos a hacer desde que el hilo entre ese niño y yo desapareció—. Acompáñeme y avisemos al conductor.

Debajo de mi camaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora