Capítulo 29 "Cuchara"

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Por casualidad encontramos una cabaña abandonada en la cual decidimos descansar. Acomodamos a la Rosa y al duque encima de unas mantas que había sacado de la mochila guardada en el carro desde que empezamos el viaje. Al notar el rugir de mi barriga y la de Diago saqué comida precocinada. El pequeño simplemente se lo guardo posponiéndolo.

—Hasta que el duque no despierte no podremos hacer nada, él es el único que conoce el aspecto de nuestro enemigo.-Recalcó Guadalupe cuando terminó sus fideos instantáneos. —Y no sabemos cuánto va a tardar.

La noche cayó y las dos decidimos en hacer turnos de vigilancias por los posibles peligros. Al terminar su turno comencé el mío, eran las dos y media de la madrugada y el sueño casi me poseía. El bosque estaba en total silencio y hoy la luna no estaba para dar un poco de luz al sombrío paisaje. Me daba la sensación de que si me daba la vuelta alguien con una mascarilla agujereada me apuñalaría por la espalda. Agarré bien el arma que me dio esta mañana Guadalupe y abrí bien los ojos, no me podía dormir.

Un sonido se escuchó haciendo eco entre los árboles y me puse en guardia, como si eso me salvara de lo que fuera a pasar. Otro sonido, pero no venía del bosque sino de la cabaña. Entré sigilosamente creyendo que alguien había metido pero no me encontré con nadie solo estaba el duque sobre la manta y al otro lado de la habitación Guadalupe dormida. Me percaté que faltaban dos personas, Diago y la Rosa.

Di un pequeño brinco cuando el mismo sonido resonó, esta vez detrás de mí. Tragué duro cuando vi la puerta, provenía de esa habitación. Abracé el pomo y conté hacia atrás preparándome para lo que fuera que estuviera haciendo ese ruido.

"Uno, dos y... ¡tres!", abrí la puerta.

La cuchara calló haciendo el sonido que me había estado aterrorizando. La Rosa sentada sobre sus rodillas paró de observar al pequeño enfrente de ella para darme toda su atención. Diago que tenía la cara escondida en el bol de platico de los fideos instantáneos alzó la mirada y horrorizado la apartó enseguida.

—Debes de seguir. —La Rosa apartó su mirada de mí y se volvió a concentrar en el niño.

Cogió la cuchara para dársela pero a causa de su temblor esta volvió a caer, la iba a volver a recoger pero Diago aun con una mirada indescifrable la detuvo tomando él la cuchara con la boca por su propia cuenta. La mujer se levantó, me cogió del brazo y me apartó cerrando la puerta tras de ella.

—¿Qué mierda le hacías? —Intenté zafarme de su agarré—. ¿Te estabas burlando de él? ¿Por qué leches no le ayudas a comer?

—Le estaba ayudando —contestó sin ninguna emoción.

—¿Cómo que le estabas ayudando?

—¿Crees que si le diera yo misma de comer de la cuchara le ayudaría? ¿Podría valerse de él mismo si yo no estuviera entonces? Me dice de ayudar pero usted que lo ha conocido antes que yo no ha podido hacerlo, creo que debería de pensar antes de hablar.

Las mismas palabras. Como si fueran dos discos rayados la voz del duque y de la Rosa resonaron en mi cabeza como golpes. Lo había malinterpretado todo, otra vez. "¿Por qué leches soy así?", me pregunté a mi misma, ¿por qué siempre me equivocaba?

—¿Cómo te has despertado?

—Simplemente he recuperado las energías, menos mal que llevo acumulando desde hace años.-Lo último que dijo no lo llegué a entender pero no pregunté, no quise preguntar.

Acabé la conversación ahí acercándome un instante hacia al duque antes de volver a mi vigilancia nocturna.

—Estará bien, yo me he ocupado de ello, mañana mismo despertará y podremos solucionar esto cuanto antes. —Se fue acostando encima de las mantas preparándose para volver a caer dormida.

Debajo de mi camaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora