Capítulo 24 "Abanico de la Rosa"

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La mujer cogió elegantemente la taza de té y la llevó a sus labios para beberla a pequeños sorbitos. Lo que parecían ser sus mucamas o ayudantes estaban en el suelo sentadas y sin levantar la cabeza. Apreté mis puños en mis muslos. Alejandro nada más verla se emocionó tanto que al principio no podía decir palabra hasta que al final la invitó como pudo a un té. Claramente él no tenía pensado que yo estuviera con ellos dos pero la mujer insistió en mantener mi presencia con ellos, eso es lo que literalmente dijo.

—Me han contado la historia, ¿un antecesor de uno de los guerreros benditos y su acompañante bendijo este burdel, no? ¿Es cierto? —preguntó dejando la taza en su pequeño platillo. Alejandro asintió nervioso, él y yo sabíamos que era una mentira como una casa hasta tal punto que me sorprendía que los pueblerinos se lo creyeran.

—¿La señorita Rosa acaso se ha interesado por nuestro burdel? —cuestionó educadamente Alejandro.

—Bueno, es mi deber controlar todo lo que sucede en los burdeles de la región y más de nuestra ciudad más importante. Entones... ¿Me podría decir cómo era el antecesor, he escuchado que es una mujer, no es así? —El hermano mayor se quedó parado tartamudeando, estaba demasiado nervioso—. Perdona, soy demasiado insistente, ¿verdad? Pero es que realmente tengo mucha curiosidad. Les diré a mis compañeras que se marchen para que tengamos más intimidad. —Con un pequeño gesto casi invisible con la mano indicó a sus mujeres que se marcharan. Cuando estuvimos solos en la sala volvió a hablar, esta vez sus ojos verdes oscuros me dirigieron su atención—. ¿Usted cómo creé qué es? —Me preguntó esta vez a mí.

Tragué duro, ¿Por qué me preguntaba a mí? ¿Acaso no se dio cuenta?

—Bueno creo que es una mujer muy fuerte, espontanea, alegre... —Su pequeña risa me distrajo—. ¿Qué pasa?

Una empleada tocó la puerta llamando al hermano mayor. Este apenado por no seguir con la bella dama se despidió y siguió a la empleada cerrando la puerta tras de sí. Esta vez la mujer continuó riendo tapándose la boca.

—¿No se hecha demasiadas flores señorita?

—¿Perdón? —Me ruboricé—. Espera, ¿entonces tú también lo sentiste? ¿Entonces eres una sucesora también? —Ella cesó de reír y escondió su boca tras su abanico rojo—. ¡Bien! ¡Tienes que venir con nosotros! ¡Realmente ha sido fácil! —Comparado con Diago sí.

—Realmente es tan espontanea como dice pero... —"Oh, no, ha sido demasiado fácil para ser verdad"—. No voy a ir con usted o al menos no con esa intención —atajó con semblante serio.

—¿Entonces que...?

—Me he enterado de que se dirige a la biblioteca real.

—¿Cómo sabes eso? —Dudé por un momento de los hermanos del Mar, ¿a lo mejor ellos habían dicho algo? No, no creo.

—No solo soy una bella mujer mí querida compañera, soy más que eso —comentó moviendo su delicado abanico—. Tengo unos asuntos pendientes por allí y me gustaría tener una buena guardiana que me cuide las espaldas. No se preocupe, no perderá el tiempo, se lo recompensaré y también le ayudaré a buscar lo que deseé pero después nos separaremos.

—Pero, yo debo de reuniros a todos...

—Me da igual lo que deba de hacer usted. —Se levantó de la mesa firme—. Si le interesa póngase en contacto conmigo antes de tres días, sino lo tomaré como que ha rechazado mi oferta. Puede llevar a sus acompañantes. Sin nada más que decir, me retiro. —Y así lo hizo, dejó su abanico en la mesa y se marchó.

Intenté seguirle el paso pero caí al suelo impotente.

—Wow, ¿qué le has dicho? —Apareció Alejandro.

Debajo de mi camaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora