Unos pocos años atrás...
Sentado veía como el sol nacía en el horizonte sintiendo mis ojos arder, había pasado la noche sin dormir, otra noche. Me levanté cuando oí los pasos de mi madre salir desde la puerta de lo que se podía decir nuestra casa y la observé, pero ella a mí no, continuando con su camino. Aunque estaba acostumbrado aún no desaparecía la esperanza de que algún día se despidiera con un "Diago, me voy, ten cuidado".
Mi estómago rugió por comida y gemí de dolor, habían pasado varios días desde que me había llevado algo a la boca. Pero no debía de pensar en ello ya que cuanto más lo hacía más hambre tenía. Para distraerme, como casi todas las mañanas, arreglé un poco la cabaña donde madre y yo vivíamos a las afueras de la aldea. Ella me contó que esta casa fue el hogar de nuestra familia, que pasó de sucesor en sucesor hasta hoy, aunque más que casa yo le llamaba cabaña por simplemente estar hecha de restos de madera, sin estructura y a punto de derrumbarse. Se podía decir que madre y yo vivíamos en la basura.
Después de limpiar el polvo de los pocos muebles viejos que teníamos y tapar agujeros de la madera, sin poder ya evitarlo, el hambre me ganó. Obligándome a ir directamente hacia los campos de cultivo. Estos últimos años madre me ha hablado un poco sobre la situación que estábamos pasando: una gran hambruna y sequía había azotado a la región desde el solsticio de verano. Madre me había dicho que dios estaba castigando al mundo por nosotros.
«Nosotros no merecemos vivir, somos demonios que Satán dejó olvidados en la Tierra» me dijo aquella vez que le pregunté sobre el tema. "Nos dejó aquí para sufrir aposta", pensé.
Cogí unas pocas zanahorias del campo. Aunque me tenté de agarrar más no sucumbí ante ese pecado, la codicia, y pensé en mi prójimo.
—¡Deja eso ahí diablo! —Un adulto con barba apareció, el dueño de la tierra. Por un momento dudé pero sabía que si no comía dentro de poco moriría de hambre—. Sé que no te puedo tocar, pero eso se arregla fácil. —Levantó el hacha que seguramente utilizaba para arar el campo y me señaló con ella.
Temblé.
—Yo, tengo hambre —repliqué.
—Maldito demonio, ¿crees que me importa? —Rio—. Muérete de hambre, nos pondrás las cosas más fáciles en la villa. —Empezó a acercarse a mí hasta que su sombra me tapó por completo, devorándome por dentro. Sin previo aviso el hacha corto el aire a mi lado clavándose casi en mi pie—. ¿Sabes que por tu culpa mis hijas han tenido que escapar? ¡Por tu culpa no puedo vivir con ellas, ya ni las puedo ver! —Me espetó con rabia.
Me dejé caer de rodillas y con la cabeza agachada supliqué por mi vida, era lo único en lo que me halagó una vez madre. Con mis manos temblorosas y manteniendo la mirada baja le ofrecí las zanahorias pero las tiró al suelo con un golpe.
—Ahora que las has tocado tu están sucias —comentó—. ¿Sabes qué? ¿Qué más da que te toque? Ya he perdido a mis hijas por tu culpa y eran todo lo que tenía. Si tengo que morir, moriré llevándote con mis propias manos.
Abrí los ojos y antes de pensar en correr noté como sus manos me rodearon el cuello. Todo se volvió negro hasta que unas imágenes sucesivamente aparecieron ante mis ojos. Unas escenas horrorosas, llenas de sangre, dolor y tortura, observaba como el hombre barboso moría de las maneras más dolorosas posibles. Como espectador podía notar la sangre de sus entrañas salir e incluso oler su piel pudrirse. Todo este dolor se calmó cuando algo empezó a hacer presión en mi pecho y mis ojos despertaron de ese horrible infierno sorprendido de ver a madre tan cerca.
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Debajo de mi cama
Fantasy¿Qué harías si por accidente viajaras al pasado y tuvieras que embarcarte en un viaje por la España feudal con un enigmático duque? Ana en el último curso del instituto emocionada por la universidad. Una chica que le encanta quedar con sus amigos, p...