—Entonces han entrado pasándose por uno de los sospechosos que intentó matar a la Rosa... —Sentado, Carlos emitía una aura sombría—. ¿¡Ustedes están locos o qué!?
—No teníamos otra opción Carlos. —Intenté justificarme--. Sino las puertas se cerrarían y no entraríamos.
—Señorita Tormo, no estamos aquí para jugar. He pasado todo el día buscándola por la ciudad. —Me regañó cansado—. Mañana cuando caiga el sol partiremos en un carro hasta Barcelona, tardaremos dos días más o menos. De Barcelona cogeremos otro vehículo hasta la biblioteca real.
—Uff, sí que va a ser largo. —Resoplé—. Espero que allí podamos encontrar algo de información de los soldados o de mi bendición.
—Por eso, señorita, debe de descansar como se debe. —Se levantó y fue hacia mí—. Debemos irnos al hostal y descansar bien para el viaje de mañana.
—Entonces vosotros... —Empezó a hablar Alejandro pero su hermano pequeño lo interrumpió.
—¡Sois los que van a reunir a los soldados benditos! —gritó como si hubiera descubierto un gran enigma—. ¡Tu apellido es Tormo y eres uno de los soldados sagrados!
—Bueno, sí, supongo. —Sonreí nerviosa mientras me rascaba la nuca—. ¿Conocéis acaso los nombres de los demás? —Negaron con la cabeza, al parecer el único que sabían era el suyo.
—Pero eres una mujer —subjetó el hermano mayor.
—¿Y? ¿Algún problema? —dije levantando el puño con mis cejas fruncidas. Él al instante negó temeroso de ganarse otro chichón.
—¿Entonces tienes poderes y bendiciones como dice la leyenda? —preguntó entusiasmado Marcos.
—Bueno, tengo más fuerza bruta que otra cosa.
—¿Ya se han extendido los rumores? —comentó Carlos irritado—. Así lo tendremos más difícil.
—Mucha gente del mercado central hablan de vosotros, sois el nuevo cotilleo desde hace unos días. —Nos explicó Alejandro—. La gente está bastante alegre de que la leyenda sea verdad, todo el mundo está ansioso por ver a los soldados en acción.
—Wow, que buen recibimiento.
—¿Por qué lo dices? —El hermano pequeño me vio extrañado.
-Bueno, me acusaron de traición después de todo.
-Ya se sabe, pero ahora mismo, entre el hambre y la pobreza, para la gente que ocurra esto es una bendición. —recalcó Alejandro y su hermano pequeño enfatizó asintiendo levemente con la cabeza. Me sentía como una heroína, tal vez esta ciudad sea mi Metrópolis y yo sea su Superman. Me alegraba que nos recibieran bien en la ciudad y que los pueblerinos estuvieran alegres de que estuviéramos allí.
—Bueno, gracias por todo pero ahora la señorita Tormo y yo debemos de irnos —anunció Carlos acercándose ya a la puerta de la habitación.
Marcos corrió hacia mí y se cogió de la tira de los vaqueros.
—¡Quédate a dormir! —suplicó con un puchero y con los ojos lagrimosos.
—No puedo Marcos. —No tuve otra opción que negar la propuesta—. Pero mañana por el día me podéis enseñar la ciudad. —Acaricié su cabello con una sonrisa y pude escuchar como el duque, que estaba detrás de mí esperándome, se quejó entre murmullos incomprensibles—. Valencia ha cambiado bastante.
—¡Vale! ¿Dónde iras a dormir?
—Al hostal de la Rosa —respondió Carlos por mí.
—Madre mía, es el hostal más caro de la ciudad. Como se nota que eres un duque —comentó Alejandro.
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Debajo de mi cama
Fantasía¿Qué harías si por accidente viajaras al pasado y tuvieras que embarcarte en un viaje por la España feudal con un enigmático duque? Ana en el último curso del instituto emocionada por la universidad. Una chica que le encanta quedar con sus amigos, p...