Capítulo 18 "¿Accidente?"

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Hace varias semanas atrás...

—Madre. —La llamé—. ¿Qué es la leyenda que menciona a veces?

Ella me quedó mirando y no pude notar lo que había en sus ojos escondidos por el flequillo. Volteó el rostro y siguió hacia delante. Los arboles empezaron a rodearnos cada vez más.

--Hace muchísimo tiempo gracias a la unión de una princesa del norte y un príncipe del sur nacieron siete grandes soldados con gran intelecto y poderes. Estos, aparte de defender la península, estaban a cargo de proteger a una importante doncella. —Tomó una pausa siguiendo caminando, lo único que se podía escuchar eran las hojas de los arboles caer. Ya llegaba el invierno—. En una de las batallas peleando por ella uno de su misma sangre les abandonó en mitad del campo. Perdieron y se disolvieron. Entonces nuestro ancestro llegó a esta aldea y se estableció aquí aunque no pudo ganar la confianza de la gente, aun habiendo arriesgado su vida por ellos.

—Pobrecito —musité imaginándome en su situación.

—No deberías de compadecerte de él, deberías hacerlo por ti. Tú seguirás esta maldición.

A lo lejos pude ver como una persona a pasos confusos se acercaba a nosotros.

—Sigo sin entender porque es una maldición madre —Ella me dirigió la mirada con su ceño fruncido, ¿acaso era tan tonto para no darme cuenta?

La persona apareció delante de madre. Sus ojos estaban perdidos y sus mofletes ardían de un color rojo chillón, su olor a sudor hacía que arrugara la nariz del disgusto. Era bastante corpulento e iba en paños menores sosteniendo una botella.

—¿Esta borracho?

Madre no contestó y se acercó a él. Este sin sentido de la orientación se aproximó a nosotros con una sonrisa pero tropezó y cayó al suelo.

—¿Tu eres esa mujer, no? Venga, vienes todas las noches para consolar a los soldados, ¿podrías animarme a mí también? —Se levantó del suelo y sacó algunas monedas--. Yo también tengo dinero. Para estar maldita vales muchísimo mujer. —Río y le tiró las monedas.

Sin saber que hacer me quedé congelado en el sitio. No entendía a lo que se refería este hombre, ¿mi madre consolar a alguien?

—Vaya, que niño más bonito. —Me dio su atención—. No se parece nada a ti, ¿quién habrá sido su padre de los tantos hombres que complaces? —El hombre en unos segundos pasó de lado de madre y quedó enfrente mía. Puso su mano en mis rostro y empezó a acariciar mi mejilla—. ¿Me consolaras como tu madre? —Abrí mis ojos aterrorizado cuando mi piel se erizó ante su tacto. Su mano se movió desde mi mejilla hasta mi clavícula pasando por mi cuello.

La palma de mi madre se posó en la cabellera del señor estirándola y apartándolo de mí aunque este no opuso mucha resistencia. Sus manos se aferraron aún más entre los rizos del hombre y este inconsciente empezó a temblar. Su saliva salió al igual que lágrimas de sus ojos. Sin mucho esfuerzo lo zarandeó, este empezó a convulsionar más mientras de sus ojos y boca brotaba más y más sangre. Cuando su mirada se volvió blanca y su temblor cesó madre lo soltó sin mucha preocupación.

¿Había muerto?

—¿Ves?, no te confíes, un poder...No, una bendición. —Se corrigió—. Una bendición no debería de matar a nadie pero una maldición si lo hace —afirmó mientras pasaba por delante del cuerpo.

—¿Pero madre lo ha hecho para protegerme, no?

—No me infravalores, si tú mueres en el momento inadecuado yo no podré.

Debajo de mi camaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora