Capítulo 30 "Perseguidos"

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La luna se asomó entre las nubes dando un poco de luz a la ciudad sucumbida en su oscuridad.

Hoy no había nadie en la calle, estaban de luto, por la muerte de sus señores y por el incendio de seguramente lo que pensarían su único atractivo hacía el exterior de las murallas las cuales habían fortificado por el suceso. Menos mal que la influencia de la Rosa puede llegar hasta mover montañas.

La taberna estaba muy poco iluminada, con escasos candelabros viejos colgando del techo y de las paredes envejecidas. Solo estábamos nosotros solos y puedo asegurar que el dueño cuando nos vio pasar por la puerta deseo que desapareciéramos. Estábamos sentados en una de las mesas más cerca de la puerta y cada uno tenía enfrente suya su cena. Yo al igual que Diago teníamos unos pequeños bocadillos de ternera mientras que Guadalupe comía lo que parecía ser una ensalada.

La Rosa solo tenía una taza de té y Carlos un café, no podía entender como no tenían hambre. Nos mantuvimos en un silencio que puedo decir se alargó hasta una hora, cuando el pequeño y yo terminamos los bocatas.

—Ya es hora —anunció la Rosa dando una última vista a la calle por la ventana.

Nos levantamos y salimos no sin antes de que Rosa pagara, pasamos desapercibidos por las calles hasta llegar a la biblioteca y como predecimos todo el lugar estaba escoltado. El edificio que me fascino por su altura hace poco más de un día estaba casi destruido, lo único que quedaba en pie eran sus primos tres pisos, bueno, dos pisos y medio. A su alrededor habían varios soldados que por su símbolos dibujados en su metal de la armadura suponía que eran de la realeza, como dijo la Rosa, estaban vigilando el edificio hasta que llegase el rey mañana a mediodía.

—Ahora. —Indicó Guadalupe y todos la seguimos.

Esta vez la que decidió la vestimenta fui yo porque la idea de llevar aunque sea el vestido más sencillo para esta misión me aterraba sabiendo lo torpe que podía llegar a ser. Ya me imaginaba cayéndome por el largo o algo así. Llevaba mis típicos pantalones largos de color negro y una sudadera del mismo color mientras que la Rosa vestía unos pantalones vaqueros bastante ceñidos y una camiseta de media manga blanca que se le entallaba a su figura. Nada más verla un pensamiento pasó por mi cabeza; "¡Mierda, si le queda mejor a ella que a mí!" y lloré internamente.

Guadalupe a pesar de mi insistencia se negó, supuse que ella estaba más acostumbrada a su vestido aunque si digo la verdad su traje era muchísimo más discreto que los que vestía su dueña. Si está realmente llegará a vestir uno de ellos lo más seguro es que nos encontrarían a la primera.

Los soldados no se dieron cuenta pero entramos en la biblioteca y esta vez, no como la anterior, me puse en alerta. Tenía que protegerlos y que no pasara lo mismo. Antes de llegar a la ciudad hipotetizamos sobre él porque del incendio de la biblioteca real ya que si el asesino simplemente quería matar a Rosa no veíamos coherente que incendiara el edificio, suponiendo que fuera el mismo autor de los homicidios del duque Salvador y su nieto. Entonces ella formuló una pregunta; ¿Y si sabía vuestro objetivo de búsqueda de información también? Entonces el autor sabía que nosotros éramos uno de los sucesores de los soldados benditos pero ¿y qué? ¿Si fuera así porque nos impedía nuestra búsqueda?

Nos sorprendimos, la primera sorpresa de la noche... ¿Dónde diablos estaban los libros? No había ningún rastro de ellos, ni siquiera el olor del papel quemado. ¿Habrían retirado todo lo que quedaba y si es así, entonces, dónde estaban? Porque no hemos visto ninguna carretilla alrededor.

No teníamos previsto que pasara esto aunque tampoco es que los libros fueran nuestro principal objetivo, sino, lo que podíamos descubrir allí, alguna pista. Aunque los libros eran de gran ayuda claro y más para el duque y para mí. Maldije por debajo y cada uno inspeccionó una zona de la gran planta principal. Salté varios muebles y grandes trozos de mármol macizo para llegar a la zona que me había tocado, las últimas estanterías. Tuvieron en cuenta mi deficiencia a la hora de saber de latín o cualquier arte o costumbre.

Debajo de mi camaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora