La fragancia a rosas inundó mis fosas nasales dejándome una sensación agradable y confortable. Abrí un poco mis parpados aunque parpadeé varias veces pues mi vista estaba difuminada. Veía a una persona sentada a mi lado, parecía dormida. Tal vez era mamá, siempre que cogía un constipado le pasaba lo mismo y ella tenía que quedarse conmigo, cuidándome. Moví mi mano sobre las sábanas suaves que olían a recién lavadas buscando la suya pero a punto de rozarla la apartó, ¿tal vez le había asustado y se había despertado? Poco a poco mi vista volvía para darme cuenta que no estaba en casa, ni que la persona a mi lado era mamá.
—¿Diago? ¿Qué haces tú aquí? —Le pregunté un poco aturdida.
Me incorporé en la cama, sentándome, el cuerpo me dolía pero era un dolor soportable comparado a todo los que he podido sufrir hasta ahora.
—Estoy tan feliz de que haya despertado señorita Ana. —Escuché como se sorbía los mocos hacia dentro mientras desprendía unas lágrimas.
—Estoy bien, estoy bien. —Si pudiera acariciar su cabellera ahora mismo lo estaría haciendo—. ¿Y tú Diago? ¿Estás bien? —El asintió levemente con la cabeza—. Muy bien, me alegró. ¿Diago, cuanto llevó descansando?
—Dos semanas. —Casi se me sale el líquido por la nariz de la sorpresa, tragué con dificultad y suspiré.
Me quité las sábanas de la cama y de un brinco salté de ella, Diago se acercó advirtiéndome que no me esforzara y reposará un poco más a lo que yo me negué. El camisón que vestía me llegaba hasta poco más de medio muslo dejándome a la vista casi todas las piernas, estas parecían que habían sido pintadas pues por todas ellas tenía pequeños puntos. Miré mis brazos y también los tenía.
—¿Qué es esto Diago?
—Son los restos del ataque que recibió.
—¿Y el duque? —pregunté preocupada, él era una persona normal, no era un sucesor. Por lo tanto, si le hubiera llegado este ataque de pleno estaría en severos problemas.
—Esta por aquí.
Aun vestida con la fina tela salí de la habitación y crucé el pasillo guiada por el pequeño. Las paredes estaban pintadas por un blanco impoluto, sin ninguna grieta por ningún lado, ni en el techo. Pasamos varias ventanas, la luz entraba y abrazaba la casa llenándola de luz. Velozmente me asomé por varias, la casa estaba ubicada en medio de un bello valle rodeado de altos árboles. No se podía ver ninguna casa a lo lejos por lo que suponía que estaba más alla de cualquier asentamiento.
La casa no era muy grande, sino más bien modesta. Pronto Diago paró enfrente de una puerta y tocó varias veces diciendo su nombre. Una mujer salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí, una señal de que no nos quería dejar pasar.
—Buenos días, espero que ya esté mejor señorita Tormo. —Saludó respetuosamente. "¡Espera, yo ya había visto a esta chica! ¡Fue una de las cuatro que acompañó a la Rosa en el burdel de Alejandro!"—. Me alegró de verla bien, eso significa que los medicamentos que hemos probado en usted han funcionado. —De su blusa sacó una pequeña libreta y de un bolsillo de su falda lo que parecía ser una pluma estilográfica, apuntó varias cosas—. ¿Podría bajar a la primera planta? Ahí le haremos un chequeó.
—¿Pero y el duque? Quiero verlo.
—Perdóneme señorita, pero ahora mismo estamos en una operación. —"¿Operación?", mi preocupación aumentó.
—¿Está bien?
—Por favor, denos su confianza, somos doncellas leales a la señorita Rosa. Todo lo que pasé aquí quedará aquí, al igual esperamos eso de usted. —Yo asentí—. Bien, pues baje abajo, allí habrán varias compañeras mías que la atenderán.
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Debajo de mi cama
Fantasía¿Qué harías si por accidente viajaras al pasado y tuvieras que embarcarte en un viaje por la España feudal con un enigmático duque? Ana en el último curso del instituto emocionada por la universidad. Una chica que le encanta quedar con sus amigos, p...