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Hola -contesté, con tan mala suerte que me salió un gallo.
Entre el calor que me había entrado por la vergüenza del gallo, el calor del sol en la espalda y ese nuevo y desconocido calor que me recorría todo
el cuerpo, el ambiente estaba empezando a calentarse.
Aquel increíble hombre estaba ocupado cogiendo papeles en secretaría,
la cual cosa me proporcionaba una perfecta visión desde mi posición.
Cuando salió, me volvió a mirar y se fijó en mi herida. Hasta entonces no me
había dado cuenta de sus preciosos ojos. Eran los más bonitos que había visto jamás. Además, iba muy bien vestido, con unos pantalones un poco apretados y una camisa azul de cuadros que le resaltaba aun más esa interesante mirada.
- ¿Estás bien? -me preguntópreocupado.
- Sí.
Intenté responder lo más normal posible aun sabiendo que no me sentía nada normal. Era como si me hubiesen quitado la capacidad de pensar con
claridad, como si no pudiese evitar quedarme embobada mientras le miraba.
- Estás sangrando -dijo apuntando a mi ceja.
- Sí, no es nada. Antonia no me ha dejado ir a clase porque quiere que me lo curen. Es imposible decirle que no, así que aquí estoy, esperando a que venga alguien.
- Es un buen corte, la verdad. Por lo menos necesitarás un punto de tirita. Así dejará de sangrar. ¿Quieres que te lo ponga yo? –me preguntó.
¡Sí quiero! Pensé.
- No te preocupes, ahora vendrá alguien -le agradecí mientras me odiaba por no aceptar.
- A ver si de tanto esperar te acabas desangrando –me advirtió divertido. – Te lo curo yo y ya está. No te voy a dejar aquí perdiendo sangre.
Sonrió, y no sé si era ya el calor, el dolor, la tensión o aquella sonrisa, pero
yo estaba a punto de infarto.
- Vale, a ver dónde está el botiquín –dijo mientras entraba en la enfermería y buscaba en un armario.
Me di cuenta de que tenía un acento inglés que lo hacía aun más irresistible,
si eso era posible. No sabía bien dónde situarlo. No sonaba a inglés americano ni a inglés del Reino Unido, y era muy sutil. Sólo se le apreciaba en algunas letras, pero era más que suficiente para hacerle pasar la línea de increíblemente irresistible. ¿Desde cuándo había un profesor tan guapo en el instituto, y yo sin enterarme?
Tenía que respirar. No podía comportarme como una idiota. Menos mal que se había nublado y el sol ya nome daba en la espalda, pero aun así me
notaba las mejillas ardiendo. Seguro que las tenía bien coloradas.
- Aquí está -dijo cuando encontró el botiquín. –Voy a desinfectar la herida primero y luego te pondré la tirita de punto.
- Vale.
Se acercó y puso el botiquín en frente mía, en una las mesas que había
en la sala. Yo seguía con ese extraño nerviosismo, como si tuviese calambres en el estómago. Podía oírme el corazón latir en el pecho con fuerza.
- Puede que te escueza un poquito –me dijo acabando de echar un líquido desinfectante a un trocito de gasa que habíapreparado cuidadosamente.
Era realmente guapo. Sin duda el hombre más guapo que yo jamás había visto. Desde esa distancia, los ojos se le veían aun más bonitos. Eran preciosos, azul cristalinos como el mar, en un día tranquilo de verano.
Noté el contacto de la gasa en la herida, y no sé si fue porque él me
estaba casi tocando o que el escozor era mucho más fuerte de lo que imaginé, pero el calor era algo sobrenatural. Era como estar en una sauna. Estaba tan cerca de mí que seguro que podía ver como cada poro de mi piel empezaba a sudar , pero yo tenía que hacerme la fuerte. No podía mostrarleque por un poco de desinfectante me estaban entrando ganas de llorar.
Aguanté como una campeona... pero como no parase pronto me sería difícil
no soltar una lagrimilla.
- ¿Arde mucho? –me preguntó mirándome a los ojos.
- No -mentí lo mejor que pude.
- Ya casi está. Ahora te pondré el punto.
- Vale -y sonreí intentando no parecer tontita.
Me fijé en sus manos mientras tiraba la gasa y cogía la tirita de punto. Eran
grandes y fuertes, varoniles pero delicadas a la vez.
- Es que es un buen corte.¿Cómo te lo has hecho? –me preguntó intrigado.
- Me he tropezado en el
patio.
- Pues sí que has caído mal, ¿no? Algo en su mirada me decía que no acababa de creerse lo que acababa de contarle.
- Sí... no he empezado el día con buen pie –contesté.
- Nunca mejor dicho – completó sonriendo.
Yo también sonreí ensimismada por aquella preciosa sonrisa que desvelaba
unos perfectos dientes blancos. Se acercó a mí para ponerme el punto yentonces algo extraño ocurrió. Me miró directamente a los ojos y hubo una rara conexión. Nos quedamos mirando unos segundos, y aunque tan sólo fueron segundos, es todo lo que bastó para que una extraña sensación se apoderase de mi corazón. Él se dio cuenta e intentó disimular un poco, pero sus mejillas, unos tonos más rojizas, me hicieron ver que él también lo había notado.
- Pues ya está. Ahora seguro que no te desangras, sólo que vuelvas a tropezar, claro – y volvió a sonreír, pero esta vez un poco más tímido.
- Muchas gracias. Espero que no te haya hecho ir tarde.
Dejó el botiquín y volvió a coger suscosas. Nos pusimos a caminar hacia el
pasillo para ir a las clases.
- No te preocupes. Tengo a los de segundo de bachillerato así que eran los últimos en entrar.
- ¿Qué bachillerato tienes? –le pregunte deseando con todas mis fuerzas que fuese mi tutor.
Como fuese mi tutor ya me daba algo seguro.
- Segundo A –me dijo
Tuve que reprimir un grito de felicidad. Estuve a punto de saltar y todo.
- ¡Pues eres mi tutor! –le dije intentando que cada una de mis palabras sonaran de maneradesinteresada, pero no funcionó.
Ya habíamos llegado a la puerta. Miré por una ventana del pasillo. Me sorprendió la oscuridad de fuera. Las nubes estaban justo encima nuestra, y
parecía que no tardaría mucho en llover.
Abrió la puerta, y el inicial alboroto fue mermando. Angélica me lanzó una
intensa mirada de odio cuando me vio entrar, pero pronto aquel odio pasó a
segundo plano al darse cuenta de lo guapo que era el hombre que acababa de entrar en clase. La verdad es que no era la única que se había dado cuenta.
Todas las chicas habían rápidamente bajado los escotes, ya de por sí
exagerados. Hasta los chicos se habían quedado impresionados. No sé por quérazón, pero no me gustaba nada que las chicas le miraran de ese modo.
Encontré un pupitre libre en la segunda fila justo al lado de la ventana.
Él se dirigió hacia la mesa del profesor y ordenó un poco sus cosas. Cogió un
Plumón y se dirigió a la pizarra. El tiempo de la espera había sido suficiente
para que los chicos más creativos de la clase llenasen la pizarra de penes
dibujados en diferentes situaciones.
Tenían su gracia, pero no dejaba de demostrar el nivel de madurez de cada
uno de ellos. Miró la pizarra un rato y se giró hacia la clase. Todo el mundo
estaba en silencio.
- Veo que hay muchotalento en esta clase -y se rió para asombro de todos. Nadie se esperaba esa reacción. Era el primer profesor en toda la escuela
que se había encontrado con una pizarra repleta de penes y que no los había reprendido.
- Éste es el mejor –dijo apuntando a uno que tenía un sombrero de mariachi y aguantaba unas maracas, -pero sintiéndolo mucho tengo que borrar un trocito para escribir.
Cogió el borrador y empezó a borrar por el centro, con lo cual el graciosillo
de la clase soltó un 'no' dolorido con lo que la clase contestó con risas. Cogió el rotulador y escribió su nombre con una letra preciosa.
'Milo Manheim ' .
- Me llamo Milo Manheim y este año seré su tutor. Es mi primer año aquí, así
que quiero que sea una buena experiencia tanto para ustedes como para mí. Quiero que sea un año divertido, y me gustaría que me tratéis más como a un amigo que como a un profesor. Estoy aquí para ayudaros, así que
cualquier problema que tengan me lo dicen y vemos la forma de solucionarlo.
Se acercó a su mesa y sacó un montón de papeles de una maleta decuero vieja parecida a las que salen en las películas de Indiana Jones. Se fue
acercando a cada mesa repartiendo los papeles.
- Aquí tenéis los horarios.
Detrás tenéis las vacaciones y las semanas de exámenes. Como podéis ver, nuestra tutoría son los jueves por la tarde, y me tendréis también como profesor de historia del arte.
Llegó a mi mesa y dejó el papel. Se quedó parado un segundo delante de mí. Miré hacia arriba y me crucé directamente con su mirada. Me volvieron a dar los calambres en el estómago. Miré rápidamente por la ventana al cielo negro intentandodisimular mis mejillas al rojo vivo. ¡Ni en verano pasaba yo tanto calor!. De reojo pude ver como sonreía disimuladamente y seguía repartiendo. Cuando acabó volvió a su escritorio.

Enamorada de mi Profesor (Milo y tu) adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora